Verso 6

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First


Sin más, se fue.

—Tampoco ha sido tan espantoso —apuntó Namtan a la vez que dibujaba un corazón al lado del nombre de Khaotung—. Le ponía ganas y ha conseguido no vomitarnos encima. Una pena que se haya ido tan rápido, le iba a preguntar dónde ha comprado esos pantalones. Eran brutales para Neo.

Deslicé la mirada hasta la puerta por la que se había esfumado sin dejar rastro y mis ojos permanecieron allí anclados. Por alguna razón, no lograba apartar la vista de ese punto en concreto. —Ve tras él. — Jong rompió su silencio.

—¿Qué dices?

—Corre detrás del chico como si estuvieses en el puto Disneyland en pleno desfile de príncipes. —Fruncí el ceño y él resopló soberbio, como si le agotase la paciencia tener que explicarme siempre las cosas—. Te resumiré lo que va a ocurrir. Es él. El chico. Tu musa. Como quieras llamarlo. El lío profundo te lo cedo a ti. Has distinguido la chispa que al resto nos ha pasado desapercibida y no podrás dejarlo pasar. Solo por eso, vas a tirarte una hora intentando convencernos y al final accederemos por puro agotamiento mental, así que ahórranos tiempo y energía y ve tras él. Por si no te has dado cuenta, a Nam se le ha olvidado pedirle el teléfono y creo que hablo en nombre de todos cuando te aseguro que nos negamos a empapelar la ciudad con su cara para que lo encuentres.

La prueba había sido un desastre desde todos los ángulos. No había nada, absolutamente nada, rescatable. Hasta el tema seleccionado era un disparate. ¿Titanic? Por no hablar de su actitud al micrófono. El rock era carácter, fuerza y personalidad, todas las cualidades que no había mostrado. Él no estaba hecho para nosotros, nosotros no estábamos hechos para él y... vacilé.

Su voz llevaba serpenteando en mi pulso desde el jueves. Esa noche, justo antes de caerse de culo, había escuchado las cascadas que era capaz de formar cuando su presa desbordaba. Los demás candidatos no habían encajado en el casting porque ninguno de ellos era Khaotung, mierda.

Una vez admitido, lo profesional habría sido mantener un intenso debate antes de tomar la decisión. Pero no había tiempo. Se iba, y tampoco éramos tan buenos como para ponernos exquisitos. Tres preguntas deberían bastar para resolverlo. —¿Neo?

—Siempre estoy en tu equipo. Si tú saltas, yo salto.

—¿Nam?

—¿No podemos quedárnoslos a todos?

—¿Jong?

—Dale la mala noticia de que le quedan meses compartiendo espacio vital conmigo sin que podamos intimar porque me lo han prohibido.

Así lo decidimos. Fui a buscarlo antes de que se desvaneciera. Lo localicé pronto. Estaba en el baño del conservatorio con la puerta abierta y la cara hundida en el lavabo mientras se frotaba obstinado la mejilla con jabón de manos. El agua del grifo corría y se aclaró con los ojos apretados. Al terminar, alzó la barbilla y advirtió el resultado. En lugar de acabar con el maquillaje, había provocado que ganase terreno y se extendiese por todo su rostro a través de ríos negros que nacían en las pestañas. Además, el delineador se le había corrido por encima y por debajo. Él agarró el mármol y bufó como un gato. —Bien, Khaotung, bien, lo has rematado —habló solo—. Estás igualito que Amy Winehouse puesto de coca hasta las cejas.

Auch, maldito karma. El pendiente de aro se le había enganchado en la camiseta como castigo. —¿Te ayudo con el aparatoso incidente? Avancé y él pegó un respingo y me miró con el cuello doblado. —Puedo yo mis... ¿A quién pretendo engañar? Lo más probable es que me raje la oreja para ponerle un lacito a la racha de mala suerte.

Se hizo a un lado y me situé detrás de él. Fue la primera vez que estuve tan cerca de su piel. Era blanco, muy blanco, con una delicada curva en el cuello y cinco lunares salpicándolo. Aquella tarde olía a melocotón y mis sospechas acerca de su suavidad se confirmaron al rozarlo. Era como tocar algo único y frágil como el batir de las alas de una mariposa. Acaricié su lóbulo y percibí como el estómago se le encogía debajo de la tela. Contuvo la respiración. Mis dedos se enrollaron en su sedoso cabello para deshacer el nudo y lo contemplé a través del espejo. Estaba alterado, nervioso, con la boca entreabierta y a punto de echarse a temblar. Su reacción me desconcertó por completo.

¿Cómo podía impresionarlo un contacto tan insignificante? Cualquier persona moriría por hacer de cada centímetro de él su memoria palpándolo hasta quemarse las jodidas huellas dactilares. «Menos tú, cualquier persona menos tú», me aparté.

—Listo.

—Gracias. —Esbozó una sonrisa pequeña evitando mirarme—. Si venías para asegurarte de que me voy, dame unos minutos para que arregle este estropicio. Puso un buen pegote de jabón en la palma de la mano mientras yo me apoyaba en la encimera del baño.

—Has dicho que necesitabas dinero, ¿para qué?

—¿Acaso importa?

—Importa cuando estamos valorando tu candidatura. Podrías ser problemático, tener deudas, no queremos ese tipo de movidas en la banda.

—Lo que me faltaba. Lo siguiente, ¿qué es? ¿Pedirme los antecedentes penales o un informe que confirme que no me unen lazos de sangre con Pablo Escobar? El dinero no es para usarlo en nada ilegal. —Puso los ojos en blanco—. Lo necesito para la matrícula de un curso de cocina.

¿Ese era el gran misterio? Reconozco que esperaba algo más impactante, menos mundano y sin una solución tan fácil. —¿No te lo pueden prestar tus padres?

—Poder, sí. Querer, no.

—¿De cuánto tiempo estaríamos hablando? Tenemos algún bolo programado en junio y festivales en julio y agosto.

—Sería un mes, septiembre.

—¿Cómo podemos estar seguros de que no nos dejarás tirados si consigues el dinero de otro modo?

—Sin ánimo de ofender, ¿en serio crees que eran mi primera opción? No. Son una especie de salvavidas al que aferrarme a la desesperada, tal y como he demostrado, First. Si después de todo todavía les quedan ganas de confiar en mí, no los podría fallar, aunque ambos sabemos que tal cosa no va a suceder. Y en el fondo me hacen un favor, porque lo del curso es una locura, una locura irresponsable. —Dibujó una expresión derrotada que derribó todos mis prejuicios.

—Eres tú.

—¿Perdón?

—Eres el quinto integrante. Bienvenido a Al Borde del Abismo, chico bonito.

Khaotung me miró perplejo y pensé que aquellos ojos podían transformar el dióxido de carbono en oxígeno y que, de continuar abriéndolos tanto, se tragaría el mundo y desintegraría el puto universo.








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Ay. ¿Tan difícil es pedir un First como este en mi vida? Ahsjsjska. La forma en que se expresa, ay.

La Noche que Paramos el MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora