twenty six

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Anders había preparado la cena, y después ha encendido la chimenea. El clima de Nueva York en los últimos días ha estado para congelarse, apenas y he salido a la calle. La escuela nos ha dado unos días libres antes de que empiecen todos los exámenes finales, ya vamos para el cuarto día de ocho.

–Anders–me acerco algo tímida a la inmensa sala.
–¿Qué sucede cielo?

Suspiro sintiéndome horrible al ver que ella no está enojada. Camino en puntas para no hacer ruido... Me siento en el tapete de piel sintética en la mitad de la sala, ella está en uno de los sillones, se mece un poco y me mira. Yo desde el suelo le sonrío para después mirar la chimenea y el fuego que sale de esta.

–Quería pedirte perdón porque sé que me he comportado como una niñita malcriada la última vez que hablamos, sé que no ha sido la mejor actitud que pude tomar.

–Oh Louise, no tienes porque pedirme perdón. Me imagino lo difícil que debe ser querer aceptar algo así cuando los tratos no son los adecuados, pero todo tiene su proceso– me sonríe y después suspira–. Me recuerdas tanto a Cassandra, eres la viva imagen de tu madre.

–¿Cómo era ella?, es decir... Su personalidad– le sonrío emocionada.

–Ella era una mujer muy carismática, delicada, amorosa, inteligente y audaz... La primera vez que la vi fue cuando tu padre ya llevaba tiempo saliendo con ella, yo diría que unos 6 años, ellos se amaban mucho Louise... Tu papá decidió que lo mejor era casarse, y poder formar una familia. 

–¿Redmond ya sabía de su esquizofrenia– le pregunto sintiendo mis ojos picar.

–Sí, pero él lo hacía todo por ella. Se tomaba más de dos pastillas diarias, jamás le pregunté para qué eran, pero lo sabía. Él después se enteró que tendrían a un pequeño bebé en casa– me mira y me aprieta un cachete–. Pero desgraciadamente al poco tiempo que naciste, no volví a ver a tu madre. Redmond me dijo que había muerto de un virus que no pudieron identificar.

Trato de analizar toda la información que Anders me ha dado. Redmond no siempre fue el hombre que es ahora, mi mamá era lo único que lo podía mantener a la raya, y como no, si estaban enamorados. 

Empiezo a recordar los meses anteriores, los papeles que estaban en la mesa, decía su nombre junto a su fecha de nacimiento, pero no había fecha de muerte, el día que estuve en el hospital alguien a preguntar por mi y la descripción coincidia tanto con la de mi mamá.

–¿Anders cuando estuve en el hospital, en algún momento tú fuiste a verme?

–Oh no, no podía cielo. Tu padre me mataría si dejo la casa sola.

–De acuerdo, gracias por la historia fue muy bonita.

Me levanto del tapete para poder ir a mi habitación, al llegar me tiro en la cama y suelto un suspiro, siento un vacío horrible en mi pecho, es decir... ¿Podría existir la probabilidad de que mi mamá estuviera viva?, el solo hecho de pensarlo me hacía sentir emocionada, podría irme a vivir con ella y...

Mi teléfono suena haciéndome salir de mis pensamientos, sin ver el identificador de llamadas, contesto.

–¿Hola?
–Hola cielo.
–Hola Zayn, ¿Cómo estas? ¿Muchos pacientes?
–Algo, ha fallecido Aaron y me siento terrible.

Aaron era un pequeño de ocho años que Zayn atendía. Tenía cáncer. Dios, como duele saber que miles de niños mueren a diario, niños con esperanzas y con fantasías, esperando algún día cambiar el mundo. 

 –Lo siento mucho Zayn.

–Sí– se queda callado por unos segundos.

–¿Ya acabaste tu turno?– pregunto para ver si puede hacer algo por él.

Her » ZAYNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora