Matemos Las Ganas

769 62 12
                                    

Pov María José

—Bueno, creo que yo también debería irme —dice, aunque su voz suena dudosa.

Se levanta de su asiento. Me adelanto y le pongo una mano en el brazo para detenerla.

—Vamos, quédate un poco más —le digo, tratando de sonar convincente—Podemos cantar un par de canciones más y luego nos vamos. Prometo no hacerte cantar sola —levanto mi mano en señal de promesa.

Ella me estudia por un momento antes de asentir lentamente con una pequeña sonrisa en sus labios.

—Está bien, pero solo un par de canciones más.

Selecciono una canción y empezamos a cantar a dúo. La letra de la canción tiene un tono sugerente, y la manera en que nuestros ojos se encuentran hace que el aire entre nosotras se cargue de tensión.

No hace falta que te diga
Que me muero por tener algo contigo
Y es que no te has dado cuenta
De lo mucho que me cuesta ser tu amiga
Ya no puedo acercarme a tu boca
Sin desearla de una manera loca...

Canto mi parte de la canción alternando mi mirada entre sus ojos y sus labios. Ahora es su turno y su mirada permanece en la mía.

...ya me quedan tan pocos caminos
Y aunque pueda parecerte un desatino
No quisiera yo morirme sin tener
Algo contigo

Su mirada se mantiene fija en la mía. Su voz es hermosa, y por un momento, me pierdo en la melodía y en la conexión que compartimos. Cada palabra que canta parece dirigida solo a mí. La letra de la canción parece hecha a medida para nuestra situación.

Cada vez que nuestras manos se rozan al pasar el micrófono, siento una descarga eléctrica. No puedo evitar notar lo hermosa que luce Daniela bajo las luces suaves del karaoke, sus ojos brillan con una intensidad que me deja sin aliento. Mientras cantamos, nuestras miradas se encuentran y es como si todo el mundo se desvaneciera, dejándonos solo a nosotras dos en esa burbuja de música y deseo.

Ya me quedan tan pocos caminos
Y aunque pueda parecerte un desatino
No quisiera yo morirme sin tener
Algo contigo
Algo contigo
Algo contigo

Terminamos cantando la última estrofa las dos juntas y nuestras voces se mezclan perfectamente, creando un momento cargado de emoción.

Cuando la canción termina, regresamos a nuestra mesa. Daniela parece más relajada y animada, y yo decido seguir adelante con el coqueteo sutil.

—Eres bastante buena en esto, ¿sabes? —le digo, inclinándome un poco más cerca.

—Gracias. No sabía que tú también cantabas tan bien —responde, su sonrisa más abierta ahora. Una sonrisa que me hace olvidar momentáneamente el verdadero motivo por el que estoy aquí.

—Tengo algunos talentos ocultos —le digo, guiñándole un ojo y ella ríe haciendo que me extravíe en el sonido de su risa.

Pedimos otra ronda de bebidas y seguimos hablando. Después de varias canciones y varios tragos, la risa es fácil y las conversaciones fluyen sin esfuerzo. A medida que avanzamos en la noche, sigo captando momentos en los que nuestras miradas se encuentran, cargadas de una tensión que ambas entendemos, pero ninguna menciona. La conexión que hemos compartido esta noche se siente más real y poderosa de lo que hubiera anticipado. 

Miro a Daniela de reojo, mientras nos reímos de algunas actuaciones divertidas en el escenario. Cada vez que ella se ríe o me mira, siento que mi atracción por ella crece más y más. El momento es divertido y desinhibido, la risa de Daniela es contagiosa y me doy cuenta de que estoy disfrutando demasiado de su compañía, cuestionándome por qué me gusta tanto.

Entre El Odio Y El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora