29⎟ ✶ La promesa del pasado

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Dante

Me aseguro de que el arma esté cargada mientras me miro en el espejo una última vez. Ruslavok me analiza en silencio, pero puedo sentir su preocupación destilando en el aire igual que la marea aumentando mientras intento mantenerme a flote.

—Si tienes algo por decir, dilo de una vez

—Sé que ha estado esperando este momento desde hace mucho, ¿pero no sería mejor trazar un plan primero? Tal vez sea una trampa.

—Mi paciencia se agotó, no hay por qué esperar más.

—En ese caso permítame acompañarlo.

—No, haré esto solo.

Ruslavok asiente, pero sé que por la pequeña arruga que aparece en su frente no está de acuerdo. Él no suele interferir en mis decisiones, incluso en las más cuestionables, el hecho de que se sienta inquieto me sofoca.

—¿Ha cambiado de opinión?

—¿Sobre qué? —continúo, verificando que mis armas se encuentren en orden.

—Sobre asesinar a los hijos de Peggy Kasper.

Detengo las manos de golpe sobre el arma, que recuerde mis palabras me lleva de regreso al día en el que decidí que mi plan no sólo involucraba a esa mujer, sino a todo aquel que pudiera servirme para causarle dolor.

Llegué al hospital con las suelas de los zapatos cubiertas de barro, el saco húmedo por la lluvia que chisporroteaba sobre la acera. Derribar la seguridad del primer piso fue sencillo, mis hombres se encargaron de liquidarlos a todos, no tuve que molestarme en lo absoluto para llegar al segundo piso.

El director del hospital ni siquiera pareció reconocerme, fue condescendiente hasta que golpeé su estómago con mi rodilla y estrellé su nariz contra el cristal de su oficina hasta dejar una grieta.

—Sara Lazzaroni, ¿en donde la tienes, miserable imbécil?

No quiso hablar, así que tomé la engrapadora que se encontraba sobre su escritorio y sellé sus labios 5 veces, sólo para asegurarme de ayudarlo a mantenerse con la boca cerrada. Corté 2 de sus dedos y cuando no hizo otra cosa excepto llorar y suplicarme piedad con la mirada, le tendí una hoja para que me explicara todo.

El hospital pertenecía a la familia paterna de Peggy Kasper, específicamente a su tío abuelo que era un médico de reconocido nombre que al morir le heredó el hospital. Usaban el sitio para negocios ilegales como el robo de órganos y la trata de blancas.

Cuando el señor Lazzaroni conoció a Tristán Kasper en una reunión, mencionó que su esposa era dueña de un hospital en Londres. Lazzaroni era doctor, y al especializarse en proyectos médicos muy prometedores, se interesó por la propuesta de realizar una alianza.

Eso explicaría el negocio de mis padres con los Kasper, siempre hablando de nuevos proyectos. Mi padre solía tener grandes esperanzas en el futuro, aún recuerdo lo perfeccionista que era, cada que los Kasper nos visitaban mandaba a limpiar hasta la última recámara y traía a los mejores chefs, era atento y hospitalario.

Pero se negó a firmar el contrato después del dinero que ya había sido invertido y amenazó a Tristán con denunciar a las autoridades todos los negocios ilegales que él tenía con su esposa diciendo que era incorrecto.

Peggy Kasper sugirió a su marido asesinar a la familia Lazzaroni para evitar problemas. Vendió el hospital a un empresario extranjero, pero quien lo obtuvo fue Bernat Kasper bajo un seudónimo que les permitiría continuar usándolo como fachada familiar.

Legado oscuro [1.0]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora