Capítulo 2 «Lapsus»

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Las chicas me están esperando en la mesa de siempre. Cerca de la ventana y en la esquina del fondo. Tenemos vista panorámica de toda la cafetería y suficientemente lejos de las porristas del instituto.

Atención a todos los estudiantes —se escucha la voz de la directora Williams y todos hacemos silencio—. La semana que viene, comenzará el campeonato y hoy en la tarde deben llegar los estudiantes de otros institutos. Les pido encarecidamente de favor que no cubran de papel higiénico mi pobre y destartalado auto, ¿ok?

La risa de todos los estudiantes abrumó el ambiente hostil de la cafetería, y detrás siguió la risa de la directora.

«Ella siempre tan ocurrente», pienso y dejo escapar una sonrisa.

Está bien. Era solo un pequeño chiste para subir el ánimo. Limpia su garganta con un carraspeo. Sabemos que este es el Campeonato 15 y muchos están estresados con los preparativos, incluyéndome. Llevamos 7 años consecutivos ganando la copa y espero que este sea el 8vo. Esta tarde no habrá clases.

El estruendo de gritos de victoria y silbidos fue tan grande que se deben haber escuchado en el otro lado del campus.

—Bien —murmura Leyla.

—Pero necesito que los estudiantes limpien sus aulas. El personal de la escuela es un poco bajo y se necesita la colaboración de todos. —Con esas palabras, se cayeron todos los ánimos y un silencio total recorre la cafetería.

—Eso no está bien —protesta Leyla desilusionada y aprieto los labios en una fina línea para no soltar la carcajada.

—Como recompensa a sus esfuerzos, entre comillas, las dos semanas siguientes las tendrán libre y no habrá clases. ¿Les gusta esa idea? —El estruendo de gritos y aplausos fue mucho mayor que la primera vez—.Me parece que sí. Sus gritos acaban de llegar a mi oficina. —Se escucha una leve risa por detrás del micrófono—. Tengan un buen fin de semana.

Es una noticia demasiado buena. Pensándolo bien, ya no tengo que entregar ningún trabajo para Historia. ¡Qué bien!

La directora Williams es una morena de metro ochenta que si te da un puñetazo vas directo al hospital con la mandíbula fracturada. Eso es en los casos más extremos. Mientras tanto, tiene una personalidad serena, carismática y te ayuda siempre que le digas la verdad con base, pruebas y argumentos. Todos en el instituto la admiran y respetan mucho. Todavía no he visto a nadie parársele de frente y que termine teniendo la razón.

—¿A dónde vamos cuando salgamos de la limpieza? Menos mal que nuestra aula es pequeña y el profesor Carrol siempre se encarga de dejarla limpia. Eso si ya no lo hizo —Leyla comenta y observa su sándwich como si quisiera incinerarlo con la vista

—Chicas, este fin de semana llega mi madrastra y tengo que comprar ropa nueva. Acompáñenme a las tiendas. Necesito de su ayuda y auxilio en cuanto a moda. Saben que yo no tengo muy buen gusto que digamos.

Las chicas siguen hablando, pero la vista del campus verde me ha absorbido por completo y sus ojos hicieron aparición en mi menta. ¡Rayos! Hasta el colegio me recuerda a él.

Desde pequeña, toco el piano. Siempre fue mi pasión y mis padres me apoyaron en eso. Era muy pequeña y mis dedos no eran lo suficientemente largos para mi edad, pero de esa manera me probé a mí misma. Trajo como consecuencia que dejara atrás mi infancia y como resultado de mi esfuerzo, todavía con 17 años parezco una tonta viendo los dibujos animados de Bob Esponja y Garfield.

Estando en el internado, de 24 horas, para relajarme solo tenía 4 y la única manera de sacar toda la tensión que tenía por la carga de estudio era corriendo en los alrededores. El internado tiene un aspecto de castillo monárquico del siglo XVIII aunque muy bien cuidado. El lugar es grandioso, pero no era lo mismo que vivir allí. Las vitrinas del techo tienen forma de espiral. Es algo espectacular, pero en la noche aterrorizaba porque tomaban vida, o eso es lo que pensé durante años.

Las clases son en la segunda planta con paredes de cristal. Eso daba como resultado que los profesores constantemente pararan la clase porque algún estudiante se quedaba absorto por el esplendor del paisaje y le regañaban.

Hermosos sauces, pinos y palmeras llenan el campo. La mejor parte de toda aquella belleza era el lago que atraviesa la pradera. Los invernaderos que colindaban con el colegio aportaban al lugar un poco de calidez. Eso sin contar las ruinas en el lado oeste del internado. El lugar daba la sensación que estabas en Hogwarts, la escuela de los libros de Harry Potter, solo que sin magia y cámaras secretas, pero te llegaba a gustar... con el tiempo.

A pesar de todo el terror y agotamiento físico-mental que produce el constante estudio, fue ahí donde conocí a la mejor amiga del mundo. Leyla estudia guitarra e hicimos gran afinidad. Uno, porque éramos de la misma ciudad. Dos, porque coincidíamos de 20 clases en 18 y como tercero, nos ayudábamos mutuamente tanto en estudio como en travesuras.

volcamos tantos sedantes al profesor de Apreciación Musical que durmió toda la mañana y parte de la tarde. Para rematar, le escondimos los espejuelos debajo del televisor y se pasó casi una semana sin dar clases porque no veía nada. Recordar eso me hacía feliz.

Luego de ocho largos años, ambas nos graduamos con muy buenas notas, pero preferimos dejar la carrera. Habíamos aprendido lo suficiente y teníamos otras metas. Al llegar a nuestra ciudad natal, formamos un dúo musical donde en cada fiesta nos pedían que tocáramos. Así nos divertíamos mucho y salíamos con bebidas gratis. Esa era la mejor parte. Todo estaba perfecto hasta que llegó él con su grupo de gira.


Ojos TraicionerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora