ANDER
Hada se rió, aunque estaba agotada, y me miró con esos ojos que siempre me atrapaban, una mezcla perfecta de amor y diversión. Verlas a las dos, madre e hija, era un espectáculo que me dejó sin palabras. No había nada más importante en ese momento. Sentí que ese instante lo guardaría para siempre en mi memoria.
-Lo has hecho genial, amor... -le susurré, mientras le daba un beso suave en la frente. Me acerqué aún más a ellas, sintiéndome como el hombre más afortunado del mundo.
-Tú tampoco lo has hecho mal... aunque casi te desmayas cortando el cordón -me respondió con esa sonrisa juguetona que siempre me hacía reír, a pesar de que llevaba horas de trabajo de parto.
-Eso no hay que contárselo a nadie, ¿eh? Naida me tiene en sus manos desde el primer segundo -le dije, devolviéndole la sonrisa mientras las observaba. Era increíble cómo en tan poco tiempo mi mundo entero había cambiado-. Ahora ya tengo a dos Pocahontas en mi vida.
Nos quedamos en silencio un momento, los dos mirándonos con Naida acurrucada entre nosotros, y supe que nunca había sido tan feliz. Ni siquiera el dolor en mi mano, que aún seguía roja de tanto apretón, podía quitarme esa sensación de plenitud.
Después de asegurarme de que Hada estuviera bien y de que la llevaran a la habitación, me quedé esperando fuera, nervioso, como si todo el cansancio del día de repente me golpeara. Necesitaba verla de nuevo, asegurarme de que todo estaba bien, que ella y Naida estaban en perfectas condiciones.
Cuando vi a una enfermera salir de la sala, no lo dudé y me acerqué rápidamente. El corazón me latía con fuerza, y las palabras casi se me atragantaban al salir.
-Disculpe... ¿Cómo está Hada? ¿Y la pequeña? -pregunté, tratando de sonar calmado, pero noté que la voz me temblaba un poco.
La enfermera me miró con una sonrisa que me tranquilizó de inmediato.
-Ambas están muy bien, no te preocupes. Naida está en la sala de neonatos y Hada está descansando ahora mismo. Ha sido un parto largo, pero todo ha salido perfecto -respondió, con ese tono suave y profesional que alivia cualquier preocupación.
Asentí, sintiendo un alivio inmenso. Saber que las dos estaban bien era todo lo que necesitaba en ese momento.
-¿Puedo verlas? -pregunté, aún con una pizca de ansiedad en la voz.
-Claro, en cuanto preparen a Hada en su habitación, podrás estar con ellas -me aseguró, antes de seguir con su trabajo.
Me quedé esperando, caminando de un lado a otro, impaciente por verlas de nuevo.
Unos minutos después, una enfermera se acercó y me indicó a qué habitación llevaban a Hada. Caminé rápido, casi corriendo, hasta llegar a la puerta. Tomé una bocanada de aire y entré. Allí estaba ella, tumbada en la cama, medio dormida, agotada por el parto. Pero cuando me vio, sus ojos se iluminaron y me dedicó una sonrisa cansada pero llena de amor.
Me acerqué despacio y me senté a su lado, tomando su mano con cuidado.
-¿Cómo estás, Pocahontas? -le pregunté en voz baja, queriendo saber cómo estaba pero sin querer molestarla si necesitaba descansar.
-Cansada... pero feliz -susurró, cerrando los ojos por un segundo y luego mirándome de nuevo-. No puedo creer que ya esté aquí, Ander. Es tan pequeña... pero tan bonita.
Le sonreí y acaricié su mano con mis dedos.
-Es bonita porque tú lo eres, Hada -le dije, sintiendo el nudo en la garganta al pensar en todo lo que había pasado-. Lo has hecho increíble. Estoy tan orgulloso de ti... de vosotras.
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ERES MIA VAQUERA
RomanceHada de Luna, una joven veterinaria criada en un tranquilo rancho cerca de McKinney, Texas, vivía inmersa en la serenidad de los campos y la compañía de los animales. Cada día comenzaba con el frescor del amanecer y terminaba con el silencio reconfo...