Capítulo 31 «Confusión»

5 1 0
                                    

Cada uno siguió el camino hasta su casa. Gucci me espera ansioso en la puerta.

—Hola, pequeño. —Paso la mano por la cabeza y detrás de las orejas como mismo le hago a Kalhyl—. ¿Tienes hambre?

Gucci menea su cola con rapidez y ladra. Después de alimentarlo, me dirijo a la cocina. Mamá está cocinando espaguetis. La salsa con perritos caliente llena con dulce aroma toda la cocina.

—¿Tienes hambre, cariño? Hice uno de tus platos preferidos.

—No, mamá. Almorcé fuera con las chicas y con Max. —La mano de mi madre se detiene justo después de mencionar el último nombre.

—¿En serio?

—¿Pasó algo? —pregunto, pero mi madre todavía sigue sorprendida

—No. Nada —su respuesta me inquieta.

—Puedes estar tranquila. No pasa nada entre nosotros.

—Si tú lo dices.

Dejo al cachorro en el suelo una vez que entro en mi habitación. Me siento cerca de la ventana y la mirada se me pierde en el horizonte. Gucci después de olfatear toda mi habitación corre hacia mis pies y comienza a hacerme cosquillas con los largos bigotes en señal de cargarlo.

El sol está en lo alto del firmamento e ilumina cada flor del jardín de casa. Los matices entre el rojo de las rosas y el amarillo de las margaritas, reflejaba un parecido a los campos de la Escocia medieval. O al menos el que pinte ayer en la tarde. Gucci se sienta en sus patas traseras y también observa a través del cristal.

—¿Hermoso, cierto? —Él me mira con sus grandes ojos negros y regresa su mirada a la ventana—. Faltan unos días para San Valentín. ¿Quieres que te compre un nuevo collar? —Ladra dos veces y sonrío—. Tomaré eso como un sí.

—Ruth, cariño, ¿puedo pasar?

—Mamá, ¿qué clase de pregunta es esa? Claro que puedes pasar.

—Llamó Emily. Quiere que vayamos a cenar con ellos el domingo —explica, a medida que se acerca.

—¿Es necesario?

—Lo siento, querida. Le dije que íbamos a ir, por lo menos tu padre y yo. No le dije nada de ti. Quería consultarlo primero contigo.

—Está bien —contesto, sin muchas ganas. He ido varias veces a la casa de Max, pero esta vez no me siento con muchos ánimos—. No tengo nada que perder.

—La llamaré y le diré que iremos a almorzar

—Mamá, ¿no se suponía que era a cenar? —pregunto, y ella aprieta los labios en una sonrisa traviesa.

—Le decimos que tenemos otro compromiso por la noche. Así no tengo que quedarme para todo el parloteo de Emily.

Una sonrisa más amplia surge en su rostro. Ellas se llevan bien, pero no implica que fueran amigas. Solo conocidas.

El domingo estábamos todos reunidos en casa de Emily y Tom. Su casa tenía un modelo parecido al estilo victoriano de la mía, pero la de ellos no tiene piscina ni pino a sus lados. El césped está cubierto de lirios y príncipes negros dando un ambiente claroscuro bastante predominante al ser iluminado por los rayos solares.

No tienen farolas como las de mi casa pero el camino está enmarcado por pequeños dientes de león. Como es obvio, llevé a Gucci conmigo. Olfatea una de las flores, y al estornudar, los pétalos de diente de león se esparcen con el viento frío que sopla en aquel paraje. Las caballerizas están en la parte de atrás y los árboles son robles bien robustos e inmensos.

Ojos TraicionerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora