Letizia

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Para mí han resultado ser unas semanas complicadas. Felipe me ha hecho sentir como si estuviera enferma. No me deja hacer absolutamente nada. Mi madre me llama todos los días al igual que mi padre, el embarazo de mi hermana Telma está en la recta final. Pero por obvias razones, no podré viajar a verla. Vive en Barcelona con el padre de su bebé. No le he comentado nada a Felipe respecto a qué quiero estar ahí cuando mi nueva sobrina nazca, para que, si lo más probable es que me diga que no.

A eso le sumo el hecho de que no quiere estar conmigo, el embarazo me tiene con todas las hormonas alborotadas y a él parece darle igual. Su respuesta es siempre la misma, estoy cansado y tú tienes que guardar reposo. Su último rechazo me hizo comprender que ya no debía rogarle.

Aquella noche en la habitación, trate de usar mi camisón más escotado, mis pechos están más grandes de lo normal. Y aún y que se me queda viendo como perrito con hambre, jamás ha hecho el intento por tocarme. No creí ver a un Felipe contenido.

— ¿Cómo te fue en el trabajo? ... Estaba llegando un poco más tarde a casa, las cosas en la oficina se estaban arreglando poco a poco, ente Don Juan Carlos y él, estaba rescatando su empresa del hoyo en el que había caído por culpa de Doña Sofía, que si bien aún no la conozco, no me quedaba duda de que es una mujer ambiciosa.

— Bien. El imbécil de Federico Hernández pensó que podía salirse con la suya. Ahora que se quedará fuera de todos los negocios, quiere volver como si nada hubiera pasado.

— Al final ese hombre también fue víctima de la ambición de Carlos... Se sentó al borde de la cama y comencé a darle un pequeño masaje. Era verdad, está muy tenso. Comencé a darle pequeños besos en su cuello, hasta girarlo completamente a mi. Lo tomé de las mejillas y lo besé con tanta pasión.

— Amor no hagas eso ... Quiso apartarse de mi, pero lo tomé por los brazos. Estaba reaccionando a mis caricias cuando me tomó de la cintura.

— Te necesito ... Mis labios buscaban los suyos, me correspondía, pero aún sentía esa resistencia que hacía querer alejarse.

— Estoy cansado, Letizia ... Mi mano bajo hasta su entrepierna, su erección era grande, no podía seguirme negando que deseaba lo mismo que yo. Me baje los tirantes de mi camisón, su vista se perdió en mis senos. Cuando sentí sus manos en ellos, con ese simple roce me arranco de mi boca un pequeño gemido... — Solo un rato mi amor ... Saco todo el aire por su boca, está reprimiendo el deseo. Quite poco a poco los botones de su camisa. Besé su pecho, pero apenas quería meter mi mano dentro de su pantalón. Me tomó con fuerza del brazo y me alejo.

— Ya duérmete Letizia ... Se levantó rápido de la cama y se metió al baño. Me dieron tantas ganas de llorar por ese desprecio. Tal vez ya no le gustó como antes. Me metí a la cama y cierre los ojos. El se tardo en el baño, cuando salió, me hice la dormida. Me dió un beso en la cabeza para después apagar las luces.

A la mañana siguiente no me desperté cuando él lo hizo. No quería hablarle, ni mucho menos hacer como que nada había pasado. Me volvió a dar un beso en la cabeza y salió de la habitación. Estaba molesta que me tratará como alguien débil. No me ha dejado ir al hospital para ver a Álvaro. No me deja ir de compras sola. No me deja hacer nada y todo esto me está volviendo loca. Lo único que me ilusionaba es mi trabajo, mi gran distracción e interacción con otras personas.

Con Sonsoles las cosas habían mejorado. No tenemos la amistad que solíamos tener, eso se dará con el paso del tiempo. Pero me alegro mucho que esté aquí y me haga compañía.

Salí rumbo al trabajo. Mañana tengo cita con mi ginecóloga para conocer el sexo del bebé. Era lo único que hacía que mi mal humor desapareciera.

Salí con el chófer que Felipe había contratado. Porque para colmo tampoco me dejaba conducir.

La Encrucijada del A+ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora