Letizia

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Me encantaba despertar en sus brazos todas las mañanas. Es una sensación de plenitud que no podía explicar. Esa mañana lo necesitaba tanto. Apenas desperté y lo ví dormir tan plácidamente, que en ese momento necesitaba que me hiciera el amor. Lo desperté con pequeños besos por todo su rostro. Antes de abrir sus ojos me regaló una hermosa sonrisa ... — Me encanta que me despiertes así ... Continúe con los besos hasta que me tomó de las manos y me dió la vuelta para quedar encima de mi ... — Amaneciste muy traviesa hoy ... No dije nada, solo lo bese, necesitaba sentirlo. Así que las cosas fueron rápido, entro en mi para comenzar a moverse como mi completo dueño.

— Te amo Felipe ... El se perdia en mi cuello. Y yo baje todo lo que pude mis manos para tocar su duro y firme trasero. No podía parar de gemir. Más cuando acariciaba mi pecho. Una acción que además de darme placer, me generó un poco de dolor. Fue un hermoso amanecer, en el que fundimos nuestros cuerpos en uno solo.

El entro a darse una ducha, mientras yo iba a la cocina a preparar el desayuno. Sentía un hoyo profundo en mi estómago, como si tuviera días sin comer. Preparé la mesa y mi hermoso hombre salió de la habitación para desayunar.

— Así que mi futura esposa despertó con ganas de mirarme ... Se sentó y yo lo hice en sus piernas. Acomodaba su cabello, algo revuelto.

— Quiero consentir a mi marido ... Estaba en mi nube de felicidad, cada vez que veía mi mano ahí estaba ese hermoso anillo, ese que simboliza nuestra promesa de estar juntos para toda la vida.

— Me encanta y más porque hoy me espera un día terrible en la oficina.

— ¿Siguen los problemas? ... Me preocupaba todo lo que estaba pasando con Felipe. No era cualquier cosa, la empresa de su familia se podía meter en graves problemas. No me lo dice, pero se que todo le preocupa, está tenso y en ocasiones pensativo.

— Si, hoy habrá una reunión con todos, solo espero que no se salga de control ... Desayunamos con normalidad. Después él se fue a trabajar y yo me quedé arreglando un poco la casa. Un sutil mareo me vino de repente, pero así como llegó, se fue. Hice toda mi rutina y subí al coche para irme a trabajar. Hoy llegaría más temprano ya que Antonio nos iba a presentar a un nuevo compañero. María sigue insistiendo en irse a otra área, cada vez puede disimular menos que se muere de amor por nuestro jefe. Este nuevo elemento, supongo que será el remplazo muy próximo de mi productora.

Apenas llegué al estacionamiento, un nevo mareo me hizo tambalear, por fortuna María estaba cerca, se percató de mi aspecto y corro a ayudarme. Escuchaba todo lejano y un pequeño zumbido en mis oídos.

— Creo que se me bajo la presión... Me tomó del brazo y me ayudó a sentarme en la banqueta. Mi vista estaba por completo nublada, tuve que apoyar mi cabeza en las rodillas. Todo me daba vueltas.

— Yo te veo muy pálida. Es mejor que vayamos con un médico

— No, ya se me está pasando. Pensé que ya me había liberado de estos malestares.

— ¿Ya te había ocurrido?

— Si, hace unos días, pero ya se me habían quitado. Creo que es por el estrés

— O porque estás embarazada... La miré con miedo. En ese momento mi cabeza comenzó a ser cuentas, mi periodo no había llegado, creí que lo haría por el dolor en mis pechos. Comencé a sentir miedo. No puedo estar embarazada... — Por tu cara, creo que no estoy tan equivocada.

— No lo sé María... Me ayudó a levantarme tomándome con fuerza del brazo, me abrazó. Creo que me vio tan frágil que su reacción fue darme consuelo.

— Sube a mi oficina y espérame ahí. Iré a comprar una prueba de embarazo ... No espero a que yo contestará. Apenas lo ordeno, se fue. No me quedó más remedio que hacer lo que me pidió. Mi cabeza está hecha un lío. Por un lado me emocionaba tener un bebé, es lo que siempre he querido. Pero por el otro. Se que Felipe no quiere ser padre, esto se saldría por completo de nuestros planes.

La Encrucijada del A+ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora