ANDER
Han pasado seis meses desde el accidente de Hada, seis largos meses en los que ha estado sin memoria. Aunque en este tiempo ha conseguido recordar algunas imágenes, esos fragmentos de su vida anterior no llegan a encajar del todo. Es frustrante para ambos, pero sobre todo para ella. A veces veo cómo se esfuerza por recordar, cómo sus ojos se nublan cuando intenta atar cabos, pero por más que lo intenta, los recuerdos no terminan de volver.
Ahora está embarazada de seis meses, y aunque la situación no es la ideal, trato de disfrutar de cada momento que pasamos juntos. Me encanta ver cómo su tripa va creciendo poco a poco, cómo su cuerpo se va transformando para darle vida a nuestro bebé. Hay algo especial en poder compartir esto con ella, aunque su mente no recuerde todo lo que hemos vivido juntos antes de esto.
Una de las cosas que más me gusta hacer es hablarle al bebé cuando Hada está dormida. Me acerco a su tripa y le cuento cosas, como si el pequeño o la pequeña pudiera escucharme desde ahí dentro. Le digo que estamos esperando su llegada, que su mamá y yo estamos deseando verle la carita. Le prometo que, aunque las cosas son complicadas ahora, todo irá bien cuando nazca.
Derek, por su parte, también está entusiasmado con la llegada del bebé. A menudo se acerca a la tripa de Hada, le da besos y, con su lengua todavía torpe de niño pequeño, dice que ahí está su hermanito o hermanita. Es un momento de ternura pura cuando lo hace, y no puedo evitar sonreír al ver cómo, a pesar de su corta edad, ya muestra tanto cariño por el bebé que aún no ha nacido.
—Ahí dentro está el bebé, papá —me dice con su vocecilla, mientras acaricia la tripa de Hada con sus pequeñas manos.
—Sí, campeón, ahí está tu hermanito —le respondo, aunque no sé si será niño o niña. A Derek parece no importarle. Para él, es su bebé, su compañero de juegos, y eso es lo único que cuenta.
Hada, a pesar de su falta de memoria, ha ido adaptándose a la situación. La veo a menudo observando su tripa, como si tratara de conectar con ese ser que crece dentro de ella. A veces, cuando cree que no la veo, acaricia su vientre y sonríe levemente, como si en esos momentos todo estuviera bien, como si su mente y su corazón estuvieran en paz, aunque sea por un instante.
No puedo negar que estos últimos seis meses han sido difíciles para mí también. Me ha dolido verla luchar contra el vacío en su mente, verla intentar recordar quiénes somos, qué éramos, y cómo llegamos hasta aquí. Pero también me ha hecho quererla más, si es que eso es posible. Su fuerza, su perseverancia, y la manera en que sigue adelante a pesar de todo, me inspiran a ser más fuerte por ella y por nuestra familia.
Lo que más me motiva es la esperanza de que, con el tiempo, sus recuerdos vuelvan. Mientras tanto, seguiré disfrutando de cada momento, de cada gesto, de cada palabra que compartimos. Porque aunque no recuerde todo, el amor que siento por ella y por nuestra familia es lo suficientemente fuerte como para mantenernos unidos.
No hemos vuelto a hablar sobre Los Ángeles, y sinceramente, no tengo ninguna intención de hacerlo hasta que Hada esté mejor. Pero una cosa tengo clara: no pienso volver allí. Mi vida está aquí, con mi familia, y ahora que las cosas han cambiado, quiero centrarme en proyectos que encajen con nuestra vida en el campo.
He estado pensando en meterme de lleno en algo más práctico, algo que combine mi gusto por la arquitectura con lo que necesitamos aquí. Quiero diseñar ranchos y estancias que sean cómodos, eficientes y que de verdad se adapten a la vida rural, pero sin olvidar que también tienen que ser bonitos y prácticos.
Despertar a Hada se había vuelto toda una odisea desde que estaba embarazada. El sueño la vencía fácilmente, y aunque me encantaba verla descansar, hoy no había más remedio que levantarla. Teníamos una cita importante: la ecografía. Y con un poco de suerte, por fin sabríamos el sexo del bebé, algo que llevaba esperando con muchas ganas.
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ERES MIA VAQUERA
RomansaHada de Luna, una joven veterinaria criada en un tranquilo rancho cerca de McKinney, Texas, vivía inmersa en la serenidad de los campos y la compañía de los animales. Cada día comenzaba con el frescor del amanecer y terminaba con el silencio reconfo...