Spreen

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Roier

Me encontraba con Foolish y Vegetta, quienes, siendo los principales arquitectos, se encargaban de la construcción de nuestros proyectos. Esta vez hablábamos sobre la nueva casa. Jaiden y yo queríamos que estuviera lo suficientemente cerca de nuestracasa actual, así que decidimos construirla justo al lado.

—¿Entonces así quedaría el diseño final, Roier? —preguntó Vegetta, mostrándome los planos con una mezcla de orgullo y satisfacción.

Observé cada detalle en los planos. Las líneas precisas que definían las habitaciones, los amplios ventanales y los espacios abiertos me daban una sensación de tranquilidad. El diseño era simple, pero funcional, justo como lo habíamos planeado.

—Sí, es perfecto —dije con una sonrisa de aprobación, ya imaginando a los niños corriendo por el jardín.

Foolish, siempre atento a los detalles, se acercó más, cruzándose de brazos mientras me observaba.

—¿Y Jaiden? ¿Ella no va a opinar? —preguntó, arqueando una ceja.

Solté una risa suave y encogí los hombros. —Oh, ella solo dijo que quería un gran patio para los niños y una alberca. Fuera de eso, me dejó todo en mis manos —comenté, restándole importancia al asunto. Jaiden confiaba en mis decisiones, especialmente cuando se trataba del hogar.

Vegetta asintió, satisfecho. —Bueno, si esa es la única exigencia, podemos comenzar pronto.

Me informaron que el trabajo comenzaría la semana siguiente, y que el proceso tardaría al menos seis meses en completarse. Durante ese tiempo, Jaiden y yo nos encargaríamos de planificar la decoración interior.

○ ○ ○

Más tarde, después de mi encuentro con los arquitectos, decidí dar un paseo hacia la casa de Missa. Mariana no estaba en casa ese día, así que aproveché para pasar tiempo con Missa, y de paso, permitir que mis pequeños jugaran con sus primos.

—¡Missa, llegamos! —anuncié al entrar en la casa, sacudiendo mis pies en el tapete y quitándome el abrigo. Tomé las mochilas de mis hijos y comencé a quitarles los suéteres.

Pero antes de que pudiera terminar, los niños salieron corriendo, llenos de emoción.

—¡Tallulah! —gritó Tilín mientras corría hacia su prima.

—¡Bobby! —exclamó Chayanne, alcanzando a mi pequeño. Los cuatro niños se encontraron en medio del pasillo y se abrazaron con una calidez que me dejó una sonrisa en el rostro. Era hermoso ver cómo, a pesar de las diferencias de edad y las personalidades, se llevaban tan bien.

Los observé con ternura, mi corazón llenándose de orgullo y alegría al ver ese vínculo tan fuerte entre ellos.

—¿Y a mí no me van a saludar o qué, hijos de la chingada? —bromeé, poniendo las manos en la cadera con fingido enojo.

Al escucharme, los niños voltearon y corrieron hacia mí, lanzándose a mis brazos con risas.

—¡Hola, tío Roier! —dijeron Chayanne y Tallulah al unísono, dejando besos rápidos en mis mejillas.

—Así me gusta, cabrones. ¿Y su 'apa Missa? —pregunté, mientras me separaba del abrazo.

—Está en la cocina, preparando el almuerzo —respondió Chayanne con naturalidad.

Asentí, animando a los niños a que fueran a jugar, mientras yo me dirigía hacia la cocina. Tenía la intención de asustar a Missa, pero cuando llegué a la puerta, vi una figura alta de espaldas, cocinando. No era Missa.

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