CUMPLAÑOS DEREK

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HADA

Después de que Ander me hiciera suya, nos apresuramos a cambiarnos. Ya habían llamado dos veces a la puerta, y sabíamos que Matt y Erick estaban esperándonos con el resto de la familia.

Me puse unos shorts vaqueros y un top de tirantes anchos, ambos blancos, mientras observaba a Ander vestirse con un vaquero desgastado, una camiseta de manga corta y zapatillas blancas. Me sonrió de esa forma que siempre me desarma, como si compartiéramos un secreto que solo nosotros entendemos. Aún podía sentir la intensidad de lo que acababa de suceder entre nosotros, pero era momento de salir y unirnos a los demás.

Bajamos las escaleras y antes de llegar al salón, ya podíamos escuchar las voces de Matt y Erick riendo y bromeando. En cuanto nos vieron aparecer, Erick fue el primero en alzar una ceja, mirándonos con una sonrisa maliciosa.

Sabía que estaban tramando algo.

—¡Vaya, vaya! —dijo Erick en cuanto nos vio aparecer—. Pensábamos que habíais decidido celebrar otra fiesta en la habitación.

—¡Sí, una fiesta privada! —añadió Matt, con una sonrisa traviesa.

Intenté disimular mi sonrojo mientras Ander soltaba una carcajada.

—Bueno, ya sabéis cómo es, —dijo Ander encogiéndose de hombros—, hay que mantener el ánimo festivo.

—Anda ya, que os hemos llamado dos veces —dijo Erick, cruzándose de brazos—. Y vosotros ahí arriba, ocupados con... ya sabes.

Nora, que estaba jugando cerca, nos miró con curiosidad.

—¿Ocupados con qué? —preguntó, con esa inocencia que solo un niño de seis años puede tener.

—Con cosas de mayores, cielo —respondió rápidamente Matt, dándole una palmadita en la cabeza—. Cosas muy aburridas, te lo aseguro.

—Eso, muy aburridas por que como no se ha escuchado nada —reafirmó Erick, lanzándonos una mirada que decía todo lo contrario.

—Bueno, pues ya estamos aquí. —dijo Ander, intentando cambiar de tema—. ¿Donde esta mi hijo?

—Sí, sí, ¿ahora te acuerdas de Derek? Esta en el jardín con los abuelos esperándonos para salir ya —bromeó Erick, guiñándonos un ojo.

No pude evitar reírme, y con un último vistazo a Nora, que seguía sin entender mucho, nos dirigimos todos hacia la salida. La fiesta de Derek nos esperaba, pero el buen humor ya había comenzado.

Cuando salimos al jardín, Derek corrió hacia Ander con esa torpeza adorable de los niños pequeños, sus piernecitas moviéndose como las de un patito mientras gritaba "¡Papá, papá!". Ander lo recogió en brazos con una sonrisa enorme y lo besó en la mejilla antes de que nos repartiéramos en los coches y pusiéramos rumbo al restaurante "Ocean Playhouse", un local cerca de la playa, conocido no solo por su comida deliciosa sino también por su enorme parque de bolas y su área de juegos para niños.

El restaurante tenía una terraza con vistas al mar, donde las olas rompían suavemente contra la orilla. En el interior, había una sección llena de mesas para familias, decorada con colores alegres y luces cálidas. Pero la verdadera atracción era el parque de bolas, una estructura gigante llena de túneles, toboganes, y, por supuesto, miles de bolas de colores. Los niños podían pasar horas ahí dentro, explorando y jugando.

Una vez allí, mientras nos dirigíamos hacia nuestra mesa, Matt, Erick y Ander se quedaron mirando el parque de bolas con ojos brillantes, como si de repente hubieran vuelto a tener cinco años.

—No me lo puedo creer —dijo Matt, mirando la estructura de juegos con una sonrisa—. ¿Sabéis lo que estoy pensando, verdad?

—Oh, sí, lo sé —respondió Erick, asintiendo con entusiasmo—. Tenemos que meternos ahí. Hace años que no me tiro por un tobogán.

ERES MIA VAQUERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora