«Extra 1»

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Tyler

Mis labios se amplían en una sonrisa cuando la veo salir de su casa, finalmente. Desde que vi a Ruth tocar esa vez, no he podido sacarla de mi cabeza. Es amable y cordial con todos, pero sabe poner los límites. Posiblemente ni siquiera sepa de mi existencia, a pesar de haber hablado par de veces, cuando ayudaba a guardar su instrumento y el equipo de sonido.

Sus ojos color café indican cuántas penurias y desamores ha pasado, así como yo. El saber que Ethan la trató de esa manera hace que la rabia burbujee en mi interior. Desearía haber llegado antes. Desearía haberla salvado de sus garras. Desearía ser ese chico que hace relucir su sonrisa sincera.

Desde la distancia aprendí a conocerla y saber sus rasgos. Se esconde detrás de una barrera llamada falsa felicidad, ocultando las ruinas y cenizas de su vida amorosa anterior delante de todos. Kade, su amigo y hermano, a penas me ha dado datos de ella, y se muestra reacio cuando escucha que alguien cayó bajo el encanto de su amiga.

La dañaron como a mí. Sé lo que se siente que jueguen con tus sentimientos y emociones. Conozco en carne propia lo doloroso que es no ser la primera opción de alguien. Pero aprendí a quererla y admirarla por lo fuerte que ha sido, y aun así, no deja de ser amable con los que le rodean. Siempre que intento acercarme, Ethan aparece marcando territorio como gorila golpeando su pecho.

Es verdad. El hombre tiene un código: si esa chica tiene novio, es territorio minado, pero Kade dejó bien claro que la relación de ellos terminó hace tiempo, y por lo visto, no de la mejor manera.

Él se pasea contento, dándose ínfulas de hombre orgulloso y prepotente que tiene a todas las mujeres de la ciudad detrás de él. Pero cuando Ruth aparece, dramatiza en exceso que sufre de dolor. Puede ser que al principio sí fuera cierto, pero el hecho es que fue muy rastrero al tener a otra mujer esperando en su cama, cuando suplicaba volver con un ser tan bueno como Ruth. Merece que se le rompan las piernas por embustero. El hecho de querer aprovecharse de su buen corazón hace que lo odie mucho más que antes.

—Cierra la boca. Vas a hacer un río de tu baba.

—No seas idiota, Jace —indico, empujándolo por el hombro.

—¿Idiota por qué? Puedes mentirle a cualquiera menos a mí. Hace casi un año observas a Ruth González desde lo lejos. Hasta mi hermana se dio cuenta.

—Jace, no quiero hablar de ese tema. Para mí, tu hermana está enterrada y olvidada.

—Eso lo tengo claro, y ella también.

Mis ojos se desvían hacia Ruth una vez más. Habla con Lisa y su hermana menor, cerca de la piscina. Su sonrisa se corta cuando gira su rostro hacia Ethan. Pongo los ojos en blanco al ver la reacción dramática de él bajando la cabeza mientras habla con Nathan. Niego, frustrado, al ver como sus rasgos cambian cuando ella está presente. Creo que hasta le vi una lágrima.

—Si hay un ser despreciable en este planeta, es Ethan —murmura Jace, y resoplo—. Menos mal que ella se dio cuenta a tiempo. ¿Quieres jugar?

—Puede que más tarde.

Una hora después, la carcajada de Ruth llega a mis oídos. Jace había resbalado en el borde de la piscina y cae de trasero de forma graciosa. Mis labios se curvan en una sonrisa al ver que esta sí es verdadera. He pasado tanto tiempo observándola que ya sé cuándo sonríe por amabilidad, con sinceridad o es forzada.

Su ex la incita a jugar cerca de la piscina varias veces, pero ella niega con la cabeza. La subió sobre sus hombros varias veces, paseándola de una orilla a otra, pero en sus ojos, noto que no está contenta. Cada vez que él se le acerca, una oscuridad invade su mirada.

Cierra sus manos en puño y toma una larga bocanada. Imagino que aguantando las ganas de golpearlo. Ya me han dicho que ella tiende a patear las rodillas y tiene una fuerza increíble en su puño derecho. Para ser tan menuda, me sorprendí al escuchar las historias.

—¿De verdad no vas a jugar? Hasta Kade está en la piscina —insiste mi mejor amigo, y resoplo.

—Está bien. ¿Qué debo hacer?

Me explica las reglas y par de veces termino de cabeza en el agua. El borde está muy resbaladizo. Noto que el gorila ya no está a la vista y Ruth está sola Así que aprovecho para acercarme, y al menos decirle buenos días. Mi corazón late desbocado con cada paso que doy en su dirección. El sudor de mis manos se mezcla con el agua de la piscina.

«Tú puedes, Tyler. No seas cobarde», pienso y resoplo.

A medida que me acerco, el nudo en mi garganta crece, así como los nervios. Señor bendito, que no se enrede o se duerma mi lengua. Ella mira el agua con cierto recelo. Carraspeo levemente cuando llego a su lado, y lo único que sale de mi boca es un quejido:

—¿Juegas? —Me golpeo internamente por tonto.

No puedo creer lo que acabo de decir. Obvio que no juega, si su ropa está seca y ha evitado cada una de las peticiones de todos a jugar.

—¿Qué? —musita, confusa, y la empujo a la piscina.

—¡Ruth no sabe nadar! —espeta Lisa, y abro los ojos como platos.

«Mierda», pienso.

Kade se lanza a la piscina y yo también. Ella aguanta la respiración y mueve sus brazos, intentando salir a flote. Su amigo llega primero que yo y se encarga de sacarla a la superficie.

Cuando pongo la mano en el borde, mi rostro recae en Jace. Aprieta sus labios, conteniendo la carcajada que pugna por salir. Si antes tenía una oportunidad, la acabo de perder.

—¿Estás bien? —pregunto, cuando a su lado.

Tose con constancia y me recrimino por lo bajo. Eso no lo vi venir.

—¿Qué está mal contigo? —protesta ella, y bajo la cabeza, apenado.

—Lo siento mucho —musito, mientras Kade coloca una toalla alrededor de ella.

—Fantástico. Ahora mañana voy a tener un resfriado. Esa agua está congelada.

—¡Oh, Dios mío! —interviene Kara, la mamá de Ruth—. ¿Y qué pasó?

—Nada, mamá. —Kade la ayuda a ponerse de pie—. Parezco un pollo mojado porque... —deja sus palabras en el aire y me mira—. ¿Cuál es tu nombre?

—Tyler —contesto, con rapidez.

—Pues eso. Porque Tyler me lanzó a la piscina.

—Vamos a dentro. Necesitas un cambio de ropa —insiste la madre.

Ruth me atraviesa con la mirada antes de entrar a su casa.

—Bien hecho, Ty.

—¿Qué? ¿Qué quieres decir, Kade?

—Te vi al otro lado de la piscina. La empujaste a propósito. —Palmea mi hombro empapado—. Al menos no te golpeó. Eso es una buena señal. Le caíste bien.

«Ay, no. Estoy arruinado», pienso, pero al mismo tiempo sonrío cuando él se aleja.

—Sabes, se me hubieran ocurrido mil maneras de conquistar a una chica —murmura Jace, con sorna, cuando llega a mi lado—. Pero intentar ahogarla en una piscina en su primer encuentro, es algo completamente nuevo y atrevido. Ethan no parece muy contento. —Me encojo de hombros y escucho la sonrisa de mi mejor amigo—. Tyler, creo que esa es una batalla perdida. Ya has escuchado las historias de ella.

—Nunca digas nunca. Sí. Es posible que haya arruinado todas mis posibilidades con ella, pero...

—Pero no pierdes nada con intentarlo, ¿cierto? —finaliza por mí y asiento—. A cabezota, nadie te gana.

—No fui el primero en su vida, pero si ella me deja llegar a su corazón, me encargaré de ser el último. No importa el tiempo que requiera.


Ojos TraicionerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora