ANDER ROSS

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Soy Ander Ross, tengo 26 años, y hace un años que me gradué en arquitectura y diseño de la Universidad de Los Ángeles. 

Vengo de una familia acomodada; mis padres tenían un hotel de lujo y varios negocios  en la ciudad, así que yo llevaba una vida despreocupada. Me gusta considerarme un "moja bragas." Sí, suena egocéntrico, pero es la verdad.

Vivía tranquilamente en Los Ángeles, o al menos, lo que yo consideraba tranquilidad. Mis padres, sin embargo, estaban hartos del bullicio de la ciudad y de mis constantes líos de faldas. Decidieron joderme la vida vendiendo el hotel , varios negocios y mudándose al puto culo del mundo, rodeados de bichos, árboles y hierba. Según ellos, aquí aprenderé a valorar las cosas y ellos estarán más tranquilos.

Quedarme en Los Ángeles no era una opción. Tendría que ponerme a trabajar para mantenerme, y mis gustos no son precisamente baratos. Además, no quiero trabajar... al menos no todavía. Por ahora, vivir con la tarjeta sin límite de papá y mamá es genial.

Así que aquí estoy, atrapado en este lugar idílico para ellos, pero infernal para mí, tratando de encontrarle algún sentido a esta nueva vida lejos del lujo y la comodidad a la que estoy acostumbrado.

Bajaba de mi coche junto a mi hermano Matt y mi hermana Dakota, cuando vi cerca del vallado de mi nueva casa, a una chica montando a un caballo negro. Cuando la quise volver a ver, galopaba velozmente hasta perderla de vista.

¿Quién es esa chica?

Apenas había terminado de desvanecerse la imagen de la chica morena en el horizonte cuando Dakota, siempre perspicaz, notó mi mirada absorta.

—Ya estás pensando en tus líos, Ander —dijo con un tono de resignación, aunque una pequeña sonrisa asomaba en su rostro.

—Vamos, Dak, solo estoy... apreciando el paisaje —respondí, alzando las cejas y levantando las manos en un gesto inocente.

Matt, el más tranquilo de los tres, simplemente sacudió la cabeza y comenzó a descargar nuestras maletas del coche. El calor del sol era sofocante y el zumbido constante de los insectos parecía amplificar la sensación de aislamiento. Esto, definitivamente, no era Los Ángeles.

—Deberías ir a explorar, Ander. Quizá encuentres algo que valga la pena en este "culo del mundo" —sugirió Matt mientras me lanzaba mi maleta.

Suspiré, observando el entorno. La nueva casa era grande y bastante moderna, al menos mis padres hicieron una buena reforma antes de mudarnos aquí, aunque conserva ese estilo rústico que parece que se una con todo lo que hay alrededor de ella. También esta rodeada por una vasta extensión de terreno, se veía completamente diferente de la vida vibrante y moderna a la que estaba acostumbrado.

 También esta rodeada por una vasta extensión de terreno, se veía completamente diferente de la vida vibrante y moderna a la que estaba acostumbrado

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—Bueno, al menos tenemos espacio para nosotros mismos —comenté, intentando encontrar algo positivo en la situación.

—Claro, espacio para ti y tus "aventuras" —bromeó Dakota, levantando una ceja.

Me reí, pero no pude evitar sentir una mezcla de curiosidad y frustración, la imagen de la morena a caballo me vino de nuevo a la mente. ¿Quién seria? Quizá con ella este lugar no sería tan aburrido después de todo.

Decidí explorar un poco, dejando a mis hermanos en la casa. Caminé hacia el vallado donde la había visto por última vez. Los árboles susurraban con la brisa y el olor a pino llenaba el aire. Todo era tan... diferente.

De repente, escuché el sonido de cascos de caballo acercándose. Mi corazón se aceleró. ¿Podría ser ella? Me escondí detrás de un árbol, asomándome lo suficiente para ver sin ser visto.

Y ahí estaba, montando su caballo negro con una gracia que parecía innata. La morena llevaba el cabello recogido en una coleta alta y su piel bronceada resplandecía bajo el sol. Parecía salida de una revista de moda rural.

Justo cuando pensé que pasaría de largo, sus ojos se encontraron con los míos. Sentí un escalofrío recorrerme. Ella sonrió, una sonrisa desafiante, y tiró de las riendas para detenerse frente a mí.

 Ella sonrió, una sonrisa desafiante, y tiró de las riendas para detenerse frente a mí

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—Así que tú eres el chico nuevo —dijo, con una voz tan segura como intrigante.

—Así es. Soy Ander, ¿y tú quién eres, Pocahontas? —respondí, intentando mantener la compostura.

—Veremos si puedes mantener esa actitud de niño de ciudad por aquí —replicó, dándome una última mirada antes de galopar de nuevo, dejándome con más preguntas que respuestas.

Volví a la casa con una sensación extraña. Quizá este lugar tenía más que ofrecer de lo que había pensado. Y con un poco de suerte, esa morena misteriosa haría que mi estadía en el "culo del mundo" fuera mucho más interesante.

ERES MIA VAQUERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora