JUGAR A LOS MEDICOS Y LLAMANDO A LA CIGÜEÑA

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HADA

Ander y yo decidimos que les diríamos a nuestros padres y hermanos que nos habíamos casado en Los Ángeles. Antes de coger el avión, llamé a mi madre para decirle que llegaríamos al rancho sobre las ocho de la noche y que llamara a Andrew y Helen para que vinieran a casa a cenar.

Mientras esperábamos en el aeropuerto, Ander y yo comenzamos a hablar sobre cómo se lo tomarían nuestros padres y hermanos.

—Estoy seguro de que Matt y Erick se reirán de esto —dijo Ander, sonriendo—. Ya puedo imaginar sus bromas sobre cómo finalmente me atrapaste.

—Sí —contesté, riendo—. Erick nunca pierde la oportunidad de hacer una broma.

—Pero Dakota... ella estará contenta de que nos hayamos casado —continuó Ander, poniéndose un poco serio—. Aunque probablemente se enfade porque no le avisamos de la boda. Siempre ha querido estar involucrada en todo.

—Sí, Dakota querrá saber todos los detalles y estará un poco molesta por no haber sido incluida desde el principio —asentí, comprendiendo su punto.

—Y Nora —añadió Ander, sonriendo de nuevo—. Ella estará feliz, al igual que Emma. Les encanta cualquier motivo de celebración.

Sin embargo, Ander se puso un poco nervioso al mencionar a mi padre.

—Lo único que realmente me preocupa es tu padre —admitió—. ¿Y si se enfada tanto que me dispara por casarme con su pequeña?

Traté de tranquilizarlo, aunque también compartía su preocupación.

—Mi padre puede ser muy protector, pero sabe cuánto te quiero. Solo necesitará un poco de tiempo para asimilar la noticia.

Nos abrazamos, sintiendo el apoyo mutuo, y nos preparamos para el vuelo que nos llevaría de vuelta a casa, donde nos esperaban nuestras familias y todas las emociones que vendrían con nuestra noticia.

Cuando llegamos al rancho, el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. Desde el coche, pudimos ver a todos reunidos en el jardín, preparando la cena. Mis padres, Andrew y Helen, estaban ocupados en la parrilla, mientras Matt y su esposa, Emma, organizaban la mesa. Nora, correteaba alegremente alrededor, ayudando con pequeños detalles.

Erick y Dakota, por su parte, jugaban con mis cachorros. Creo que estaban más pequeños cuando antes de irnos a Los Ángeles y eso hace solo cinco días. Los pequeños perritos corrían de un lado a otro, ladrando felices mientras nuestros hermanos se reían y los acariciaban.

—Ahí están todos —dije, tomando la mano de Ander mientras salíamos del coche—. Es ahora o nunca.

—Sí —respondió Ander, respirando hondo—. Vamos allá.

Nos acercamos al grupo, saludando con una mezcla de nerviosismo y emoción. Mi madre fue la primera en vernos y nos saludó con una gran sonrisa.

—¡Llegaron justo a tiempo! —exclamó—. La cena está casi lista.

—Hola a todos —dije, intentando sonar casual—. Tenemos algo que contaros.

Todos dejaron lo que estaban haciendo y nos miraron con curiosidad. Ander y yo intercambiamos una mirada rápida y, de común acuerdo, decidimos que lo mejor sería dejar la noticia de nuestra boda para después de la cena. Queríamos que todos disfrutaran del momento sin interrupciones.

—Bueno, en realidad —añadí rápidamente—, lo que queríamos decir es que es genial estar de vuelta en casa. ¡Os echábamos mucho de menos !

La cena transcurrió con risas y preguntas sobre nuestro viaje. Matt y Erick, como siempre, no perdieron la oportunidad de hacer bromas y mantener el ambiente ligero. Dakota y Emma comentaban sobre los últimos eventos en la familia, mientras Nora y los cachorros corrían por el jardín, llenando el aire con su alegría.

ERES MIA VAQUERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora