ANDER
—Vaya, parece que te hayas quedado sin palabras. —dije mientras pasaba un brazo por detrás de Hada para atraerla hacia mí.
—Bueno, no pensaba que tuvieras los huevos de decirme que estás saliendo con mi hermana pequeña.
—¡Erick! —se rió, dándole un golpecito en el brazo—. Eres un dramático.
—Sí, relájate. Ander y Hada son adorables juntos. Y acaban de empezar a conocerse.
—Así que vosotros dos estáis en la fase de conoceros. —llevó una mano a su barbilla fingiendo pensar—. Entonces, dime, ¿qué es lo que hacíais los dos solos en el lago? ¿Follar o algo así?
—¡Erick! —dijo, sonrojándose y dándole un empujón más fuerte—. Mejor cállate ya.
—Vamos, ahora puedo preguntar sin que aparezca mamá con una zapatilla en la mano o me dé una colleja. Pero eso es que si que ibais a eso, porque no has dicho que no —todos nos echamos a reír por el comentario de mi cuñado.
—Bueno, y ¿qué podemos hacer ahora? —preguntó mi hermana.
—Con los caballos no hay que preocuparnos, los trabajadores del rancho que han venido con nosotros se ocuparán de ellos. Así que por hoy está todo nuestro trabajo hecho. —comentó Erick.
—Podemos ir a las atracciones. —sugerí—. Quiero ganar un peluche para Hada.
—¡Oh, qué tierno! —exclamó Dakota, sonriendo— Tú sí que sabes conquistar a una chica, hermanito —creo que esto último lo dijo por Erick.
—¡Eh! Yo también sé conquistar a una chica, solo tengo que mirarla así —puso una mirada que según el es seductora— y sonreírle.
—Eres todo un verdadero capullo, Erick. En cuanto a ti —me cogió de la mano—. Espero que tengas buena puntería entonces, niño pijo. —comentó Hada con una sonrisa burlona.
Erick y Dakota decidieron irse juntos a explorar otras atracciones de la feria, y en cuanto al asunto del peluche...
Lo intenté, juro que lo intenté, ...pero sin éxito.
Hada se reía a carcajadas al ver que no daba ni una en el blanco. Joder, son unos putos globos, no una aguja; es casi imposible que no le dé.
—Mi turno —dijo Hada—. Amor, estos rifles están trucados, siempre los dejan así para que falles.
—¿Qué? —la interrumpí, desconcertado.
—Que están trucados para...
—No, no me refiero a eso. ¿Cómo me has llamado? —se puso roja.
—A... amor. Perdona si te ha molestado —agachó la cabeza, pero le tomé la cara entre mis manos y se la levanté de nuevo.
—No me molesta, Pocahontas. Me encanta. —la besé, sin importarme estar entre cientos de personas que iban de aquí para allá—. Te quiero.
—Yo también te quiero, niño pijo. —me dijo con una sonrisa en los labios.
—¿Ya no me dices "amor"?
—Me gusta más "niño pijo".
Pagamos al señor de la caseta de tiro una nueva tanda de tiros, pero esta vez era Hada quien iba a disparar.
Y vaya que lo hizo...
—¡Joder! tres de tres. —me sorprendió la puntería que tenía.
—Mi padre me enseñó a disparar desde que pude sostener un arma.
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ERES MIA VAQUERA
Lãng mạnHada de Luna, una joven veterinaria criada en un tranquilo rancho cerca de McKinney, Texas, vivía inmersa en la serenidad de los campos y la compañía de los animales. Cada día comenzaba con el frescor del amanecer y terminaba con el silencio reconfo...