UNA GUERRA DE AGUA

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HADA

Después de una ducha y ponerme mi pijama, escuché a mi madre que me llamaba para la cena. En la mesa ya estaban mis padres y mi hermano esperándome.

—Sí que están dando fuerte tus visitas al lago, llegas tarde a cenar y tengo hambre—me dijo Erick y, cuando pasé por detrás de él, le di una colleja.

—¡Auch! ¡Mamá! Dile algo, me ha pegado... —¿De verdad él es el hermano mayor?

—Y te daré otra vez si no cierras la boca —le amenacé.

—¿Así?... —Me miró con una falsa sonrisa y se giró hacia mi padre—. Papá, ¿sabes que Hada lleva más de un mes quedando en el lago con el hijo de los nuevos vecinos? —Volvió a mirarme—. De nada, hermanita.

—¿Cómo? ¿De qué está hablando Erick, Hada? ¿Con quién te estás viendo?

—Se llama Ander Ross, lo conocí el día que llegaron aquí. Y por cierto, papá, mañana vendrá a ayudarme con el papeleo para la feria mientras yo me ocupo de los caballos. —Mis padres no me quitaban los ojos de encima y el imbécil de mi hermano estaba disfrutando del momento—. Sus padres quieren venir a conoceros mañana, les dije que sí,  espero que no haya problema.

—No, claro que no, hija. Estaremos preparados para cuando lleguen —dijo mi madre.

—¡Ah! ¿Pero ya conoces a tus suegros? Vaya, ¿y la boda para cuándo? —Le di otro golpe en la cabeza, se lo había ganado a pulso.

—¡Auch! ¡Deja de pegarme! —se quejó.

—Deja de decir tonterías —contesté.

—Bueno, ya basta. Está bien, Hada, has hecho bien en buscarte un poco de ayuda. Aún queda mucho por hacer.

Seguimos hablando de la familia de Ander durante la cena; así ponía al tanto de todo a mis padres. Luego, mi hermano y yo recogimos la mesa y nos fuimos a dormir. Esa noche, mientras me acurrucaba en mi cama, pensé en lo rápido que habían cambiado las cosas desde que Ander y su familia se mudaron a su rancho. Mañana sería otro día largo de trabajo, espero que con la ayuda de Ander sea menos tedioso.

El amanecer llegó con un suave resplandor que se filtraba a través de las cortinas de mi habitación. Me levanté, me vestí con unos jeans cortos y una camiseta sin mangas roja que dejaba a la vista mi piercing y parte de mi tatuaje. Me hice un par de trenzas pegadas hasta la nuca dejando el resto sin trenzar. Cuando estuve lista, bajé a desayunar. La casa ya no estaba en silencio; se escuchaba el suave murmullo de mis padres conversando en la cocina. Al entrar, vi a mi madre preparando café mientras mi padre leía el periódico.

—Buenos días, cariño —dijo mi madre con una sonrisa—. Tienes listo el desayuno sobre la mesa. ¿Has dormido bien?

Mi madre es una excelente cocinera, sus dulces son los mejores y mi perdición.

—Sí, mamá. Estoy un poco nerviosa por todo el trabajo que queda por hacer, pero también emocionada porque ya queda menos para la feria —respondí mientras me servía unas tostadas francesas con crema y fresas.

—Todo saldrá bien, ya verás. Aunque creo que parte de esa emoción tiene que ver con el muchacho ese, ¿no? —dijo mi padre, sin levantar la vista del periódico.

—Novio, papá, hay que llamar las cosas por su nombre. Ella le llama novio, tú y mamá yerno y no cuñado. —Yo le pegué la colleja que me faltó darle anoche y mi padre un golpe en la frente con el periódico—. ¡Auch, mamá defiende a tu hijo favorito!

—¡Todo el mundo a trabajar ya! —gritó mi madre. los tres hicimos un saludo militar y salimos de la cocina.

Sí, tengo la familia más normal del mundo. Aunque no la cambio por nada del mundo.

ERES MIA VAQUERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora