21⎟ ✶ Besos con sabor a muerte

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Dante

Nunca he sentido tantas ganas de asesinar a alguien hasta que Kaizawo aparece corriendo desde la base de operaciones y me dice que la villa está siendo atacada por el clan de Aragog como una venganza. Si es así, les arrancaré la carne de la cara mientras estén vivos solo por interrumpirme.

Me separo de Nicoletta incluso antes de poder probarla, es demasiado jodido que incluso mi cuerpo se haya excitado cuando ni siquiera le he puesto un puto dedo encima. Limpio el sudor de mi frente mientras le ordeno a un par de hombres que la lleven con los refugiados y comiencen el proceso de extracción por el pasadizo para emergencias.

Aragog nunca ha sido un criminal de mi nivel. Si tuviera que describirlo, diría que él y los suyos son como cucarachas, pueden ser resistentes y sentirse inmortales, pero no son capaces de generar el mismo horror que las bestias salvajes que controlan las ciudades. Mis ciudades. Yo tengo el dinero, los medios y las alianzas que él jamás podría, así que ni siquiera vale la pena considerarlo un enemigo real.

—¿Cuál es la situación? —Me aseguro de cargar el arma.

—Aragog escapó de la cárcel hace 4 horas. Reunió a mercenarios y ex militares para atacarnos.

¿Cómo supo de este sitio? La villa no ha sido atacada desde su fundación hace 5 años, es un escondite más oculto que las arañas bajo las piedras.

—Creo que tenemos un traidor.

Fue lo primero que pensé, me giro hacia él casi desquiciado. No hay nada peor que un traidor entre los nuestros. Esa clase de actos no se perdonan. Jamás. Si es verdad, su destino será peor que la muerte. Arrancaré sus ojos y lo obligaré a tragárselos con la misma lengua con la que ha hablado, porque cuando la lealtad se fragmenta y la confianza se pierde, no hay forma de volver atrás. No para mí.

—¿Quién?

—No lo sé. Ya informamos a los capos que están en la ciudad, pero tendremos que resistir por ahora solo nosotros. Tengo lo que me pediste.

Eso es útil, porque definitivamente sé estar preparado para cualquier tipo de situación. Kaizawo sonríe mientras me señala su teléfono como un niño que ha hecho una travesura.

—Evacua a las personas al norte. Asegúrate de que Nicoletta llegue a salvo, yo me encargo.

—No. —Kaizawo me mira con molestia—. No te dejaré con el culo a la suerte. Me quedo aquí, envía a alguien más para cuidar de los refugiados.

Estoy por hacerlo entrar en razón cuando un sonido explota a nuestro costado. El impacto me lanza al suelo mientras las piedras del muro crujen y la atmósfera se llena de un humo calcinado. Mi cabeza palpita conforme soy consciente de que decenas de hombres armados comienzan a descender hasta llegar a mí, intento ponerme de pie aunque me tiemblan las rodillas y sujeto mi arma en el momento exacto en el que siento un puñetazo directo en el rostro. Mi cuerpo cae de nuevo al suelo y el rostro de Bernan Kasper aparece frente a mí.

—¿Dónde está mi sobrina?

Golpea mi rostro por segunda vez, la sangre se instala en la punta de mi lengua pero el dolor no me impide sonreír. El imbécil está usando un bastón en la pierna en la que le disparé. Él sigue mis ojos y su rostro se llena de furia, el rencor le atraviesa el rostro.

—¡¿Dónde está?!

—Lo siento. Mi prometida está indispuesta, le enviaré tus saludos otro día.

Aragog aparece a su lado, la cárcel debió sentarle bien porque luce menos cobarde que antes. Su cabello está cortado al ras de la nuca, una nueva cicatriz le surca desde la ceja hasta el ojo derecho, que se ha vuelto tan blanco como una nube sin rastro de su iris. Patea hacia un lado mi arma con la suela de sus enormes botas negras.

Legado oscuro [1.0]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora