Capítulo 16 «Corazón roto»

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Me encantan los sábados, pero adorar los domingos ya es avaricia. Camille y Leyla estuvieron desde temprano en la mañana haciendo varios preparativos para la semana entrante. Es el campeonato y este año se van a realizar en el campus del instituto.

Leyla y yo estamos a cargo de hospedaje y comida para todos los colegios que participarían y para rematar, tenemos que ir mañana temprano para terminar los últimos arreglos. Debemos enseñarles el colegio y las áreas de entrenamiento cuando lleguen. Esta semana será agotadora.

Dolorosamente llega el lunes y no tengo fuerzas para nada. Terminamos los últimos detalles casi a la medianoche. Cuando abro los ojos, ya son las 8:30 de la mañana. Bufo. Leyla me va a pasar a buscar en una hora.

Sin muchas ganas me levanto y arrastré los pies hasta el cuarto de baño. Esta vez en la ducha. En la tina me hubiera quedado dormida. Salgo envuelta en la toalla y en ese mismo momento sale Kade de su habitación todo despeinado y con los ojos hinchados.

—Buenos días, bella durmiente —murmura, casi imperceptible.

—Aurora fue despertada con un beso en los labios —protesto con un mohín en los labios.

—Pues lástima que te tocó Diaval. —Sonríe y pongo los ojos en blanco.

—¿Nos vemos abajo en veinte minutos? —pregunto con el picaporte en mi mano para entrar a mi habitación.

—Mejor que sean veinticinco —añade, entrando en el cuarto de baño.

Media hora después yo y Kade comemos tostadas con mantequilla. Casey ya se fue para la escuela y Sophie debe seguir rendida en los brazos de Morfeo.

—Buenos días, chicos —saluda papá muy contento al entrar en la cocina.

—Buenos días. —Le abrazo cuando pasa por mi lado.

—Buenos días, Henry. ¿Durmió bien? —pregunta Kade con sarcasmo.

—Mejor voy a reservarme ese comentario, jovencito —habla papá preparándose café. El claxon de Leyla llega a mis oídos y gimo por lo bajo.

—¿Quieres ir al instituto conmigo, Kade?

—¿No habrá ningún problema?

—La entrada hoy es abierta. Tenemos muchos equipos a los que asignar lugares y me harían mucha falta un par de manos adicionales. —El clason suena de forma insistente.

—¡Ya vamos! —contesta mi amigo por la puerta de la cocina. A los diez minutos estamos los tres en el auto de Leyla, en la carretera.

—Ruth, cuando venía a recogerte, noté que estaban terminando de repararla casa de tu vecino.

Aclaremos que la casa no está al lado de la mía. Está como a 1 kilómetro pero es la que sigue a la mía. No es mi culpa vivir tan lejos de la ciudad rodeada del aire limpio de la naturaleza.

—Papá me dijo lo mismo el sábado. ¿Chicos, les conté lo que me pasó? —Ambos niegan con la cabeza—. Cuando Kade y mi hermana se fueron, salí a correr para liberar toda tensión. Me encontré un sendero y lo fui a explorar. Al final del sendero, me encuentro dos caballos hermosos y quise tomarles una foto.

—Ruth, cuando eso pasa en las películas de terror, sabes que eso indica desaparición de cuerpo, ¿verdad?

—Concéntrate, Leyla —protesta Kade, y pongo los ojos en blanco.

—De pronto sale un muchacho de entre la maleza con dos perros enormes, dice sus nombres y los envía en mi dirección—. Leyla frena tan fuerte que por poco le doy con la frente a la guantera y me quedo sin hombro por el cinturón de seguridad. —¿Te volviste loca?

Ojos TraicionerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora