36⎟ ✶ La niña que creció obedeciendo

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(A partir de los próximos capítulo dejaré una canción al inicio que va muy bien con la lectura del mismo)

I love you so. The Walters.

***

Nicoletta.

Siempre he amado las rosas, su aroma, la suavidad de sus pétalos que te embriagan en un dulzor único hasta nublarte de calma. Cuando era niña, solía escaparme para cortar las rosas que había en los jardines del triángulo e intentaba dibujarlas, Peggy lo odiaba, decían que eran sus rosas y no debía tocarlas ni mirarlas.

Pero a mí no me importaba.

Hasta que un día se lo contó a padre, él me llamó a su oficina, tenía cerca de 13 años, la edad perfecta para comenzar a ser una rebelde, pero seguía sintiéndome menor cada que entraba a esa habitación fría e imponente. Nada bueno sucedía al estar ahí.

—Si tu madre te da una orden, le haces caso. Si yo te doy una orden, me haces caso. No está a discusión.

—No tengo que obedecerlos en todo...

Su mano golpeó mi mejilla, el impacto fue tan fuerte que caí contra el suelo, temblando de miedo. Sabía lo que se venía, padre siempre aborrecía mis contestaciones. El primer impacto fue contra mi estómago, golpeó tan fuerte que la suela de su zapato se clavó en mis costillas mientras me encogía sobre el suelo. 

—¡Si la familia te ordena morir entonces le haces caso!

Cortó los tallos de las rosas que me había robado del jardín, luego me obligó a quitarme los zapatos y a caminar descalza, sintiendo contra la piel cada una de las espinas mientras la sangre de mis pies se convertía en un lienzo inesperado alrededor de los pétalos. Mi estómago dolía tanto que incluso vomité sangre, perdí el equilibrio y caí sobre las espinas, mis rodillas y manos también sangraron, la noción de la realidad se evaporaba a mi alrededor, deseé morir ahí mismo.

Pero a padre eso no le importaba, tomó asiento en su sillón de cuero y encendió un cigarrillo con tranquilidad, como si la vida se le fuese en ello.

—¿Qué es lo que siempre te he dicho, hija?

—Debo ser buena y obediente con ustedes.

Terminé en el hospital por una costilla rota, pero jamás volví a cortar una rosa del jardín, ni a darle otra mala contestación. Padre lo llamó "una efectiva lección de vida aprendida".

Si no seguía las reglas, el piso se teñía de rojo. Sino agachaba la cabeza, me ponían de rodillas con solo una patada. Si era obediente... Sobreviviría.

¿Pero cuál es el sentido de sobrevivir si no puedes confiar en quienes te importan?

El hombre del que me enamoré.

El hermano con el que me crié.

Les das todo pero no se detienen, no puedo partirme en más pedazos para mantenerlos a flote, siempre querrán más hasta robártelo todo. ¿Incluso el alma? No puedo dejar de pensar en eso mientras me debato entre si soy débil o solo estúpida.

Tampoco puedo confiar en mí misma, porque ¿quién soy yo en realidad?

No lo sé, pero no tengo tiempo para descubrirlo.

Pero sí se quien puedo ser ahora mismo, la frágil y perfecta hija obediente que me enseñaron a ser.

Isaías luce adolorido mientras continúa mirándome, parece debatirse entre abrazarme o evitar hacerlo. Las lágrimas escurren por mi rostro hasta caer al piso y humedecer la alfombra cuando me sujeta por ambos brazos, todo mi cuerpo está temblando.

Legado oscuro [1.0]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora