Prólogo

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Los declaró marido y mujer... Pero para llegar a ese momento tenemos que retroceder casi veinte años. O tal vez mucho más.

Dónde aún éramos unos niños cuando nos conocimos, yo como la niña nueva y él como el niño más popular del colegio. Yo con una beca y él con la vida resuelta. Mis padres son periodistas y los de él, empresarios. Son una de las parejas más ricas del mundo, sus negocios se basan en un conglomerado de marcas de lujo y medios impresos. Por todos sabían que sus padres no se llevaban tan bien y si no se divorciaban era por qué no querían dividir los negocios. Aunque era de dominio público que ambos mantenían relaciones extra maritales

Al principio nos caímos muy mal, me hacía travesuras o ponía sobrenombres. Por eso, cuando conocí a mi mejor amiga Sonsoles, entre ellos dos, fue odio puro. Se detestan, peor que el agua y el aceite, o el coyote y el correcaminos. Eran peleas interminables en las que siempre me tenían entre la espada y la pared.

Hasta que llegó el momento en el que nuestras vidas adolescentes se separaron. Sonsoles y yo seguiríamos juntas hasta el día de hoy. Salvó una pequeña separación que tuvimos por un año, en la que un conflicto profesional nos separó. Hablo muy mal de mí en cada medio que le ponía un micrófono.

Yo, por mi parte, me quedé en una línea neural. El no agresión era mi lema.

Pero antes de que eso sucediera, volvió a aparecer en mi vida ese pequeño hombrecillo, que de pequeño no tiene nada. Se convirtió en un hombre muy alto, aunque aún conserva esos hermosos ojos azules que siempre me encantaron. Sustituyo la arrogancia por la dulzura, aunque bueno, en eso me tengo que dar mérito. Pues dicen que, desde que nos reencontramos, ha cambiado muchísimo.

Lo sé, lo sé, suena todo tan revuelto, pero así es esto. Así ha sido siempre mi vida, un suave y baja de emociones. La abuela Menchú siempre me ha dicho que soy la chiquilla más intensa que ha visto en esta tierra. Y mira que ha visto muchas a lo largo de sus sesenta años. Soy Letizia Ortiz Rocasolano, periodista y con una enorme valentía para alcanzar todos mis sueños.

Pero bueno, siempre hay que comenzar con el principio.

La Encrucijada del A+ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora