Te amo

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Cellbit


Habían pasado tres semanas desde que Roier y yo fuimos separados... o al menos eso creía todo el mundo. Cierto, teníamos menos tiempo juntos, pero nos las arreglábamos para vernos todas las noches en distintos lugares: cafeterías, parques e incluso una vez fuimos a la playa solo para encontrarnos.

Le pedimos a Elena que no mencionara nada a nuestros clientes para evitar complicaciones adicionales, especialmente porque estábamos en medio de una disputa por la custodia de una pequeña. Mientras tanto, nosotros continuábamos siendo los enamorados, jugando en lados opuestos.

Aquella noche, nos encontramos en un pequeño café en el centro de la ciudad. Roier llegó unos minutos después que yo, con su sonrisa cautivadora que aún hacía latir mi corazón con fuerza. Nos sentamos en una esquina apartada, compartiendo miradas cómplices como si de un juego de detectives fuera.

-¿Cómo has estado? -preguntó Roier, tomando mi mano con ternura.

-Mejor ahora que te veo -respondí, devolviendo su apretón con suavidad.

Nos perdimos en conversaciones sobre nuestros días, tratando de mantener la normalidad a pesar de todos los problemas que nos rodeaba.

Pero al final de la noche, siempre era la misma rutina, cuando era hora de despedirnos, siempre lo hacíamos lo mismo, decirnos palabras lindas, prometiendo vernos al día siguiente, estaba cansado de esa rutina, lo extrañaba, verlo solo 2 o 3 horas en la noche como fugitivos, no me gustaba para nada. Así que me alejé de su agarre mientras daba media vuelta.

-¿Pasa algo, Celbo? -preguntó Roier, con preocupación en su voz.

-Roier, ¿estás conforme con vernos solo 2 o 3 horas?, para luego volver a nuestras casas como si fuéramos... -dudé, buscando las palabras adecuadas- como si fuéramos Romeo y Julieta, o peor aún, como si fuéramos dos presos fugitivos escondiéndonos de la federación?-dije, sintiendo la frustración crecer en mí.

Roier soltó una pequeña risa y se acercó a mí, sosteniéndome por el saco y atrayéndome hacia él.

-Podemos aprovechar esta noche entonces. ¿Richas está en tu casa? -preguntó con un brillo travieso en los ojos.

-No, está con su tía Bagi. ¿Qué tramas, guapito? -respondí, con una risa juguetona.

-Um, no sé. Te puedo preparar una cena, acompañada de vino, y luego pasar otra noche juntos -dijo mientras comenzaba a repartir pequeños besos desde la base de mi cuello.

-Me convenciste. Marca a Jaiden para avisarle, guapito -acepté con una sonrisa, dejándome llevar por el cálido aliento de sus palabras.

En el trayecto, era como traer a un koala, Roier estaba encima mia, ya sea acariciandome, como repartiendo besos sin parar, era un momento lindo, se daba a entender como mutuamente nos habiamos echo falta, y no hacia falta mas palabras.

Cuando llegamos a casa, Roier seguia sin separarse de mi ningun momento mas que para abrir la puerta. Una vez dentro, volvió a mi lado, pegándose a mí como si fuera su lugar seguro. Sentí su calidez, su necesidad de estar cerca mio, y eso hizo que mi corazón latiera con más fuerza.

-Voy a preparar la cena. ¿Por qué no te relajas un poco en el sofá guapito? -sugerí, acariciando suavemente su cabello.

-No, quiero ayudarte. -Respondió Roier, con una sonrisa tierna-. Además, así podemos hablar un poco mas.

Nos dirigimos a la cocina, donde comenzamos a preparar los ingredientes para la cena. Roier se encargaba de cortar las verduras mientras yo me ocupaba de la carne. Cada tanto, Roier se acercaba para darme un beso rápido en la mejilla o la frente, como si no pudiera estar lejos de mí ni un segundo.

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