Sonsoles

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Federico Hernández se había convertido en mi más grande informante. Hablamos casi todos los días, es un viejesito de lo más encantador. Tomó en cuenta mi sugerencia de llevar a su propia gente que le garantizará que los negocios estaban en buenas manos. Por lo que me contó. A los Borbón no le cayó nada bien la idea, pero aún así, lo terminaron aceptando, porque legalmente, no hay por qué negarse.

En cuanto a la audiencia, Letizia me seguía ganando. Y estaba perfecto, me encanta que le esté yendo muy bien. Mi competencia no era directamente con ella, nada de lo que estoy haciendo es en contra de ella. Tal vez y hasta un día me agradezca si se descubre que esa familia es una porquería.

Cómo ya se me había vuelto costumbre, saliendo de trabajar fui a ver a Álvaro. Vernos en un hotel ya no era tan cómodo. Ahora nuestras citas se llevan a cabo en su residencia. Es muy grande para una persona que vive sola. Me recibió con una botella de champagne, y algunos bocadillos. Me encantaba esta parte de mi rutina. Con Álvaro todo se me olvida. Me hace reír con sus ocurrencias, me hace sentir niña otra vez. Y no la niña resentida y enojona que solía ser. Esta era la mejor versión de mi misma, una versión que solo Álvaro puede hacer que salga de mi.

— ¿Te gustaría quedarte a dormir está noche?

— Me encantaría, pero sabes que no puedo. Carlos está en casa y si no llego me mata... Tenía que comenzar a actuar con cuidado, estaba comenzando a sospechar por mis llegadas tarde a casa. Las excusas se me estaban terminando, y a pesar de que el también tiene una amante, nunca ha faltado a casa a dormir.

— ¿Por qué te casaste Sol? Es evidente que no lo amas.

— ¿Y quién te ha dicho que no lo amo?  Así son las relaciones, Álvaro. Tu mismo lo sabes.

— Si lo amarás, no estuvieras aquí conmigo, no me llamarías para vernos y saber cómo estoy.

— ¿Te molesta eso? Lo puedo dejar de hacer

— No me molesta, solo quiero saber porque actúas así. No todas las relaciones son liberales, muchos si se casan por amor.

— ¿Muchos como quien? Yo no conozco ninguno ... Antes de perder a todas mis amigas, sabía de sus andanzas. El mejor ejemplo era el de mis padres. No conozco ningún matrimonio sólido.

— No debería de decir esto, pero los pongo de ejemplo porque me gusta su relación. Felipe y Letizia se van a casar. Hubieras visto todo lo que él preparo para ella. Y la felicidad de ambos era grandiosa.... Giré a verlo de manera asombrada, no me esperaba algo así, y menos en tan poco tiempo. Extrañamente no estaba enojada, ni decepcionada. En ese momento tuve un profundo sentimiento de tristeza. Mi mejor amiga se había comprometido y yo no estuve con ella en ese día. Lo soñamos desde niñas. Pero con Felipe, simplemente no puedo.

—Bien por ellos, veamos cuánto se tarda Felipe en ponerle los cuernos.

— No, ellos se aman de verdad. Tienen una magnífica relación.

— Haber Álvaro. ¿Me estás diciendo que quieres una relación como la de ellos?

— No lo sé, pero no me siento bien al saber que soy el amante. Tu me pediste exclusividad y yo te la estoy dando. Pero tú si te acuestas con tu marido. Aquí las cosas no son justas.

— Álvaro

— Nada. Sonsoles. Que actúe como un inmaduro para hacerme la vida mas ligera, no quiere decir que sea un estúpido. A mí no me vas a ver cómo tú juguete... Sabía que las cosas iban a tomar este rumbo. Yo misma quería salir de este juego tonto. Si tan solo me hubiera encontrado con Álvaro días antes de casarme. No estaría en esta encrucijada.

La Encrucijada del A+ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora