Roier
-¿Entonces ya de plano no hay nada entre tú y Cellbit? - habló Rivers mientras tomaba de su cerveza.
Era nuestra última semana antes de regresar a la Isla Quesadilla, así que decidimos hacer una juntada con todos mis amigos, incluso mi abuelo, quien ahora jugaba con los niños en el jardín. Todo se sentía como un ambiente cálido y relajado. Los demás estaban afuera mientras yo preparaba la salsa, listos para comer.
Solté un suspiro antes de dejar todo y voltear a verla.
- No, ya no hay nada, Rivers -
- ¿Estás seguro de que es lo que quieres? - preguntó Rivers, arqueando una ceja con curiosidad- No quiero ser metiche, pero parecías muy feliz cuando estaban juntos, o eso nos enseñó Bobby.
- No sé si es lo que quiero... ¿cómo que te enseñó Bobby? - dije, mirándola con confusión.
- Ah, bueno, es que él nos enseñó fotos tuyas y de Cellbit. Se veían todos, no sé, como una pareja gay de esas que sacan de las revistas - dijo Rivers, sonriendo con travesía.
Me quedé callado un momento, procesando lo que acababa de decir.
- No puedo creerlo, ese niño... -murmuré, sacudiendo la cabeza con una sonrisa involuntaria - Siempre metiendo la pata y embarrando el pastel a mi por igual.
Rivers se rió y me dio un golpecito en el brazo.
- Vamos, no es tan malo. A lo mejor es su forma de decirte que extraña a Cellbit, o quizás piensa que tú también lo haces.
Suspiré y volví a mirar la salsa que estaba preparando, revolviendo lentamente los ingredientes. Rivers tenía razón; Bobby era muy perceptivo, más de lo que me gustaba admitir a veces.
- Sí, tal vez... - respondí, sin saber realmente qué decir - Pero no sé, Rivers, las cosas no son tan simples. Cellbit y yo... es complicado.
Ella asintió, comprendiendo.
- Bueno, sea lo que sea, sabes que aquí estamos todos para apoyarte, ¿verdad?
Le sonreí agradecido, pero antes de que pudiera responder, un grito desde el patio nos interrumpió y nos hizo voltear a ambos.
- ¡¿Piensan traer la salsa ya o qué, weyes?! - exclamó Aldo mientras terminaba de acomodar las cosas en la mesa.
- Sí, ya tenemos hambre, ¿verdad, niños? - gritó mi abuelo con una sonrisa mientras levantaba a los dos pequeños y los colocaba en la mesa con sorprendente facilidad.
Ya les había llamado la atención varias veces a los niños porque se pasaban todo el tiempo haciendo correr y brincar a su abuelo. Me preocupaba que se cansara demasiado, hasta que un día los niños le fueron con el chisme de que los regañé, y el regaño resultó ser mucho más fuerte para mí. Desde entonces, entendí que ya no soy el favorito.
Suspiré y me dirigí a la cocina para servir en un pequeño tazón la salsa. Escuché la risa de los niños mezclándose con las bromas de mi abuelo y Aldo. Una nostalgia dulce me invadió al recordar los tiempos donde esto lo hacía con frecuencia.
- Aquí está la carne - dijo Osvaldo mientras ponía el plato en el centro de la mesa y se quitaba el mandil que decía "El papá luchón," un regalo de Aldo.
- No mames, Osvaldo, esto está quemado, wey - dijo mi amiga Rivers, tapándose la boca rápidamente al notar a los niños viéndola con gran asombro - Perdón, se me salió.
- Lo que se me van a salir a mí van a ser unos putazos por mal hablada, Rivers - dijo Aldo, riéndose.
- Bueno, ¿ya terminaron con sus pinches mamadas o van a cerrar el hocico o qué, cabrones? - respondió Osvaldo, quien se sentaba al lado de su hija y le tapaba los oídos.

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Lawyers - Guapoduo
Storie d'amoreRoier un recién graduado de las mejores universidades de derecho decidido en emprender un viaje a una isla con el fin de iniciar una nueva vida. Cellbit uno de los mejores abogados en el buffet llamado "La Federación" se va a vivir a la Isla que le...