Llegó la mañana del lunes. El primer día como universitaria. Mi madre y yo fuimos a la universidad para inscribirme. Max y mi papá regresaron ese mismo día temprano en la mañana. Uno comenzaba a trabajar y el otro debía pasar por mi hermana menor en casa de Leyla.
La universidad no es como me la imaginaba. Grandes ventanas de cristal transparente hacen función de puertas. Los asientos en forma de cubo son azules y verdes así como su logo. Muchos estudiantes esperan a sus puertas para el momento de la inscripción.
Kara González tiene la habilidad de sacar conversación de una forma rápida. Sin embargo, en lugares nuevos, tiendo a ser reservada hasta que entro en confianza. Ya en mi turno no dejaron entrar a mi mamá. El joven explicó que cuando un estudiante pasa por esas puertas dejaba de ser un niño para volverse un universitario independiente.
Como era de esperar, no le gustó, pero prefirió callarse y me dejó entrar. Atravesé dos lobbies hasta llegar a la oficina. Al entrar en el departamento del vicedecanato docente, la secretaria, una señora bajita, no debía de pasar los 50 años, delgada, ojos azules impactantes detrás de unos pequeños lentes, me espera. Mi reloj da las12 del día. Ella debe de tener mucha paciencia.
—Puedes sentarte aquí.
Señala hacia una silla delante de ella y le entrego todos los papeles que se encontraban en el folio. Ella va sacando uno por uno hasta que se detiene.
—A este le falta un cuño. —Se refiere a mi certificado de graduación del instituto.
—No me dijeron nada. Va a ser complicado ir hasta mi casa. He tenido que viajar casi 12 horas para llegar aquí.
—Comprendo. Eres un interno. En tal caso, voy a hacer una llamada a tu instituto. Dame unos minutos.
Se retira de la oficina y yo me quedo mirando aquel lugar dividido en dos partes. Cada uno estaba muy concentrado en lo suyo con papeles esparcidos por todo el buró. La que me tocó, solo tiene un folio, una grapadora y pegamento en goma. Lugar muy acogedor.
—Ya regresé —anuncia la señora y se sienta nuevamente en la silla—. Hablé con la directora Williams. ¿Puede ser? —Asiento y sonrío—. Me habló bien de ti. No te preocupes por el tema del cuño. Ya está zanjado, así que solo tienes que preocuparte si la cuenta te llega a final de mes. Ya sabes donde debes sacarte la fotografía para la identificación de la universidad.
Una vez terminado el papeleo, me retiro de la oficina y salgo de la facultad. Hoy deben llegar mis compañeras de piso. Conocer a otras chicas y convivir con ellas durante casi un año se escucha difícil pero no es la primera vez. Estoy acostumbrada a estar separada de mi familia, pero en esta ocasión sí estoy por mi cuenta.
Llegué a la beca y esta vez debo subir por las escaleras. Casi no se puede caminar en la entrada por tantos estudiantes que van llegando poco a poco. Llego al departamento y escucho un murmullo en su interior. Al entrar en la habitación me encuentro con una chica sentada en una de las camas.
—Mucho gusto. Mi nombre es Rose —anuncia la joven con voz muy sutil y sonriente
—Hola. Mi nombre es Ruth.
—Cariño, tengo que irme. Mañana tu hermana comienza la secundaria y sabes que para ella significa mucho. Tu padre me pasó un mensaje que ya llegaron y que Casey te extraña un montón.
—Llegaron rápido.
—Creo que Max se saltó unas cuantas señales de tránsito —explica y me da un beso en la mejilla.
—¿Quieres que te acompañe?
—Estaré bien. Cuando llegue a casa te llamo. Un placer conocerte, Rose.
Mi nueva compañera y yo pasamos un tiempo hablando. Me contó que mientras estuve fuera llegó la otra chica de la habitación. Su nombre es Silvia y que vive a 4 horas de la universidad.
Ya en la noche al tener todo arreglado llega nuestra nueva compañera. Es de piel bronceada y ojos color café. Al principio, como todo el mundo, casi no habla. Poco a poco fuimos entrando en confianza. Tengo que convivir con ellas durante un año y no conozco una persona más introvertida que yo misma.
Las semanas pasaron monótonamente. Mis clases en primer año son en la tarde así que tengo toda la mañana para dormir, pero eso no evitó que a las 4 de la tarde en el turno de FOI estuviéramos todos somnolientos.
En mi año entró solo un pequeño grupo de 30 estudiantes a la carrera, y en las dos primeras semanas, ya se retiró una. La entiendo un poco. Es mucha teoría y poca práctica, pero con el tiempo empiezas a quererla. Cada noche bajo al primer piso después de las 11 para hablar con Max por teléfono. No me gustan tener personas alrededor cuando hablo con él por el móvil. Dentro de una semana es su cumpleaños y tengo planeado darle una sorpresa.
—¿Cómo te fue hoy?
—Igual que siempre. —Hace una pequeña pausa y suspira—. Trabajando y extrañándote mucho.
—Yo también.
—Ruth, ¿puedo preguntarte algo?
—Dispara. —Un mal presentimiento se esparce en mi pecho ante esa frase.
—¿Verdaderamente me amas?
—¿Qué clase de pregunta es esa?
—No lo sé. Simplemente el que estés lejos hace que surjan preguntas en la cabeza. Pero olvídalo. No me hagas caso.
—Claro que sí te amo. De eso no puedes tener ninguna duda. Si no fuera así, no tuviera que discutir con mi madre defendiéndote cada vez que menciono tu nombre.
—Ya lo sé. Cuando me case contigo, pienso mudarme lo más lejos que pueda de tu ella.
—Eso me lo has dicho infinidades de veces y te dije que está bien. Que no hay ningún problema. Sé que Kara no es una persona muy fácil, pero con el tiempo llegas a entenderla.
—Eso lo dices tú porque eres su hija, pero todo el que está fuera de tu círculo sabe que ella no me soporta y me aguanta solo por ti. A veces me dices cosas que ni el mismo diablo se atrevería a...
—Oye, oye, oye. Cuidadito, que estás hablando de mi madre. Si yo no permito que ella te ofenda cuando habla conmigo, contigo no pienso hacer la excepción. ¿lo llevas claro?
—¿Ves? Ese es tu problema —su voz se alza con molestia—. Siempre la estás defendiendo. ¿Pero y yo? ¿Dónde quedo yo?
—¿Disculpa? —Su actitud agresiva me confunde—. Si vas a gritarme por teléfono, avísame para colgar. Mañana cuando estés más relajado me timbras para llamarte. Tu tono de voz no me gusta.
La discusión no va a ningún lado y yo he tenido una tarde muy dura para aguantar este parloteo, cuando lo único que necesito es saber que me comprende y que me extraña como yo a él.
—Lo siento, Ruth —comenta, más calmado—. Tu madre a veces me saca de quicio.
—Es madre, Max.
—Lo siento. ¿Sigues molesta conmigo?
—No, amor. Ya me calmé —recalco, aparentando tranquilidad.
—Buenas noches. Descansa
—Buenas noches, Max—Termino la llamada y dejo escapar un suspiro cargado de tensión—. Necesito tranquilizarme o este chico va a hacer que me internen en psiquiatría.
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Ojos Traicioneros
Teen FictionLa vida de Ruth es demasiado perfecta. Una familia muy unida y amigas que la apoyan. Parece el cuadro icónico que toda galería de arte quisiera exponer. Un día, su paz se quebró cuando Cupido envió al huracán que siempre arrasa con todo. Intentar en...