Verso 10

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Khaotung

Mix derrapó y me estrujó con fuerza entre sus brazos a la salida.

—Nene, ahora mismo no sé si quiero plantarte un beso, pedirte que me hagas un hijo o que me firmes «khaotung Dinamita» en el pezón izquierdo. —Se apartó y me guiñó un ojo orgulloso—. Casi me hago pis encima cuando te he oído, ya sabes que controlo mal los esfínteres si me emociono... En fin, deberíamos pasar por una farmacia antes de irnos de fiesta, a por compresas o pañales para adultos, para prevenir por si le has cogido el gustillo, te da por repetir tamaña brutalidad y rompo aguas...

—¿Antes de irnos de fiesta?

—También conocido como «rito de celebración universal» con ligeras posibilidades de apareamiento. —Rio travieso por su ocurrencia y me removí incómodo—. Entrar en un garito con toda la dignidad del mundo y abandonarlo con cara de mapache y agujetas de tanto menear las caderas es lo mínimo que merece tu body después de desbloquear una pantalla de proporciones épicas. Nene, que... ¡has cantado! ¡Que eres oficialmente roquero! —exclamó con el mismo entusiasmo que mostraría si me hubiese abierto un perfil en el World of Warcraft. Eché un vistazo a mi alrededor. Estábamos al lado de la puerta que comunicaba la pista con los camerinos. La zona parecía despejada. La mayoría de la gente se concentraba frente al escenario o en la barra. La siguiente banda iba a empezar en breve y no había ni rastro de Nam, Neo, Jong o, tragué saliva para deshacer el nudo que me aprisionaba la garganta desde hacía un buen rato, First.

Era el instante perfecto para marcharme y mandarles un mensaje en el taxi de camino a casa poniendo cualquier excusa razonable para mi partida que ya inventaría. Por el momento, la prioridad absoluta era abandonar Ruido a la mayor brevedad posible. —No voy a salir, Mix.

—¿Disculpa? Creo que he escuchado mal a esa boquita de piñón.

—Me voy a casa —intenté sortearlo y me lo impidió cortándome el paso con los brazos en jarras.

—No, señor, desde luego que no. Hay límites de ranciedad que ni tú, querido, puedes sobrepasar si deseas mantener tu condición de amigo. —Me mordí el labio y... lo admití.

—Me gusta.

—¿El vino, el queso, las mujeres...?

—First, maldita sea, First. Me gusta mucho.

A la confesión la acompañó un potente golpe en el pecho y una sensación de vértigo, cantidades ingentes de vértigo. Mi rostro debió de reflejar mi desesperación, porque mi amigo suavizó la expresión. —Vámonos antes de que den las doce y pierdas una zapatilla —bromeó. No sonreí. Mi mente solo podía asimilar que me estaba metiendo..., que estaba dentro de un lío enorme.

First no era como Force o el resto de los chicos que me habían atraído. Con First la atracción no era cabal, meditada y conveniente. La atracción que sentía hacia él daba vueltas y mareaba. Era real.

La Noche que Paramos el MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora