¡PERO SI ES NAVIDAD!

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ANDER

El sofá crujía ligeramente bajo nosotros, pero no me importaba. Todo lo que quería sentir era la suavidad de su piel, el calor que emanaba de su cuerpo, y la necesidad en sus ojos. Cada movimiento que hacía con mis dedos provocaba que su respiración se acelerara, y el sonido de sus gemidos era como una melodía que no quería dejar de escuchar.

Hada estaba completamente entregada, con su cuerpo relajado pero temblando bajo mis caricias. Sentí cómo se arqueaba en el sofá, buscando más, exigiendo más. Y yo estaba más que dispuesto a dárselo.

—Eres increíble, Pocahontas —le susurré mientras mis labios bajaban por su cuello, besando cada rincón, cada centímetro de piel que encontraban a su paso. No podía resistirme a su sabor, a la forma en la que respondía a cada toque.

—Ander... —gimió de nuevo, sus manos aferrándose a mi espalda, como si necesitara algo a lo que agarrarse mientras su cuerpo se perdía en el placer.

No pude evitar sonreír ante su reacción. Bajé aún más, hasta que mis labios encontraron su vientre, dejando pequeños besos en la curva que alojaba a nuestra pequeña Naida. Sentí su cuerpo temblar cuando me acerqué más a su centro, y mis dedos, que hasta ahora la habían estado volviendo loca, se detuvieron un segundo para dejar espacio a mi boca.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó con una mezcla de sorpresa y expectación, aunque sabía exactamente lo que estaba a punto de suceder.

—Solo dándote lo que mereces —respondí, y antes de que pudiera decir nada más, mis labios encontraron su centro, y sentí cómo se tensaba bajo mi toque.

El sabor de su deseo era embriagador, y me moví con precisión, sabiendo exactamente qué hacer para que su cuerpo se rindiera por completo a mí. Los gemidos de Hada llenaron el aire, y sus manos se aferraron al sofá con fuerza.

—Ander... joder... —gimió entre respiraciones entrecortadas, su cuerpo moviéndose contra mi boca, buscando más, pidiéndome que no parara.

—Dime, Pocahontas, ¿te gusta cómo te hago sentir? —murmuré contra su piel, sintiendo cómo se estremecía con cada palabra.

—Sí... por favor, no pares... —me suplicó, y esa súplica fue todo lo que necesitaba para continuar, alternando entre mi lengua y mis dedos, llevándola al borde una y otra vez.

Su respiración se volvió más rápida, y su cuerpo se tensó de forma casi involuntaria. Estaba tan cerca que podía sentir cómo su clímax se aproximaba.

—Ander... voy a... —no terminó la frase, pero no hacía falta. Sus gemidos se intensificaron, y en cuestión de segundos, su cuerpo se arqueó completamente mientras el placer la atravesaba.

La sostuve con mis manos, asegurándome de que se sintiera segura, mientras su respiración volvía a la normalidad.

—Eres... preciosa —murmuró, todavía temblando mientras la abrazaba.

Sonreí, satisfecho de haberla llevado hasta ese punto, y la miré a los ojos, inclinándome sobre ella para besarla con ternura.

—No puedo evitarlo, Pocahontas. Solo quiero darte todo lo que mereces —le dije, besando suavemente sus labios mientras nos quedábamos juntos en el sofá.

Después de besarla suavemente, me quedé un momento observando su rostro. Hada tenía los ojos entrecerrados, con una expresión de satisfacción que me hacía sentir como el hombre más afortunado del mundo. Sus respiraciones aún eran profundas, y la forma en la que su pecho subía y bajaba lentamente indicaba que aún estaba recuperándose.

—No puedo creer lo que me haces sentir —murmuró Hada, abriendo los ojos lentamente para mirarme. Había una mezcla de agotamiento y deseo en su mirada, como si quisiera más pero, al mismo tiempo, estuviera disfrutando del momento de calma.

ERES MIA VAQUERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora