Capítulo 14

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Constelación de Draconis

Planeta Athebiné


La reina Lyra tomó uno de los holanes de su vestido para caminar entre las piedras de aquel planeta solitario llegando hasta donde se encontraba una exuberante lápida con arreglos florales que parecían no secarse a pesar de la nula obtención de agua y calor de acuerdo a los respectivos cuidados.

Miró hacia los lados únicamente para toparse con la nada, recordando aquel día en que su esposo murió en una dura batalla, su único consuelo es que, antes de dar el último soplo de su corazón, el rey Asclepio logró terminar con la vida de todos los seres que habitaban aquel lugar, de todos ellos que se negaban a ser conquistados.

Su marido murió cumpliendo su objetivo.

Oh, qué gran hombre.

La pelinegra se arrodilló frente a la lápida del rey y juntó sus manos muy cerca de su propio rostro para comenzar una serie de plegarias en un idioma desconocido, luego de unos segundos besó tres de sus dedos para después dejarlos reposando sobre el duro concreto justo donde yacía escrito el nombre del amor de su vida junto a una marca grabada en forma de j, sonrió con dulzura antes de que sus ojos se llenaran de lágrimas.

— No descansaré hasta encontrar a nuestro hijo...— pronunció tragando el nudo de su garganta.— Sé que está vivo... puedo sentirlo y sé que no estoy loca, Asclepio...— tocó su pecho con firmeza antes de continuar conversando a la nada.— ¿Sabes? Ha pasado mucho tiempo, probablemente él ya sea un adulto.— soltó una risita amarga ante el hecho de haberse perdido todas las etapas de crecimiento de su hijo.

Al pasar unos segundos, la reina miró al cielo con aspereza.— Dimos a luz a un ser extraordinario...— dirigió su vista a las demás estrellas que podían observarse, pertenecientes a la constelación de Draconis, lugar que fue testigo del nacimiento de su hijo.

— Y... tiene un poder... un poder maravilloso...— bajó su mirada retomando su visión a la lápida.— ¡Ja! Probablemente ya haya conquistado algún planeta... o varios— sonrió, mostrando su perfecta dentadura.— En su interior cohabita lo que siempre hemos predicado y hecho realidad, amor mío...

Lyra se levantó y se dio la vuelta para comenzar a caminar, dirigiéndose hacia su nave para marcharse de aquel lugar, sin embargo, la pelinegra no dejó de hablar.

— En su sangre está la sed de conquista y el poder.— su bello rostro pronunciaba aquellas palabras con firmeza, no teniendo ninguna duda al respecto.— En su sangre no hay compasión, no hay debilidad...— las compuertas de su nave se abrieron lentamente y uno de sus guerreros la esperaba con la mano tendida, dispuesto a ayudarla.— Estoy segura que es como nosotros...

Una pequeña ráfaga de viento sacudió su hermoso peinado pero la pelinegra no se molestó en acomodar los finos cabellos que reposaron en su mejilla, solo continuó hablando.

— Nuestro hijo está vivo y lo encontraré, mi rey.— Lyra tomó la mano de aquel servidor galáctico y giró levemente para echarle un último vistazo al lugar donde el cuerpo de su marido descansaba en paz.— El príncipe Ian de Alnair regresará con mamá y el Imperio Troobian estará listo para acogerlo. Eso te lo juro, mi amor...



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