ANDER
Me estaba cambiando en la habitación de mi hermano Matt, rodeado de un caos de disfraces y risas. Mi padre, Erick, Yaran y el pequeño Derek también estaban allí, todos vestidos de príncipes. Erick no dejaba de quejarse por tener que disfrazarse de Aladdin, insistiendo en que Dakota le había obligado porque ella iba de Jasmine.
Yaran y Matt se burlaban sin piedad de su disfraz y del ridículo gorro que llevaba en la cabeza.
—¿Ese gorro viene con una lámpara mágica o solo sirve para ocultar tu calvicie? —dijo Matt entre carcajadas.
—Si frotas ese gorro, ¿saldrá un genio o solo tus quejas? —añadió Yaran, riendo.
Erick, con una mueca de resignación, se miró al espejo y suspiró.
—Os odio a todos —dijo, intentando ajustar el gorro en su cabeza.
Yo también estaba vestido de príncipe, con un traje azul oscuro con detalles dorados, una faja roja en la cintura y una capa que caía majestuosamente sobre mis hombros. Había comprado un disfraz de príncipe muy similar para Derek, con el mismo tono de azul y detalles dorados. Todos le decían lo guapo que estaba, pero él, con su característica obstinación, solo respondía con su única y favorita palabra:
—¡No!
—Vamos, Derek, ¿no te gusta ser un príncipe guapo como papá? —le pregunté, arrodillándome a su altura.
—¡No! —respondió con una sonrisa traviesa.
Mi padre, mientras se ajustaba su propio disfraz, no pudo evitar soltar una carcajada.
—Ese niño ha heredado tu cabezonería, Ander.
—¡No! —exclamó Derek de nuevo, provocando más risas en la habitación.
—Bueno, al menos estamos todos juntos en esta locura de disfraces —dije, tratando de mantener la compostura mientras Derek intentaba quitarse la capa.
Finalmente, Erick se resignó a su destino de Aladdin, y todos estábamos listos para la gran entrada como príncipes.
—Venga, Erick, no es tan malo. Al menos no llevas leotardos —dijo Yaran, dándole una palmada en la espalda.
—Sí, claro, y tu disfraz de príncipe encantador es tan realista —replicó Erick, rodando los ojos.
Nos miramos unos a otros, y no pude evitar reírme de la situación. A pesar de las quejas y las bromas, estábamos disfrutando del momento. Era uno de esos recuerdos que quedaría para siempre en nuestras mentes: cinco hombres, de todas las edades, vestidos de príncipes y listos para una fiesta de cumpleaños que, sin duda, sería inolvidable.
—Bueno, caballeros, es hora de impresionar a las damas —dije, levantándome y tomando a Derek de la mano.
—¡No! —gritó Derek, pero esta vez con una sonrisa que iluminaba su pequeño rostro.
Salimos de la habitación, preparados para enfrentarnos a un reino lleno de princesas y, sobre todo, para hacer de este cumpleaños uno de los mejores días en la vida de Nora.
El jardín estaba decorado como si fuera un reino de fantasía. Había guirnaldas de colores, luces brillantes colgando de los árboles y una gran mesa llena de dulces y tartas dignas de cualquier cuento de hadas. Nora ya estaba jugando por allí con sus amigas, todas vestidas de princesas, y con sus amigos, todos disfrazados de príncipes, aunque creo que esos pequeños lo estaban pasando igual de mal que nosotros con sus trajes incómodos.
Noté que varias de las madres que estaban por allí no me quitaban la mirada de encima. Algunas incluso me guiñaron un ojo, intentando seducirme. Parecía que les resultaba divertido vernos a los adultos metidos en esta locura de disfraces, pero lo que ellas no sabían es que yo ya estaba esperando a mi princesa.
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ERES MIA VAQUERA
RomanceHada de Luna, una joven veterinaria criada en un tranquilo rancho cerca de McKinney, Texas, vivía inmersa en la serenidad de los campos y la compañía de los animales. Cada día comenzaba con el frescor del amanecer y terminaba con el silencio reconfo...