4 DE JULIO

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Solo faltaban dos días para la feria y ya estaba todo organizado. Hada y yo habíamos trabajado mucho para tener todo a punto. Pero ahora tocaba un poco de diversión. Hoy es el 4 de julio, y mi familia y la de Hada habían decidido pasar el día juntos en mi casa. Matt también está muy contento porque hoy llega su mujer, Emma. Ella se quedó en Los Ángeles para cerrar todo el tema de la venta del hotel, nuestra casa y los negocios que mis padres habían vendido antes de llegar aquí.

Hada y yo de todo lo que habíamos logrado con la organización de la feria. No fue fácil, pero el esfuerzo valió la pena. Tuvimos que coordinar con los proveedores, asegurarnos de que todas los caballos estuvieran listos y gestionar la publicidad para atraer a más visitantes. Fue un trabajo duro, pero ahora estábamos listos.

—Ander, me gustaría que vinieras conmigo a la feria. Si todo está acabado a tiempo, es también gracias a tu esfuerzo —me dijo con una de esas sonrisas muy sinceras.

—Quiero ir contigo, quiero ver cómo todo tu esfuerzo se ve recompensado. Además, quiero asegurarme de que no te vas con ningún otro hablador de yeguas.

Se sonrojó y soltó una risita nerviosa ante mi comentario. Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando de la comodidad de nuestra mutua compañía.

—Sabes que no me iría con nadie más —respondió finalmente, mirándome a los ojos con una mirada firme pero dulce, y yo le di un beso.

—Lo sé —dije, sonriendo—. Pero no está de más asegurarse.

La tarde estaba con una temperatura perfecta para una celebración al aire libre. Mis padres habían preparado una barbacoa en nuestra casa, y el aroma de las hamburguesas y los perritos calientes asándose llenaba el aire. Dakota, Erick, Matt, Hada y yo nos divertíamos en el jardín con mi sobrina Nora, jugando con globos de agua y frisbees, mientras los adultos charlaban y se reían al ver a la pequeña mojándonos con los globos.

Emma llegó justo a tiempo para la comida, trayendo con ella una tarta casera que había hecho para la ocasión. Todos nos reunimos alrededor de la mesa del jardín, compartiendo historias y anécdotas de los últimos días. Era un momento de pura felicidad, rodeados de nuevos amigos.

Por la noche, planeamos ver los fuegos artificiales que siempre organizan en el parque de McKinney. Es una tradición que mi familia y la de Hada sIgue cada año, y este no sería la excepción. Nos preparamos con mantas y sillas plegables para asegurarnos un buen lugar. La noche prometía ser mágica, llena de luces y colores, celebrando no solo el Día de la Independencia, sino el echo de que Hada estaba a mi lado.

Nunca había pasado un 4 de julio así. En los últimos años, siempre estaba en la casa de la playa de algún amigo en Santa Mónica o San Diego, emborrachándome y pasando la noche con alguna chica que luego no volvía a ver.

La noche dio paso a los fuegos artificiales. Estaba sentado en una manta con Hada. Al verla sentada con las piernas cruzadas, me acerqué y me acomodé detrás de ella, rodeándola con mis piernas y recostándola suavemente sobre mi pecho. Disfrutamos juntos del espectáculo de luces en el cielo, mientras sentía su cercanía y el calor de su cuerpo. Entre risas y comentarios sobre los colores brillantes que iluminaban la noche, el tiempo parecía detenerse. Nos quedamos así, compartiendo ese momento especial. Le di un beso en el pelo y agaché la cabeza para poder hablarle al oído.

—Quiero ir contigo esta noche al lago —le susurré, sintiendo cómo se le erizaba la piel—. Quiero estar contigo a solas. Estos días, con todo lo que había por hacer, no hemos tenido tiempo para estar solos.

Ella me miró de reojo, con una sonrisa traviesa.

—¿Quieres enseñarme tus talentos únicos niño pijo? —me preguntó.

ERES MIA VAQUERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora