Roier

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Roier es un joven becado de intercambio que tuvo que dejar su querido país para poder estudiar en una de las mejores universidades de derecho. Con el apoyo de su abuelito emprendió el viaje, prometiendo volver una vez se graduara para ayudarlo en lo que pudiera.

- Andale, Roier, ya te dije que está perfecta. Puedes terminar tu tesis luego.

- Ya te dije que no, Quackity. Cada vez que la leo, la verdad es que encuentro más detalles, tal vez otro día."

Quackity, uno de mis compañeros de cuarto y mi único amigo desde que llegué del dichoso intercambio. No es que odiara la idea de haber venido de intercambio, pero extrañaba mi país, mis amigos y a mi abuelito. Obvio, le marcaba por videollamada todos los fines de semana sin falta.

Desde que llegué, recibí muchas miradas que me hacían sentir incómodo. Incluso las primeras semanas de clases no comía en el gran comedor, sino que me iba a encerrar a un salón vacío para seguir estudiando. Sin embargo, mi compañero de cuarto, también mexicano, me ayudó a desenvolverme un poco más y eso me ayudó a mí mismo.

- Bueno, pues, mierda, luego no digas que no te ayudo a distraerte.

- Otro día, Quacks.

Roier, junto con Quackity, estaban a nada de graduarse, por lo que tenían muchas cosas en mente. Bueno, por lo menos Roier las tenía, como dónde podía trabajar una vez que saliera, su beca, su abuelito y muchas cosas más. Quackity tenía contacto con uno de los mejores bufetes de abogados internacionalmente, claro que tenía un puesto de trabajo asegurado. Quackity habló con Roier sobre conseguirle un puesto allí, pero Roier quería sentirse dichoso de que lo eligieran por su talento, no porque era amigo de Quackity.

Al día siguiente, desperté en el pequeño escritorio que tenía. No supe la hora en que me quedé dormido. Estaba tan concentrado en mi tesis que ni siquiera sentí la hora. Eché un vistazo al cuarto, tallando mis ojos y tratando de despertar.

Cuando por fin abrí bien mis ojos, me encontré con Quackity, tirado en la cama con la ropa de ayer. Solo negó en señal de desaprobación, pues ya quisiera yo poder salir y disfrutar así mis fines de semana.

Una vez que me recompuse, busqué mi celular para tomarlo entre mis manos, lo encendí, me levanté de un salto al darme cuenta de que estaba llegando tarde a la cafetería donde trabajaba.

Me arreglé como pude, de manera que no se notara que dormí tarde haciendo la tesis. Me puse los primeros pantalones que vi junto con la primera camisa.

Rápidamente, lavé mi cara y cepillé mis dientes. Agarré el mandil que era uniforme de la cafetería y salí corriendo del cuarto, azotando la puerta. Cuando ya estaba saliendo, recibí un grito por parte de mi compañero:

- ¡Para la otra no te duermas tarde, cabrón! - Sin importarme menos, salí corriendo, casi volando si fuera posible.

Llegué a la cafetería a tiempo con suerte, pero mi jefe ya me estaba esperando y no con una cara muy amigable.

- Buenos días, Sr. Maximuxs.

- Roier, ¿otra vez desvelado? ¿Qué es eso de venir corriendo y presentarse así?

Apenas iba a responder, pero fui callado por él.

- Entra ya, tío, que esta cafetería no funciona por sí sola.

Me retiré de ahí haciendo una reverencia y diciendo "con permiso". Entré a la cafetería encontrándome con Tina, una chica atenta, linda y amable que siempre me recibe con una sonrisa cálida.

- Hi, Roier. ¿Uh, what happened to your hair? - Dijo soltando una risa entre dientes.

- Ay, ¿vengo muy despeinado de verdad? - Dije levantando mis manos para acomodar mi cabello. Se me había olvidado llevar un peine.

- Sí, pero no te preocupes. Dejaste tu bandana aquí la otra vez, así que deberías ponértela. - Dijo ahora Tina mientras me daba mi bandana de color azul.

- Muchas gracias, Tina. Pensé que la había perdido. - Agarré la bandana y me la coloqué sobre el cabello.

- Bueno, a empezar el día. Hoy te toca como cajero. - Dijo Maximuxs entrando a la cafetería mientras sus ojos se posaban en mí, señalándome.- Sí, te digo a ti, Roier.

Solo mostré una cara de desagrado. No era el mejor día para atender a personas, y personalmente disfruto mucho de mi trabajo.

El día pasó de buena manera, para mi suerte. No había tanta clientela como esperaba. El local se encontraba vacío, así que aproveché para revisar un poco mi celular. Me quedé viendo un video que me apareció por ahí, y me quedé tan metido en el video que ni siquiera me di cuenta de que sonó la campana que tenía la puerta para avisar si llegaba un nuevo cliente.

- ¿Estás para atender o para ver el celular? - Una voz grave me habló, haciendo que sacara la vista de mi celular.

- Lo siento, señor. Estaba un poco...

- No me importa. Ya sé que estabas haciendo de todo menos tu trabajo. - Dijo, interrumpiéndome, con una voz grave y mandona.- Quiero un café negro, caliente, sin azúcar, y un croissant sencillo. - Dijo el tipo alto, de traje, con unos ojos azules como el cielo, y cabello largo que estaba sujeto con una liga. Si no fuera por su actitud arrogante y egocéntrica, diría que ese tipo era un mismo ángel.

Suelo mantener la calma con clientes así, pero inconscientemente hice un gesto de disgusto por el tipo que tenía enfrente. Anoté la orden en un papel para dárselo a Tina, para después tomar el vaso.

- ¿Su nombre? - Dije, con un tono grosero saliendo de mis labios.

- ¿Cómo?

- Su nombre, para la orden.

- Cellbit. - Dijo rodando los ojos.

- Okay, en unos minutos le hablo.

- De hecho, voy a comerlo aquí. - Dijo, para abandonar su lugar y dirigirse a una mesa.

Ya estaba cansado, era genial cómo él en un instante me arruinó el día. No hice más que darle la orden a Tina por la pequeña ventana junto al vaso.

Pasaron 10 minutos cuando Tina tocó la campana, dándome a entender que la orden estaba lista. La tomé entre mis manos, primero visualicé dónde estaba el tipo estirado para caminar hasta él.

Volteé de reojo para mirar el reloj que estaba en la pared; gracias al cielo, mi turno estaba por acabar. Seguía avanzando inconscientemente cuando recibí un impacto, haciendo que tirara la orden.

- ¿¡ERES IMBÉCIL?! - Gritó, llamando la atención de todos. Y todos éramos solo dos personas que estaban comiendo y mis compañeros de trabajo. - ¡Me acabas de arruinar mi traje, idiota!

- Lo siento, señor. Traeré algo para limpiarlo. - Dije un poco apenado, pero por dentro estaba que hervía de rabia. Si el tipo estirado no se hubiera cruzado por mi camino, no le hubiera manchado su lujoso traje.

- Déjalo así. - Dijo, mientras sacudía con sus manos el traje y se retiraba. - Não pode ser, essas pessoas idiotas e inúteis. - Esto último lo dijo mientras se retiraba del lugar.

Genial, ahora tendría que pagar eso de parte de mi sueldo. Solo esperaba no encontrarme con ese tipo nunca más en la cafetería.

Haciendo correcciones pq la historia estaba siendo narrada xd

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