HADA
Ese beso con Ander fue tan intenso y lleno de sentimientos que las palabras no pueden capturar su verdadera esencia. Fue un momento en el que el tiempo se detuvo y cada segundo se sintió eterno, creando un sinfín de emociones en mí.
Después de ese beso, no podía dejar de sonreír como una tonta. Mi hermano lo notó enseguida en mi cara de bobo y no paraba de hacer bromas al respecto. Cada vez que alguien decía su nombre, me ponía roja como un tomate. ¡Incluso el café de la mañana me sabía más dulce! Fue como si ese beso hubiera encendido una chispa de alegría en mi vida, y no podía esperar para verlo cada tarde en el lago.
—Hola, Pocahontas. —Me dio un largo beso— ¿Qué estás preparando?
—Pues voy a una emergencia en uno de los ranchos vecinos; una yegua lleva varias horas intentando tener a su potrillo, y el señor Dasow me ha llamado para que vaya a atenderla.
—¿Puedo ir contigo? Quizá te sirva de ayuda para algo —dijo mientras sus manos no soltaban mi cintura en ningún momento.
— Me gustaría que vinieras conmigo, pero antes vas a tener que quitarte tu ropa de niño pijó por una de trabajo, te traeré algo de Erick.
Fui hasta un pequeño cuarto donde tenemos ropa de cambio y botas para montar y de trabajo. Cogí lo que creía que le pudiera servir a Ander. Se lo di y le dije dónde podía cambiar, pero él se empezó a quitarse la ropa en la oficina delante de mi.
—¿Pero qué haces? —Dije tapándome los ojos, mientras él seguía quitándose la ropa tranquilamente
—Cambiarme, me has dicho que lo haga. —Ahora ya solo llevaba los boxers
—Pero...
—Pocahontas me has visto en bañador que para el caso es lo mismo, hazte cuenta que yo también te he visto en ropa interior, que más o menos son como esos bikinis tan sexys que llevas y me dan unas tremendas ganas de quitartelos. —Y lo dice así tan tranquilo, mientras a mi me tiemblan las piernas por verlo solo con ese ajustado boxer.
Una vez vestido, cogí mi estetoscopio y me lo puse alrededor del cuello, junto con las llaves del Jeep que mi padre me regaló cuando terminé la carrera. El Jeep estaba meticulosamente adaptado para mis necesidades como veterinaria equina. En la parte trasera, llevaba un maletín completo con todo tipo de instrumentos médicos: desde jeringas y medicamentos hasta vendajes y material de sutura. Además, tenía compartimentos organizados para muestras de sangre y otros fluidos, así como espacio para transportar equipo de diagnóstico portátil como un equipo de rayos X portátil y un ultrasonido.
En el interior, los asientos traseros habían sido reemplazados por una plataforma de trabajo cubierta con una superficie antideslizante y resistente al agua. También contaba con conexiones eléctricas adicionales para cargar equipos y mantenerlos operativos durante largas jornadas en el campo.
Todo esto permitía que estuviera completamente equipado para responder a emergencias veterinarias y realizar visitas programadas a las diferentes haciendas sin preocuparme por la falta de equipo o suministros.
Después de asegurarme de tener todo lo necesario, salí hacia el rancho vecino donde la yegua estaba en trabajo de parto. Ander me acompañaba en el Jeep, con su mirada siempre atenta. Me gustaba que estuviera a mi lado y que se interesara por mí trabajo.
Durante el trayecto, le conté varias anéctodas que me han pasado con los animales, verle sonreir era una de las mejores partes de mi día. Ander, me contó que le gustaban los animales, los perros son sus preferidos, pero que sus padres no le dejaban tener ninguno en casa.
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ERES MIA VAQUERA
RomanceHada de Luna, una joven veterinaria criada en un tranquilo rancho cerca de McKinney, Texas, vivía inmersa en la serenidad de los campos y la compañía de los animales. Cada día comenzaba con el frescor del amanecer y terminaba con el silencio reconfo...