10⎟✶ Una rosa per ogni tradimento

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—¿Qué crees que estás haciendo? ¿Piensas que eres intocable acaso?

—¿Y no lo soy?

—No, no lo eres.

—Si no lo fuera ya estaría en prisión.

—No te atrevas a tentarme.

—Pues te reto a arrestarme.

Despierto tras escuchar dos voces a lo lejos. La cabeza me da de vueltas y siento ganas de vomitar conforme me incorporo sobre la cama. Estoy en una habitación oscura, apenas alumbrada por la luna, la reconozco al instante, es el mismo sitio donde desperté hace unos días. Mi nariz duele cuando recuerdo el golpe que el señor Monockmy me dio y de repente siento que podría beberme un río entero por la irritación de mi garganta.

¿Qué fue lo que sucedió? Algunos destellos vienen a mi mente como piezas flotantes que me hacen estremecer.

—Y por si fuera poco te atreves a hacerme enfadar...

Camino de puntillas hasta la puerta de la habitación, por la abertura logro ver a la misma mujer pelinegra de antes, va caminando de un lado a otro mientras agita ambas manos a sus costados. Dante está sentado a varios metros en uno de los sofás con un trago entre sus manos. Los músculos de sus brazos permanecen contraídos bajo la tela de su camisa negra mostrando que está tenso. Suelta un suspiro y mira hacia el techo, casi como si rezara por paciencia, dándome una visión de su manzana de adán.

—¿Qué quieres, Riona? ¿Una felicitación? Arrestaste al narcotraficante que tu organización tanto buscaba. Te enviaré una postal si te hace sentir mejor pero déjame en paz.

—¿Qué hay de ella? —Sé que se refiere a mí porque señala hacia la habitación—. ¿Sabes el peligro en el que acabas de ponerla? La organización de Aragog cree que fue ella quien delató a su jefe, van a buscar venganza. Tenemos que brindarle protección o...

—¿Ahora te importa? —el reproche en la voz de Dante es evidente cuando se pone de pie—. Yo me encargo de ella. Tú métete en tus asuntos como yo en los míos, ese fue el trato. Lo dijiste el año pasado.

—Dante...

Ella intenta tocarlo por el pecho, pero él la aparta de un manotazo, su bebida cae sobre su camisa y hace un gesto de molestia. La rabia es evidente en la forma en la que su mandíbula se contrae.

—No vuelvas a tocarme, sabes que odio que me toquen. No te atrevas a volver a hacerlo porque me harás enfadar.

Ella suspira, casi como si se disculpara o tal vez se resignara.

—He desviado al capitán de ti y los tuyos por mucho tiempo —continúa ella, pasándose una mano por el pelo con desesperación—. Pero perderé mi trabajo en SSAM si continúo ayudándote.

—Entonces ya no lo hagas. No le tengo miedo a la policía, puedo solo.

Dante se pone de pie, casi como si hubiera perdido toda la paciencia. La mujer suspira pero asiente.

—¿Marie ya está a salvo? Fue ella quien puso el micrófono dentro de su bolsa, ¿no?

—Le ofrecí dinero y protección a cambio, claro que fue ella.

Abro la puerta en ese instante para enfrentarlos a ambos. La primera en mirarme es ella, sus facciones son delicadas, casi afrodisíacas, sus piernas son largas y posee una silueta esbelta, tiene un porte sofisticado pero amenazante a la vez, como una candidata a la política que intenta ser educada pero sabe imponerse ante sus enemigos. Sus ojos cafés me contemplan de arriba abajo y niega con la cabeza.

Legado oscuro [1.0]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora