07⎟✶ Vormak y diamantes

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Lo primero que siento tras salir de mi habitación es la mano de madre impactando contra mi mejilla. El golpe es tan fuerte que mis pies tambalean y pierdo el equilibrio, cayendo de bruces contra el piso de mármol. No hago nada excepto quedarme ahí, pese al ardor que siento en la mejilla, madre enrolla su mano entre mi cabello y levanta mi rostro con fuerza para obligarme a mirarla.

—Estúpida de mierda... —Escupe sobre mi rostro, provocando que su saliva me caiga sobre las pestañas—. Debí imaginar que serías igual a la zorra de tu madre biológica.

Suelta mi rostro de golpe mientras siento mi pecho apretarse. Es la primera vez que hace mención de la mujer que me dio a luz, mi cuerpo comienza a temblar cuando la punta de su tacón se clava sobre mi mejilla, impactando mi rostro contra el piso. Puedo sentir su furia de forma física, pero también la libertad que siente como si finalmente pudiera deshacerse de la plaga que la ha molestado durante tantos años.

—Lo siento... Madre. —Mi voz es un hilo de voz apenas audible por la presión de su zapato, puedo sentir como una ligera gota de sangre caliente se desliza por mi mejilla—. Lo siento.

Incluso si ni siquiera tengo idea de qué es exactamente lo que hice para molestarla, mi primer instinto es disculparme. Madre quita su pie de mi rostro y se pasa una mano por el pelo, acalorada. Me quedo hincada sobre el suelo mientras algunas lágrimas escurren por mis mejillas y entrelazo las manos evitando moverme. Tal vez es este tipo de humillación lo que me merezco, después de todo me he atrevido a traicionarla de alguna forma.

—¿Qué está pasando aquí?

Isaías acaba de entrar a la casa, sus ojos desconcertados caen sobre mí y su primer instinto es acercarse y ayudarme a ponerme de pie. Inspección la herida sobre mi mejilla un instante, limpiándome la sangre con su dedo pulgar y su ceño se frunce mientras se gira hacia madre. Sus ojos dominantes y gélidos se transforman en un fuego abrazador.

—¿Tú le has hecho esto?

—No te metas en cómo educo a mi hija. —Los ojos furiosos de madre continúan despreciándome—. ¡Merece que la castigue y más! Se fue de la subasta con un hombre mayor en su auto, y los Monockmy la vieron. Ahora se piensan que he criado a una cualquiera. La señora Monockmy dejó en claro que la posibilidad de un compromiso está arruinada.

—¡¿Dije que si tú le hiciste esto?!

El grito de Isaías nos sobresalta a ambas, madre lo mira con los labios entreabiertos pero no tarda en recuperar la compostura. Él nunca se había atrevido a levantarle la voz ni en los peores momentos, pues es un hombre que habita más en la serenidad. Aprieto mis dedos con fuerza, reacia a hacer cualquier cosa excepto sollozar y mirar hacia el suelo.

Todo esto es mi culpa.

—¿No oíste lo que dije? ¡Lo único que tenía que hacer y lo arruinó sin problema! Y seguro que no fueron los únicos en verla irse así, pronto toda la junta le tendrá aún menos respeto que a una prostituta.

—No te atrevas a volver a hablar así de mi hermana. Tampoco te atrevas a volver a tocarla —Su tono es severo, amenazante, da un paso hacia ella y la sujeta por la fuerza del brazo—. Porque si vuelves a hacerlo juro que el respeto que te tengo por ser mi madre acabará.

Isaías nunca ha sido cercano a madre, siempre fue mucho más apegado a padre, intentando hacerlo sentir orgulloso y pasando día a día con él. No obstante, nunca antes se había atrevido a hablarle de forma tan brusca y ella parece descolocada al notarlo.

—¿Cómo puedes decirme eso? ¡¿Cómo puedes defenderla ciegamente?! Lo único que hará será arruinarnos. —La respiración de madre es entrecortada debido a lo exaltada que está—. La he tolerado todos estos años porque el maldito de tu padre no me dejó opción, incluso accedí a criarla como mi hija, pero ahora que murió no tengo necesidad de seguir haciéndolo.

Legado oscuro [1.0]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora