Capítulo 44 «Difícil decisión»

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—¿Qué ocurre contigo, Max? Has estado en estos días un poco distante.

Después de los exámenes, nos dieron una semana libre, así que había regresado a casa. En las noches, Max solo se quedaba solo media hora conmigo con la excusa del cansancio por el trabajo, cuando en meses anteriores podíamos hablar durante más de una hora sin problemas.

—Nada, Ruth —contesta, con voz agotada.

—Dime qué ocurre. —Tomo su barbilla y giro su rostro hacia mí.

—¿No puedes dejar la carrera y quedarte aquí conmigo?

Alejo mi mano de su rostro como si tocarlo quemara mi piel.

—Dime que no acabas de decir eso.

—Mi jefe me dio una idea. Cámbiate a la universidad de aquí. Está solo a 45 minutos. Nos casamos y te quedas conmigo.

—No puedo creer que me estés diciendo eso. —Parpadeo, perpleja ante semejante idea.

—No sé qué tiene de malo—insiste

«¿Te volviste loco o el polvo del dinero te entró al cerebro?», pienso, estupefacta.

—Solo tienes que dejarla o simplemente cambiarla a una que se estudie en la ciudad.

—Max, ya hablamos de ese tema. No pienso dejar la carrera. Esa idea es totalmente ridícula.

—Casi no te tengo conmigo.

Me siento de un tirón en la cama. Lo que está diciendo no tiene ningún sentido. Un nudo se aloja en mi estómago y las lágrimas amenazan con salir.

—Siempre estás estudiando. La universidad...

—Ah, no. No me vas a dejar como la mala de la historia. —Sus ojos color café se tornan serios—. Me he esforzado al máximo para venir cada vez que puedo. No puedo creer que me estés reprochando que casi no paso tiempo contigo cuando nos hemos visto casi todos los meses. El plazo más largo fue de noviembre a diciembre y solo fueron como 20 días.

—Pero eso no es suficiente, Ruth. —Su rostro se torna tenso y yo estoy hirviendo de la impotencia por dentro—. Quiero tenerte siempre cerca.

—¿En serio crees que dejaría mi carrera? Respóndeme una pregunta. ¿Qué pasa si algún día tienes que mudarte con tus padres?

—Eso nunca va a pasar. —Lo dice con tanta seguridad que a cualquiera lo hubiera convencido, pero no a mí que lo conozco desde hace tanto tiempo—. Si estás aquí conmigo, me quedo.

—¡Eso no te lo crees ni tú, por favor! —espeto, asombrada de sus ideas locas—. ¡Qué fácil lo dices! —él se sienta e intenta tocarme, pero me levanto. Necesito tomar distancia—. La carrera no es algo simple como comer y dormir. Requiere paciencia, esfuerzo y sacrificio.

—Entonces tú no me amas como dices.

Viniendo de él, eso fue caer muy bajo. Ahora sí perdió la cabeza.

—¿Puedes repetir eso que dijiste, Max? Creo que escuché mal.

—Si me amas de verdad, debes dejar la carrera. Soy el hombre, así que debes hacer lo que yo...

—¿Disculpa? —Intervengo, intentando controlar la risa socarrona que casi sale de mis labios. — ¿Te estás escuchando?¿En qué mundo vives? No pienso hacer lo que te de la gana y en segundo lugar tampoco voy a dejar la carrera. ¡Es absurdo!

—Vamos a preguntarle a Jimmy su opinión a esto. —Se levanta de la cama y grita desde la puerta—. ¡Jimmy, necesito que subas un momento!

Nuestras miradas chocan en un duelo mortal. Niego con la cabeza. No reconozco la persona frente a mí. ¿Cuándo se volvió un hombre machista?

Ojos TraicionerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora