Eddie Kaspbrak | It

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Simplemente, gérmenes ════ ⋆★⋆ ════

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Simplemente, gérmenes
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El verano en Derry era caluroso y polvoriento, perfecto para las aventuras.

Chanel, siempre estaba lista para explorar cada rincón del pequeño pueblo, sin importar cuántas veces terminara con raspones o manchas de barro en su ropa. Para ella, la libertad de correr por los bosques y descubrir lugares nuevos era la esencia de la vida. Sin embargo, para Eddie Kaspbrak, sus constantes escapadas eran una fuente interminable de frustración.

—¿Otra vez en el barro, Chanel? —preguntó Eddie con una mezcla de exasperación y preocupación mientras la encontraba sentada en la acera, con las rodillas raspadas y las manos cubiertas de tierra.

—Es lo que pasa cuando tienes espíritu aventurero, Eddie —respondió, sonriendo y sacudiendo un poco de polvo de tu camiseta—. Además, alguien tiene que hacerlo, ¿no?

Eddie la miró, sacudiendo la cabeza mientras sacaba un pañuelo y una botella de desinfectante de su mochila.

—Podrías enfermarte con tanta suciedad. Aquí, deja que te limpie eso —dijo, arrodillándose para desinfectar sus heridas.

Aunque su preocupación constante la irritaba a veces, había algo en su meticulosidad que empezaba a resultarle entrañable.

Una tarde, mientras Chanel exploraba un sendero nuevo cerca del arroyo, se tropezó y cayó, haciéndose un corte profundo en la pierna. Cojeando, intentó regresar al pueblo, pero el dolor era intenso. Para su sorpresa, Eddie apareció en su bicicleta.

—¡Chanel! —exclamó al verte—. ¿Qué te ha pasado?

—Me caí. No es gran cosa —dijo, aunque la sangre que goteaba de su pierna decía lo contrario.

Sin dudarlo, Eddie sacó su botiquín de primeros auxilios de la mochila.

Mientras limpiaba y vendaba su herida, Chanel se dio cuenta de lo delicado y cuidadoso que era, sus manos temblando ligeramente por la preocupación.

—Gracias, Eddie. Eres un buen enfermero —dijo, tratando de aliviar la tensión.

—Solo intento que no te infectes —respondió él, pero su tono era más suave que de costumbre.

A partir de ese momento, empezó a notar un cambio en su relación con Eddie. Aunque seguía regañándola por su falta de higiene, había menos hostilidad y más comprensión. Se dio cuenta de que sus constantes advertencias y cuidados eran una forma de mostrar que le importaba.

Un día, mientras exploraban juntos el bosque, Eddie se detuvo y miró a Chanel con una expresión seria.

—Chanel, he estado pensando… —empezó, y podía ver la duda en sus ojos.

—¿Sobre qué? —preguntó, curiosa.

—Sobre por qué siempre estamos peleando. Creo que en el fondo, me preocupo tanto porque me importas —dijo, bajando la mirada, nervioso.

Chanel sintió su corazón acelerarse. No esperaba escuchar eso de Eddie, pero algo en sus palabras resonó profundamente en ella.

—Eddie, nunca lo había pensado así… —dijo, acercándose un poco más—. Pero ahora que lo dices, creo que a mí también me importas. Aunque siempre estés preocupado por los gérmenes y las enfermedades.

Él rió suavemente, y por primera vez, vio una vulnerabilidad en sus ojos que no había notado antes. Sin pensarlo dos veces, se inclinaste y le dio un beso en la mejilla.

—Gracias por cuidar de mí, aunque te vuelva loco —dijo, sonriendo.

Eddie se ruborizó, pero una sonrisa apareció en su rostro.

—Supongo que alguien tiene que hacerlo —respondió, mirándola con ternura.

Y así, en medio de la suciedad y el desorden de tus aventuras, Chanel encontró algo inesperado: un lazo profundo con alguien que, aunque opuesto a ti en muchos sentidos, compartía un cariño sincero y verdadero.

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