Sonsoles

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Después de las faltas de respeto de Carlos, eran una clara señal de que tenía que salir de ese lugar, de ese matrimonio. ¿En qué demonios estaba pensando al casarme con un hombre que apenas conocía? Tal vez fue el deslumbramiento de que un hombre como él se fijara en mí, su porte, su presencia, un hombre con más años de experiencia y que en algún momento fueron mi debilidad. Por ser un hombre con asenso político, y tener tanta influencia sobre muchas cosas. Carlos no es un hombre con el que se pueda jugar, de eso estaba consciente.

En estos meses que llevamos de matrimonio no hemos vuelto a tener intimidad, por un lado, porque yo estoy con Álvaro, estoy tan satisfecha que no me quedan absolutamente nada de ganas de estar con otro hombre que no sea él. Es divertido, atento, no es el típico hombre romántico que desea bajarte la luna y las estrellas. Es un hombre con convicciones, lo que quiero lo hace sin pensar en las consecuencias. Como estar en una relación con una mujer casada, lo que comenzó como una aventura arriesgada y excitante para ambos, se terminó convirtiendo en un sentimiento mucho más profundo que eso.

Hoy nos veríamos para comer después de que la noche anterior no nos pudimos encontrar. Tal vez por eso mi día lo había comenzado de malas, él me había acostumbrado a la buena dosis de sexo, y el no tenerla me eleva los niveles de estrés.

— Hola, traviesa... Me abrió la puerta de su casa, para recibirme con una cantidad de besos. Sé que solo fue una noche o un día alejada de él, pero es más que suficiente para sentir su ausencia y extrañarlo.

— Hola, guapo, ¿con qué me vas a sorprender hoy?

— Con unos jugosos y exquisitos camarones, preparados por mi chef personal. Dicen que son buenísimos para la potencia sexual ... Me dio un par de nalgadas, para después encaminarme al comedor. Todo olía exquisito, de pronto sentí un gran antojo de devorar todo.

— No necesitas nada para mejorar eso, estás en tu punto... Giré para chocar con su pecho y bajar mi mano a su entre pierna, toqué su gran paquete con la palma de mi mano. Eso lo hizo sonreír e inclusive ponerse nervioso. Quitó mi mano y me ayudó a sentarme. Me extraño un poco su reacción, normalmente cuando hacemos algo así es para seguirnos el juego.

— Así que tu marido está controlando tus horarios ... Se sentó a un lado mío, y unas señoras de servicio perfectamente uniformadas se encargaron de servirnos la comida. Sentía un enorme hoyo en mi estómago, un hambre que no había sentido jamás, tomando en cuenta que desayune muy bien en la mañana.

— Tanto como controlarme, no. Solo no quiere que llegue tarde, es normal que comience a sospechar... Apenas di el primer bocado, ya no pude parar de comer, eso está delicioso.

— ¿Sospecha algo? ... Me miraba raro, estoy consciente de que mi manera de comer no es la más apropiada.

— Como tal no, pero no quiero que lo llegue a hacer, no puedo meterme en problemas con él ahora que lo necesito. Esto está delicioso... Tomé uno de los muchos aderezos que estaban en la mesa.

— Me doy cuenta. Me alegra que fuera de tu agrado la comida. ¿Puedo saber por qué lo necesitas tanto?

— ¿A quién?

— A tu marido. Acabas de decir que no te puedes meter en problemas porque lo necesitas. ¿Para qué lo necesitas tanto? ... No podía decirle que él era una pieza fundamental en mi venganza. No era una venganza como tal, solo quería que el mundo supiera quién era Juan Carlos de Borbón.

— Será porque es mi marido y lo quiero. Bueno, no querer tal cual ... Me arrepentí de mis palabras, apenas vi el desapruebo en su rostro. Él no había tocado su plato de comida, y tal vez no lo haría, ya que su estado de ánimo cambió por completo.

La Encrucijada del A+ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora