ENTRE MOSQUITOS Y MIRADAS

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ANDER

Una semana. Una semana llevamos aquí y ya me han picado cientos de mosquitos y un par de abejas. Encima, dos malditos pájaros se han colado por la ventana de mi habitación y, para colmo, he pisado una mierda con mis zapatillas nuevas de 400 dólares. ¡Joder! ¿Cuánto más va a durar esta tortura?

Al menos la piscina es grande. Y privada. He salido a correr varios días con Matt por los senderos cercanos y descubrimos un lago con una cascada. Las aguas frías invitan a meterse en ella después de correr unos cuantos kilómetros, ofreciendo un respiro.

Tengo que admitir que el entorno es impresionante. Pensaba que sería un secarral, y yo siendo más de ciudad que un semáforo, no me esperaba que me gustara la vegetación exuberante y el sonido constante del agua fluyendo. La verdad, es bastante más relajante que el sonido de los cláxons de los coches. Aunque sigo soñando con una noche sin picaduras ni visitas de pájaros.

Después de correr unos cuantos kilómetros, Matt y yo decidimos ir al lago otra vez. Nos gustaba ir hasta allí, además necesitaba ese chapuzón. Llegamos al lugar, y para nuestra sorpresa, ya había alguien allí. Una chica, en bikini azul cielo sumergida hasta la cintura en el agua, con el cabello oscuro flotando a su alrededor. Reconocí de inmediato a la jinete que conocí.

—¿Esa es la morena de la que me hablaste? Pues sí que está buena... —susurró Matt, aunque yo ya había empezado a caminar hacia el agua.

—Sí, es ella —respondí con una sonrisa traviesa.

Me acerqué al borde del lago y me agaché, salpicando un poco de agua en su dirección. Ella se giró bruscamente, sorprendida, y me miró con una mezcla de desconcierto y diversión.

 Ella se giró bruscamente, sorprendida, y me miró con una mezcla de desconcierto y diversión

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—¿Otra vez tú, niño pijo de ciudad? —preguntó, arqueando una ceja con una sonrisa.

—¿Quién más podría ser, Pocahontas? —dije, sin poder contener una sonrisa por el apodo que se me había ocurrido y  pegaba con ella.

—¿La conoces? —preguntó Matt, haciéndose el sorprendido.

—Sí, nos conocimos el día que llegamos al rancho —respondí—. Pocahontas, este es Matt mi hermano mayor.

—Hola, Matt, y no me llamo Pocahontas, me llamo Hada —saludó ella con una sonrisa cortés.

Joder ese nombre le hace justicia, con las gotas resbalando por su cuerpo parecía un hada de verdad.

Matt saludó con un gesto y luego miró su reloj.

—Oye, Ander, creo que voy a regresar al rancho. Quedé en ayudar con unas cosas a papá —dijo Matt, haciendo una excusa evidente para dejarnos solos.

Gracias hermano, te debo una.

—Está bien, nos vemos luego —le dije, agradecido por dejarme con ella.

ERES MIA VAQUERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora