Jong
La manera en la que lo miraba First y su mal disimulada sonrisa, eso fue lo que despertó mi interés por Khaotung la primera vez que lo vi. No tenía nada especial. Es decir, era moreno, delgado y de estatura media, sin ningún rasgo que destacase por encima del resto y me picase la curiosidad.
Lindo. Común. Aburrido.
En un banco de peces habría sido uno más, la estrella de brillo normal que nadie señalaba alucinado en el firmamento. Con todo, él estaba ligeramente más inclinado hacia delante desde que lo había dejado en el escenario para sentarse de nuevo con nosotros, y puede que a ninguno más del grupo le llamase la atención la postura y la expresión de mi amigo, pero a mí sí. Mucho, joder. Hacía mucho tiempo que nada impresionaba a First hasta el punto de trastocarle los esquemas, de divertirlo.
Durante años había sido testigo de cómo su bombilla perdía fuerza, fuelle. Sin apagarse. Sin brillar igual que cuando se pavoneaba por el instituto como si fuera el jodido rey del mundo porque de hecho lo era. Y, de repente, ¡bum!, bomba detonada, volvía a parpadear emitiendo débiles ráfagas luminosas de lo que un día fue. Solo por eso bajé las piernas del respaldo de la silla y lo observé. Al principio creí que se trataba de una broma. El cachondo de First gastándonos una puta cámara oculta.
¿Qué otra explicación podía tener que el chico en cuestión, al que no reconocí como el borracho que casi se había abierto la cabeza a nuestros pies esa misma semana, llevase una absurda gabardina abierta como la del Inspector Gadget?
Namtan tomó las riendas de la situación. —¡Hola! Muchas gracias por presentarte a pesar de la vergüenza ajena que daba nuestro cartel. No tenemos tu ficha, así que si te parece la rellenamos y vamos a ello. Es rápido e indoloro. —el aspirante de los labios gruesos y el flequillo asintió—. Puedes quitarte la chaqueta si te resulta más cómodo.
Saltaba a la vista que estaba aterrado mientras se desprendía de la prenda, con el cuerpo entumecido. Mantuvo la barbilla alzada, pero a mí no me engañó. El pobre temblaba como un dulce cachorrito de dos meses que pisa la calle por primera vez después de ponerse todas las vacunas. Nuestra intuitiva batería también se percató e intervino para que se relajase antes de desmayarse. Le sonrió para infundirle seguridad y... casi lo logra.
Lástima que yo también estuviese presente en la sala para revertir su efecto. En mi defensa diré que el chico iba con referencia a la mismísima Sandy Olsson, joder, uno de mis mitos eróticos adolescentes. No pude reprimir el silbido. Tampoco la carcajada. Y me palmeé el muslo. Creo que lo último colmó su paciencia.
Khaotung me fulminó con la mirada y entreabrió la boca para ladrar, descubriéndome uno de los muchos rasgos que, en un futuro no muy lejano, en él, solo en él, me parecerían originales. Tan suyos que no concebiría que nadie más pudiese tenerlos. Sus dientes incisivos grandes como los de un conejo.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó Namtan. Él, orgulloso, no contestó hasta que levanté las manos en son de paz—. ¿Tienes nombre?
—Sí, perdona —aclaró la garganta—, Khaotung.
Podría haberlo apuntado como el resto de mis compañeros para no olvidarlo. En su lugar, mientras los demás escribían lo observé y me pregunté por qué estiraba la tela de la camiseta para que no se ciñera a su vientre.
Si se trataba de mera casualidad o si también tenía fantasmas dentro instalados en un ático con vistas a sus entrañas, que le pesaban.
Si era como yo.
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La Noche que Paramos el Mundo
FanfictionKhaotung tenía la vida ordenada y segura que creía desear. Hasta que aquella noche que tenía que ser perfecta cayó el telón y todo voló por los aires. First vivía el presente. Despreocupado. Sin futuro. Con sus propias normas. Hasta que el solista d...