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Con desdén ════ ⋆★⋆ ════
Edmund Pevensie había regresado a Narnia por enésima vez, y aunque siempre se había sentido como en casa, esta vez era diferente. Había alguien más. Alguien que parecía desafiar su existencia en cada paso: Lysandra, una guerrera narniana que no se dejaba impresionar por los títulos ni las historias.
Desde el momento en que se conocieron, hubo tensión. Lysandra no se dejó intimidar por el aire de nobleza de Edmund ni por sus relatos de batallas pasadas. Ella había luchado su propia guerra en su tierra natal, y para ella, Edmund no era más que otro forastero arrogante.
—¿Crees que tus historias te hacen mejor guerrero? —le espetó un día mientras entrenaban en el campo.
—No tengo que probarte nada —replicó Edmund, furioso por su constante menosprecio.
Los días pasaron y las disputas entre ellos se volvieron habituales. Pero, debajo de esas discusiones, había una chispa que ambos negaban. Un día, la situación en Narnia se volvió crítica; un ejército enemigo amenazaba con destruir todo lo que amaban. Edmundo y Lysandra se vieron obligados a trabajar juntos.
La batalla fue feroz, pero ambos demostraron ser formidables. En un momento crucial, Lysandra quedó rodeada y, sin pensarlo dos veces, Edmund se lanzó en su ayuda, luchando codo a codo con ella.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó Lysandra, jadeando mientras se retiraban a un lugar seguro.
—Porque, a pesar de todo, no podría soportar verte caer —confesó Edmundo, su mirada más suave de lo que jamás había sido.
Aquella noche, alrededor de la hoguera, hubo un silencio incómodo entre ellos. Sin embargo, Lysandra rompió el hielo:
—Siempre pensé que eras un príncipe arrogante —dijo ella, mirándolo a través de las brasas.
—Y yo te imaginaba como una guerrera impulsiva.—
Y en ese momento, en medio de la guerra y el caos, encontraron la paz en los brazos del otro, dejando atrás el desdén para dar paso a un amor que había estado esperando para florecer.
Con el pasar de los días, Edmund y Lysandra se convirtieron en una fuerza imparable en el campo de batalla y en la vida. Su amor no solo fortaleció su conexión, sino también la moral de los narnianos que luchaban a su lado. Los guerreros veían en ellos un símbolo de esperanza y unidad, algo por lo que luchar.
Una tarde, después de una victoria decisiva, se encontraron solos en un claro del bosque. Edmund miró a Lysandra con una sonrisa que solo reservaba para ella.
—Nunca pensé que encontraría algo tan hermoso en medio de la guerra —dijo él, acariciando suavemente su mejilla.
Lysandra sonrió y tomó su mano.
—El amor tiene una manera extraña de encontrarnos en los momentos más inesperados —respondió ella, sus ojos reflejando la devoción que sentía.
Se besaron bajo el cielo narniano, sellando su promesa de enfrentar juntos cualquier adversidad. Su relación, nacida de la fricción y el desafío, se había convertido en una alianza indestructible, tan fuerte como su amor.
Con el tiempo, las guerras en Narnia cesaron, y Edmundo y Lysandra encontraron la paz que tanto anhelaban. Se convirtieron en líderes justos y sabios, guiando a Narnia hacia una era de prosperidad y armonía. Y aunque sus caminos habían comenzado en conflicto, su amor demostró ser el mayor triunfo de todos, uniendo sus corazones en una historia eterna de amor y valentía.
Así, en el vasto reino de Narnia, la leyenda de Edmund y Lysandra se contó por generaciones, recordando a todos que incluso los corazones más endurecidos pueden encontrar