12⎟ ✶ Única advertencia

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Hay días en los que he tenido el presentimiento de que voy a morir, quizás el espíritu de padre vendrá por la noche y me ahogará hasta matarme por haber sido una mala hija con él. Pero esta noche es distinta, lo que estoy por hacer va en contra de todo lo que he hecho hasta ahora en mi vida: Obedecer.

Si soy sincera, nunca me ha asustado de verdad lo que puede pasarme si desobedezco, pero la vida ha sido más sencilla para mí dejándome usar como cuál títere. Tampoco puedo culpar de todo a madre cuando ella misma soportó toda su vida los golpes y maltratos de padre. El tío Bernart solía ser constantemente humillado por el abuelo al no ser el hijo favorito y todos sabemos que el esposo de la tía Feya solía golpearla cuando llegaba ebrio por las noches. Nadie en esa familia está exento de oprimir y ser oprimido.

Así que solo por hoy me permito saltarme un par de reglas más. Todo mi armario es aburrido, por lo que le pido a la señora Hermes que me consiga un vestido llamativo para la cena. Observo mi reflejo en el vidrio con cierta incomodidad, llevo puesto un vestido rojo con un escote pronunciado que deja ver el inicio de mis pechos y los bordes de mi clavícula. La línea de mi espalda es dibujada como una pincelada rápida tras el escote del vestido y siento la necesidad de quitarme la prenda al sentir que la tela apenas y me tapa el trasero. No estoy segura de que este fuera el concepto que tenía en mente cuando le pedí algo llamativo. Nunca antes había usado algo así.

De cualquier forma, no tengo tiempo de cambiarme cuando ya me encuentro fuera del restaurante. Sé que Isaías envío seguridad extra que estará afuera en caso de algún problema, pero eso no disminuye la intranquilidad que bombea sobre mi pecho. El hombre de la puerta me hace pasar y marca en elevador el número 176, que es la terraza más elegante y alta de la ciudad. Apenas se abren las puertas, observo el lugar con cierta admiración. La vista es impresionante, no solo veo toda la ciudad tan resplandeciente como mágica, sino también el sol ocultándose detrás de las montañas y algunas aves revoloteando por el cielo a punto de oscurecerse por completo.

Todo el lugar está vacío a excepción de la mesa pegada al balcón. En un sofá de cojines blancos y estructura de madera está Adán. Va vestido con un pantalón holgado y una camiseta blanca, el pelo rojizo bien cuidado y ajustado a su sitio dejan ver que se ha tomado en serio lo de arreglarse. Una sonrisa de oreja a oreja le recorre el rostro apenas me ve y se pone de pie para caminar hacia mí. No puedo evitar pensar que su rostro quedaría bien para un anuncio sobre el cuidado de la piel.

—Te dije que nos volveríamos a ver, rubia. —Sus ojos pasean sobre mí como dos serpientes venenosas—. Una interesante elección.

—¿Estás enterado de lo que dicen de mí? —opto por ser directa—. Sobre que tu padre está en la cárcel por mi culpa.

Su sonrisa se ensancha, podría oler su colonia desde varios kilómetros atrás. La piel le brilla ligeramente bajo la luz de las lámparas que iluminan la terraza. Me hace un ademán para que lo siga hasta nuestra mesa y de mala gana accedo a sentarme. Distintas entradas ya esperan a ser comidas en la mesa, junto con dos copa de vino tinto, pero no tengo ni el más mínimo apetito pese a que he pasado toda la tarde en ayunas.

—De todas formas, no hubieras logrado eso sin me ayuda. —Su guiño me desconcierta—. Fue tan gracioso cuando descubrí que mi padre tenía una amante. Esa mujer tiene mi edad. En fin, algo tenía que hacer.

—No lo entiendo.

—Yo fui quien amenazó a esa mujer, le dije que le confesaría todo a mi madre. La asusté lo suficiente que eso debió provocar que fuera directo con la policía y hablara.

Eso significa que no sabe que Dante también estuvo involucrado en ello. Ahora que lo pienso con mayor detenimiento, yo tampoco lo sé. ¿Cómo es que Dante también estuvo en eso con la policía involucrada? ¿Tiene infiltrados? La mujer con la que hablaba mencionó algo sobre ser policía.

Legado oscuro [1.0]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora