Legado oscuro [1.0]

34⎟ ✶ Besos para decir adiós

Maratón 3/3

Lo primero que hago es retirar la mayor cantidad de dinero posible mientras aún soy considerada la sucesora, el presentimiento de que esto apenas comienza me hace saber que necesito estar preparada. Los Kasper no descansarán hasta que firme mi renuncia al testamento de padre y si la junta descubre la verdad, también atacarán. Así que no puedo fiarme de nada, debo vaciar las cuentas lo antes posible.

Pero además de eso, en este momento solo hay una persona con la capacidad de responder a todas mis dudas: La señora Hermes.

Mika mencionó que madre la despidió porque no confiaba más en ella, lo que hizo que revelara los documentos ocultos de padre a su antiguo abogado. Pensé que llamarla sería una pérdida de tiempo, no tendría razones para responderme, pero de alguna forma lo hizo y me pidió que la viera al anochecer.

—¿Por qué no me dijiste lo de padre?

Mika duda, sus ojos azulados están puestos sobre la tierra húmeda, hemos venido a un campo apartado de la ciudad y las miradas curiosas, porque no confío en ningún otro sitio en el que podría guardar semejante cantidad de dinero que excepto en la misma naturaleza. Se trata de una zona abandonada desde hace años, por lo que nadie más excavará pronto. Será un buen sitio para esconder una parte del dinero físico mientras pienso exactamente qué hacer con el resto.

—Mamá dijo que entre menos personas lo supieran, sería mejor. Tampoco quería acabar en una correccional o peor aún, sin dinero.

Asiento, Mika se concentra en solo seguir cavando la tierra. Tomo su mano para hacerle que todo estará bien, pero su ceño se frunce con severidad.

—¿Es verdad que tu esposo quiere asesinarnos?

La mención de Dante me pincha el corazón, intento pensar lo menos posible en él y en todo lo sucedido porque no puedo desmoronarme ahora mismo otra vez, mucho menos aceptar que me estuvo engañando con absolutamente todo, primero debo asegurarme de que Mika esté a salvo y ambos podamos huir.

—Él no quiere asesinarte a ti.

—Pero sí a madre. —Ladea la cabeza con escepticismo—. Perdóname, ella ha sido una demente contigo, no es una buena persona, lo sé bien, pero aún así no puedo desear que muera.

—Y eso demuestra que eres un niño y no un monstruo. —Le doy una sonrisa cálida—. No deberías estar en medio de nada de todo esto, así que perdóname tú a mí.

—Está bien, entre mamá y tú, siempre te escogeré a ti y a Isaías. No importa... Si papá en realidad no es nuestro padre. Somos hermanos.

No puedo evitar abrazarlo, es lo único que necesito en este instante. Un abrazo sincero. La fuerza indomable que he intentado fingir se desmorona en pedazos y las lágrimas comienzan a escurrir por mis mejillas sin poder evitarlo, Mika no me aparta, incluso siento sus brazos rodeándome con mayor fuerza cuando la respiración se me corta.

Entonces es así como se siente un corazón roto. Pensé que estaba volando, pero en realidad sólo estaba cayendo, los ojos verdosos de Dante aparecen en mi mente y mandan descargas de dolor a toda mi piel, pasé la mitad de mi vida sufriendo su muerte y sé con certeza que pasaré la otra mitad sufriendo por sus mentiras. Porque al final, todo fue falso. Ahora entiendo que no puedo juzgar a mi madre, se enamoró de un mal hombre y yo hice lo mismo. No somos tan distintas.

—No seas tan llorona —Me pone mala cara—. Mejor usa tu fuerza para pensar a donde iremos luego de ver a la señora Hermes, sugiero Grecia, dicen que la vista es maravillosa.

—¿Y qué haríamos ahí? —Me limpio las lágrimas con una sonrisa—. ¿Vivir bajo el sol?

—No, tú trabajarás y yo viviré bajo el sol. Será una buena vida.