PUTO BASTARDO

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HADA


Diez meses habían pasado desde que Ander y yo nos casamos, y nuestra vida en el rancho de Luna era maravillosa. Ander había hecho un trabajo excepcional en la reforma del rancho del señor Dasow, y gracias a ello, otros dueños de haciendas habían empezado a contactarlo. Incluso mi padre, quien hacía unos meses había mejorado los establos y ampliado mi clínica veterinaria, estaba impresionado.

Una tarde, mientras atendía a un paciente, trajeron a uno de los perros de la tribu Lakota. Alguien le había disparado y el pobre animal sangraba y gemía de dolor. Ander, que trabajaba en su oficina, bajó corriendo al escuchar el bullicio y los gritos.

Me arrodillé junto al perro, tratando de calmarlo mientras evaluaba la herida.

—Tranquilo, amigo. Vamos a ayudarte —le susurré suavemente.

La bala había atravesado la pata trasera del perro, dejando una herida profunda. Necesitaba actuar rápidamente. Sabía que los Lakota confiaban solo en los remedios naturales que la tierra les proporcionaba.

Ander entró en la clínica con el rostro lleno de preocupación.

—¿Qué ha pasado? —preguntó, mirando al perro y luego a mí.

—Alguien le ha disparado —respondí, buscando las hierbas y vendas necesarias—. Necesito que me ayudes a sujetarlo, esto va a dolerle.

Sin dudarlo, Ander se colocó al lado del perro, sujetándolo con firmeza.

—¿Crees que sea él otra vez? —preguntó, con voz grave.

—No tengo pruebas, pero tampoco dudas. O es él o alguno de sus hombres. Esto tiene que acabar ya. Ahora son animales, pero ¿quién nos garantiza que no sea algo peor la próxima vez? Estoy segura de que habrá una próxima.

Trabajé rápidamente, limpiando la herida con una solución de hierbas que los Lakota me habían enseñado. Mientras tanto, Ander hablaba al perro en voz baja, tratando de calmarlo.

Después de unos minutos eternos, cerré la herida utilizando tiras de corteza de un árbol medicinal y un ungüento de plantas para aliviar su dolor.

—Lo peor ya pasó —dije, dejando escapar un suspiro de alivio.

Ander me miró con una mezcla de admiración y amor en sus ojos.

—Eres increíble, Hada.

Sonreí, sintiendo una oleada de gratitud y amor hacia él.

—Gracias, pero no podría hacerlo sin tu ayuda, recuerda que tu eres el encantador de animales —le sonreí.

Las personas que habían traído al perro observaban desde la puerta, claramente aliviadas al ver que el animal estaba en buenas manos.

—Gracias, Hada —dijo uno de ellos, un hombre mayor con lágrimas en los ojos—. Yansa es un miembro muy querido de nuestra tribu.

Asentí, sintiendo la profundidad de su gratitud.

—Haré todo lo posible para que se recupere por completo. Ahora necesita descansar y cuidados constantes.

Mientras preparábamos un lugar cómodo para el perro herido, Ander preguntó de repente:

—¿Qué significa Yansa?

—Significa Espíritu de Tormenta —respondí, sonriendo mientras Ander me rodeaba la cintura con sus manos.

—¿Sabes hablar Lakota? —preguntó sorprendido.

—Entre otros idiomas... Lakota, inglés, español por mi madre, y gracias a Sienna, también alemán. Sus padres son alemanes, así que aprendí el idioma junto a ella.

ERES MIA VAQUERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora