Capítulo 17 «Una vez más»

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Abro los ojos con mucha lentitud. Me reciben paredes blancas, una luz brillante y un poderoso dolor detrás de los ojos. Mi cabeza está retumbando como un gong chino.

—Cuidado, Ruth. Levántate con suavidad —insiste Leyla, preocupada.

—¿Qué pasó? —pregunto, sentándome con extremo cuidado y ella coloca una almohada detrás de mi espalda.

—Una pelota de fútbol te golpeó la cabeza —responde la enfermera. Abro mis ojos, con asombro. La noticia me ha dejado absorta—. ¿Te sientes mejor?

—Tengo un poco de dolor de cabeza —comento, achicando los ojos por la molesta luz.

—Es normal por el golpe. Te receté unos analgésicos. Podrás irte sin problema. Si tienes mareos u otros síntomas, regresa. La enfermera d dos palmadas en mi brazo y se retira.

—¿Cómo llegué a la enfermería? Tu sola no puedes conmigo —pregunto con curiosidad.

—Uno de los muchachos te trajo.

—¿Quién? —Frunzo el ceño y su mirada se torna seria.

—No quieres saber quién fue.

—¿Qué pasó con...?

—No te preocupes. Me encargué de todo el tiempo que estuviste inconsciente.

Al salir de la enfermería noto que recostado a la pared espera un chico. Su piel brilla por el sudor del entrenamiento y su camisa blanca está pegada a su torso trabajado. No estaba nada mal. Todo va muy bien hasta que levanta su cabeza y veo de quién se trata. Al notarme, se acerca a nosotras.

—¿Estás bien? —Sus ojos color café denotan preocupación.

—Gracias por la preocupación, pero estoy bien —contesto, tajante—. Pero respóndeme una pregunta ¿Cómo llegó una pelota de fútbol a mi cabeza?

Baja la cabeza, apenado, y frunce los labios antes de explicar:

—Eso fue culpa mía —responde entre susurros.

Toda la lástima y el aprecio que le di por haberme traído a la enfermería se esfumaron como humo.

—Repite eso —habla Leyla en mi defensa. Siento como sube el calor a mi cara y cierro las manos en puños.

«Esto tiene que ser una broma», pienso y parpadeo, perpleja.

—Al terminar el entrenamiento, uno de mis compañeros me lanzó el balón, yo le di una patada y salió disparada hacia donde estaban ustedes. De verdad no era mi intención que...

Sus palabras quedan cortadas cuando mi puño impacta en su mentón, lanzando electricidad por todo mi brazo, pero la indignación es mucho mayor. Leyla se sorprende de mi absurda reacción.

—¿Primero los perros y ahora un maldito balón de fútbol? ¿Qué está mal contigo?

Nuestras miradas se retan con firmeza. Él mueve su mentón, sin aparar sus ojos de los míos. Mi pecho sube y baja por la irritación. Sacudo mi cabeza por el latigazo que la atraviesa, y gruño por lo bajo.

Le doy la espalda y camino por el pasillo hasta llegar fuera. Necesito respirar y relajar la tensión. No me percaté que había dejado a Leyla detrás y hasta el aturdimiento se me había pasado con la subida de adrenalina.

—¡Ruth, espérame!

—Lo siento, Leyla. La impotencia es demasiada. Tú sabes que con gente inepta no sé trabajar.

—Él parecía bastante apenado —comenta seria y suelta una sonrisilla de soslayo—. Tuvo que entrar a enfermería.

—Se lo tenía merecido. —Muevo mi mano por el dolor, y caminamos a la cafetería. Necesito una bolsa de hielo y comprar los analgésicos.

Llego a casa con dolor de cabeza y con el brazo adormecido. Le conté todo a Kade y el muy gracioso solo puede reírse.

—¿En serio le pegaste otra vez? Contigo hay que tener mucho cuidado. La defensa personal que te enseñó Valery está teniendo frutos.

—Te cuento esto y te ríes? Eres un mal amigo, ¿sabías?.

Estoy un poco molesta, pero viendo el lado bueno, lo ocurrido da un poco de risa. Mis dos encuentros con él han sido épicos, por lo que sonrío al final.

—Lo siento, pero no puedo dejar de pensar en el estado de shock en el que dejaste al pobre muchacho. Ya quisiera haberle visto la cara cuando se dio cuenta de que había cometido el mismo error dos veces.

—Créeme cuando te digo que sentí pena cuando lo vi recostado a la pared fuera de la enfermería preocupado, pero todo se fue al traste cuando me enteré que el culpable de mi accidente había sido él una vez más.

—Ángel, contigo hay que tener cuidado.

—Eso forma parte de mi encanto, y lo sabes.


Ojos TraicionerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora