32⎟ ✶ Sangre perdida

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Maratón 1/3

De entre todas las personas que pudieron haber defendido a Dante, jamás imaginé que Peggy sería la primera en hablar.

—No puedes matarlo, no hasta que nos diga en donde tiene a Sara.

El cuerpo de Dante se contrae, la furia y el desconcierto resplandece sobre su pecho agitado mientras mira hacia ella. No parece importarle en lo absoluto que tengan un arma sobre su cabeza.

—¿Qué es lo que quieres de mi hermana? ¿Crees que voy a dejar que le hagas algo?

Francesco suelta un suspiro, no sé qué clase de trato tiene con mi familia, pero debe incluir el hecho de que no puede matar a Dante aún, por mucho que así lo deseé. Se pasa una mano por el cabello y de mala gana vuelve a sentarse en su sitio, casi parece un niño haciendo berrinche.

Al terminar la cena estoy de regreso en la habitación de antes, mi cerebro no puede procesar todo lo que está sucediendo, ni el hecho de que Dante se haya atrevido a manipularme, pero incluso si estoy molesta, sé que no es el momento ideal para discutirlo.

Cerca de la madrugada, me percato de que la puerta de la habitación ha sido abierta, asomo la cabeza sintiendo el aire frío, no hay nadie que esté cuidándome por lo que decido salir al corredor, pero no logro avanzar demasiado cuando me encuentro con Francesco recargado en el inicio de las escaleras, está cruzado de brazos y tiene una sonrisa bromista.

—Supongo que es cierto que si dejas la jaula abierta, el ratón intentará escapar.

—¿Te diviertes jugando conmigo?

—Solo tenía curiosidad, ¿no sabes nada sobre mí?

—Aunque parece que tu deseo por mi esposo es aún más profundo que el mío, me temo que no.

No parece molesto, sino un tanto divertido. Inclina la cabeza y camina hacia mí con determinación, su rostro derrocha seguridad.

—Por lo menos tú si tienes sentido del humor, me preocupaba que todos en tu familia fueran unos amargados de mierda.

—Ya no son mi familia.

—Sí, ya escuché esa parte. —Suelta un suspiro—. Me refería a que si Dante no te ha contado nada sobre mí. Ven conmigo.

No me da la oportunidad de negarme, comienza caminar hacia las escaleras y me guía hasta el fondo del primer piso, memorizo cada detalle de la casa y hasta el último objeto que podría serme de utilidad en un futuro.

—¿No te preocupa que algún Kasper nos vea husmeando?

—Ellos no se quedan aquí —confiesa mirándome por el rabillo del ojo—. Odio la compañía de esos idiotas, así que de noche esta es solo mi casa y por el momento también la de tu esposo.

Abre la puerta de lo que parece un sótano y enciende la luz, revelando unas escaleras inclinadas de madera oscura, extiende la mano para invitarme a pasar. Cuando llego hasta el último peldaño, observo a Dante cabizbajo atado a una silla, sus ojos se entreabren ante la luz, parece aturdido al verme pero aliviado a partes iguales.

—Me preocupa un poco que no hayas sido del todo honesto con tu esposa, Volsoyosky.

Francesco toma una silla del fondo y se siente al revés, recargando la barbilla en respaldo. Aunque Dante parece molesto, entiende a lo que Francesco se refiere, pues su rostro palidece. Es la primera vez que lo veo inquieto, y ni siquiera hay un arma de por medio.

—No escuches nada de lo que este idiota tengo por decir — me advierte Dante mirándome con suplica—. No es...

—Es completamente verdad —me interrumpe el rubio, soltando una risa—. Solíamos ser mejores amigos, casi hermanos. Cuando Davide reclutó al escuadrón W, siendo solo niños entrenamos juntos codo a codo por años. Pero entonces su egoísmo pudo más.

Legado oscuro [1.0]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora