QUIERO RECORDARTE

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HADA

Me desperté con los primeros rayos de sol filtrándose por las cortinas, acariciando suavemente mi rostro. Al abrir los ojos, lo primero que vi fue a Ander, dormido a mi lado. Su respiración era profunda y rítmica, y su semblante, tranquilo. Aunque sabía que debería reconocerlo, no podía. No recordaba su rostro, ni su nombre, pero a pesar de ello, había una sensación de seguridad envolviéndome, como si, de alguna manera, estuviese en el lugar correcto.

Me moví lentamente para no despertarle y me quedé observándolo, intentando buscar en lo profundo de mi mente algún recuerdo, alguna señal que me dijera que todo esto era real. ¿Cómo podía haber olvidado a alguien con quien había compartido tanto? Porque, aunque no lo recordaba, sabía que teníamos un hijo, y otro en camino. Esa realidad seguía siendo un choque, un enigma que no lograba resolver.

Mis dedos se movieron por su rostro sin pensarlo, trazando la línea de su mandíbula, acariciando su mejilla y finalmente enredándose en su cabello. Era un gesto familiar, casi instintivo, como si mis manos recordaran lo que mi mente había olvidado. Su piel era cálida bajo mi toque, y había algo profundamente reconfortante en su cercanía, algo que me hacía sentir que estaba segura, que pertenecía a ese lugar, aunque mi memoria se negara a cooperar.

De repente, noté una humedad en mis mejillas. Al principio no me di cuenta de que eran lágrimas hasta que una de ellas cayó sobre la almohada. ¿Por qué lloraba? ¿Era frustración, tristeza o simplemente el peso de la confusión y el miedo que había sentido desde que desperté sin memoria? Me sentía abrumada por la realidad de mi situación. Aquí estaba, al lado de un hombre que debería significar todo para mí, con una vida que no recordaba, y sin embargo, una parte de mí se aferraba a él con desesperación, como si temiera perder lo poco que me quedaba.

Mientras lo observaba en silencio, una oleada de emociones me invadió, llevándome a sentir un impulso que no pude controlar. Quería besarle, necesitaba sentir sus labios, como si en ese gesto pudiera encontrar una respuesta, una conexión con lo que había perdido. Me acerqué lentamente, con el corazón latiendo con fuerza en el pecho. Mis labios rozaron los suyos con suavidad, con una mezcla de timidez y anhelo. No me di cuenta de que una de mis lágrimas había caído en su rostro hasta que él, de repente, murmuró con la voz ronca y adormilada:

—No llores, Pocahontas.

Me quedé paralizada, con el corazón a punto de estallar. No supe qué decir al principio, mis palabras atoradas en la garganta. Solo conseguí murmurar:

—Lo... lo siento.

Ander abrió los ojos y me miró, aún somnoliento pero con una calidez en su mirada que me hizo estremecer. Su mano subió lentamente hasta mi mejilla, secando las lágrimas que aún caían.

—No tienes por qué disculparte —dijo en un susurro—. Yo quiero tus besos, Hada. Te quiero a ti.

Sentí que mi corazón se detenía por un segundo, y luego se aceleró aún más, si eso era posible. Las palabras de Ander resonaban en mi mente, confundiéndome más, pero al mismo tiempo, había algo reconfortante en ellas, algo que me hacía sentir menos perdida.

—Echo de menos tus besos —continuó, su voz suave y sincera—. Echo de menos todo de ti.

Las palabras de Ander me conmovieron profundamente, y me vi obligada a bajar la mirada, sintiéndome culpable por no recordar lo que debería. ¿Cómo podía él echar de menos algo que yo no recordaba haber dado? Sin embargo, la ternura en su voz me hizo sentir que, de algún modo, tal vez podría encontrar el camino de vuelta a él, aunque mi memoria me fallara.

—No sé cómo... —empecé a decir, pero me detuve, incapaz de seguir. No quería herirle más, no quería que sintiera que había perdido todo de mí.

ERES MIA VAQUERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora