VOLVEMOS A CASA, VOLVEMOS A LAS MISMAS

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HADA

Después del desayuno, Ander y yo nos quedamos un rato más en la mesa, disfrutando de la compañía de nuestras familias. Han sido un par de días intensos, pero también llenos de momentos que no cambiaría por nada. Mientras recogíamos la mesa, le lancé a Ander una mirada significativa, y supe que era el momento perfecto para compartir nuestro regalo de bodas con nuestros padres.

—Mamá, papá, ¿podemos hablar un momento? —dijo Ander, llamando la atención de sus padres, que estaban jugando con Derek y Nora en la sala de estar.

—Claro, hijo, ¿qué pasa? —respondió su madre, con una sonrisa curiosa.

—Queremos daros un regalo muy especial —añadí, tomando la mano de Ander.

Mis padres también se acercaron, claramente intrigados. Les habíamos pedido que se quedaran un rato más porque teníamos algo importante que compartir con ellos.

—Sabemos que ha sido un año duro para todos —comenzó Ander—. Y con todo lo que ha pasado, creemos que merecéis un descanso. Así que... —Ander me miró, le di un apretón de manos y le sonreí—. Os hemos preparado un viaje a España, para que podáis desconectar y disfrutar de unas merecidas vacaciones. Será una especie de luna de miel tardía para vosotros dos, y mis padres os acompañarán.

Vi cómo los ojos de mi suegra se llenaban de lágrimas de felicidad, mientras su marido intentaba mantener la compostura.

—No teníais por qué hacer esto, pero... ¡es un regalo increíble! —dijo él, claramente emocionado.

—Lo hemos hecho con mucho cariño, y creemos que os vendrá bien —añadí, sonriendo a mis padres, que también estaban visiblemente emocionados.

—Es hora de que vosotros os toméis un respiro. Nosotros volveremos a Los Ángeles, pero Matt y Erick se encargarán de todo —aseguró Ander.

Pasamos el resto del día haciendo los preparativos para el viaje de nuestros padres. Se irían en una semana, lo que significaba que Ander y yo tendríamos unos días más para disfrutar juntos en el rancho antes de volver a Los Ángeles.

El día del volver a Los Ángeles llegó demasiado rápido. Nos despedimos de nuestras familias, prometiendo volver pronto. A pesar de todo lo que había pasado, estaba emocionada por regresar a nuestra vida en Los Ángeles. Ander tenía varios proyectos pendientes en la oficina, y aunque no lo admitiera, sé que echaba de menos un poco el bullicio de la ciudad.

La primera semana de vuelta fue agitada. Entre los proyectos de arquitectura de Ander y ponernos al día con todo lo que había quedado pendiente, los días se pasaban volando. Pero Ander y yo nos ajustamos rápidamente a nuestro ritmo habitual.

Una noche, tras un largo día, me di cuenta de que Ander todavía no había llegado a casa. La preocupación empezó a crecer en mi pecho. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que sentí esta inseguridad, pero no podía evitar recordar lo que ocurrió meses atrás. Decidí enviarle un mensaje para ver cómo estaba, pero al abrir mi teléfono, ya había un mensaje suyo... o eso pensaba.

Al abrir el mensaje, mi corazón se detuvo. Eran fotos de Ander y Brianna en la oficina, estando cerca, muy cerca. Sin embargo, lo que más me impactó fue el mensaje que acompañaba las fotos: "No lo esperes despierta. No te preocupes, yo cuidaré de 'tu maridito' esta noche". Todo mi cuerpo se tensó al leer esas palabras.

No quería pensar que Ander pudiera volver a hacer lo mismo, no otra vez. Decidí llamarlo de inmediato, necesitaba escuchar su voz, que me asegurara que no había nada de qué preocuparme. Pero cuando contestaron, no fue Ander quien respondió, sino Brianna, con ese tono arrogante que recordaba tan bien.

ERES MIA VAQUERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora