Capítulo 30 «El restaurante»

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Nuevo año significa nuevas metas a cumplir. Este 2016 estará cargado de grandes sorpresas y nuevos propósitos, no pensaba quedarme estancada en el vacío del dolor y la soledad igual que el anterior. Max y las chicas dijeron que se encargarían de eso y espero fielmente que se cumpla. La amistad entre él y yo ha crecido bastante. Después de lo ocurrido en mi cumpleaños, empezamos a pasar más tiempo juntos y eso hizo que empezara a sentirme mejor.

A Kade lo tengo lejos así que necesitaba a alguien con quién chismear. Entre Max y Leyla me enseñaron a manejar. El pobre auto estuvo varias veces en el taller en menos de dos meses, pero al fin lo logré y saqué la licencia.

Empecé el instituto con nuevas ideas e intenté estar lo más ocupada que pude. Los profesores estaban asombrados de mis buenas notas, incluyendo el tío Keith. Estar en último año de la preparatoria es lo peor. Las pruebas de la universidad se están acercando y el contenido es interminable.

—Una menos. Todavía nos quedan dos más —murmura Leyla, al salir de la prueba de álgebra.

—Y que lo digas. Estoy desesperada por terminar las que faltan. Necesito comenzar a estudiar para las pruebas de ingreso a la universidad. Se dice que el año pasado se filtró una y esta vez serán más estrictos —explica Camille al sacar su libreta de la mochila—. Bueno, al menos esa fórmula la tengo bien ¿Cómo saliste tú, Ruth?

—Todo fue bien, pero me confundí en la última pregunta. Espero que no reste muchos puntos —añado, mientras seguimos nuestro camino a la cafetería.

Por primera vez está abarrotada de gente, y no precisamente comiendo. Todos tienen alguna libreta o panfleto, estudiando. En el instituto, así como somos unos chiflados para lo que nos conviene, también somos muy buenos para sacar notas altas. Nuestro colegio está en el primer lugar con mejor acumulado de estudiantes que ingresan a la universidad. Eso sin mencionar que el claustro de profesores es bueno y muy exigentes cuando es necesario.

—Vamos a tener que comer afuera del instituto. No hay espacio ni para caminar —protesta Leyla dando la vuelta. Camile y yo hicimos lo mismo. Mi móvil empieza a sonar—. Vaya. El que faltaba.

—Déjate de expresiones confusas, Leyla. —Pone los ojos en blanco y levanto la llamada—. Dime, Max

—¿Cómo te fue en el examen? —pregunta al otro lado de la línea

—Salí bien, pero creo que me confundí. No es gran cosa. —Las miradas incriminatorias de Leyla y Camille me atraviesan cada vez que él me llama. Max no les agrada—. ¿No deberías estar trabajando?

Terminé temprano. El banco tenía que hacer intercambio con otra empresa y limpieza exhaustiva ¿Las chicas están cerca?

—Las tengo enfrente.

Todavía no han almorzado, ¿verdad? —Escucho el ronroneo de su auto al otro lado de la línea.

—Todavía no. La cafetería está muy llena contesto y lo pongo en alta voz.

Espérenme entonces en las afueras del instituto. Paso a buscarlas. Esta vez invito yo. —La llamada se cae y enarco una ceja.

—Bueno. Al menos el almuerzo saldrá gratis —opina Camille, sin una gota de emoción.

—Yo sigo diciendo que...

—Leyla, no seas aguafiestas —interviene Camille y la rubia pone los ojos en blanco—. Deja que el chico sea feliz. Además, hay que aprovechar. Estamos a principio de mes y ya le deben de haber pagado el sueldo. ¿Verdad, Ruth?

—Eso creo —respondo dubitativa, mientras seguimos nuestro camino al parqueo del instituto

—Chicas, falta una semana para San Valentín. ¿Tienen pensado hacer algo? — pregunta Leyla sacando las llaves automáticas del auto.

Ojos TraicionerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora