Verso 3

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Khaotung

—Joder, joder, joder, vas a hacerlo, nene.

—Te lo dije en la fiesta.

—Pero pensé que estabas rabioso por haber tenido que compartir mesa con el picha floja de Force y, yo qué sé, sufrías enajenación mental transitoria. Algo pasajero, como cuando mis compañeros de piso desconectan internet en mitad de la noche porque estoy gritando y amenazo con mudarme. Todo el mundo sabe que es mentira.

Rememoré la cena con la presencia de mi ex al lado, las conversaciones educadas que este mantenía con mamá y como mi cerebro salió de mi cuerpo para viajar lejos, a la búsqueda de los mil quinientos dólares que costaba la matrícula del curso de cocina en Roma. No llegué al conservatorio por casualidad ni para ver el fascinante movimiento del palo de chupete de un lado a otro en la boca de First.

Lo hice porque necesitaba dinero y rápido, de forma urgente, y fue la única opción que me pareció medio razonable.

Siempre había dependido económicamente de papá y mamá, no tenía ahorros y conseguir trabajo sin ninguna experiencia se me antojaba difícil, más con los apretados plazos de los que disponía. Dos semanas o adiós. Por otro lado, él me había propuesto que participase. Tenía que significar algo. Un enchufe, ¿no?

—Esto... esto es muy fuerte, Khaotung.

—Voy a hacer un casting como cantante —traté de restarle hierro—, tú insinuaste que le clavase un tenedor en el muslo disimuladamente durante los postres.

—No lo insinué, te lo dije. Y sigo creyendo que habría sido la mejor opción para desquitarte. ¿Sabes las consecuencias que puede tener que te elijan los Hijos del Abismo o como se llamen?

—Inscribirme en el curso de cocina. —Mix apretó los morritos escéptico. Comencé a ponerme nervioso. ¿Qué diablos hacía yo allí? Probablemente era la peor idea que había tenido en mi vida.

Dejándome guiar por la desesperación, espontánea, cuando mi naturaleza era la planificación enfermiza y tenía alergia a los cambios, las alteraciones y los imprevistos, a ceder el timón—. Cantaré igual que en la ducha, pero con tres o cuatro borrachos como público. No es para tanto.

—Nene... ¡Serás roquero! Sexo, drogas, giras, orgías a lo bestia en habitaciones de hotel...

—Al Borde del Abismo no tiene tanto caché. —Solo de imaginarlo tuve ganas de echar la toalla por segunda vez consecutiva en una misma semana.

—¿Y si lo tiene? ¿Y si despunta? —«Me bajaré de ese carro y huiré a un rincón perdido del país sin cobertura»—. Ay, Dios, ¡podrías hacerte famoso y salir en la portada de la Súper Pop, Bravo o cualquier otra! ¡En la Vale, Dios mio!

—Mix, esas revistas ya no existen...

—Las reeditarán. Creo que necesito un coctel para asimilarlo. —Se abanicó—. Enséñame los brazos.

—¿Cómo?

—Tengo que cerciorarme de que no te estás drogando antes de que entres a la audición.

—¿lo dices en serio?

—Completamente. Es mi deber de amigo responsable.

Enderezó la espalda y acto seguido estiró la mano en mi dirección. Aguardé unos segundos a la espera de que se echase a reír y me dijese que estaba de broma. Tal cosa no sucedió. Tenderle un antebrazo y después el otro en aquella recepción para que los examinase fue muy humillante.
—¿Todo bien?

—Eso parece. —Arrugó la nariz desconfiado.

—¿Quieres una prueba de orina? —refunfuñé—. Y yo que creía que te sentirías orgulloso de mí por salir de, ¿cómo lo sueles llamar? Ah, sí, mi monótona y soporífera zona de confort.

—Y lo estoy, lo estoy, tanto que he cortocircuitado. Lo siento. —Dibujó un mohín lastimero y no me quedó más remedio que perdonarlo—. Khaotung, roquero. Guau.

—Khaotung va a hacer una prueba.

—De esta te cargas a tu madre cuando te vea con los dos chicos buenorros encima del escenario...

—No.

—A ver, nene, deja de tomártelo todo al pie de la letra. Lo de mandarlo para el otro barrio es en sentido figurado.

—Me refería a que discrepo en los dos —entrecomillé con los dedos— chicos buenorros. El rubio, bah, venga, un aprobado raspado —aseguré sin acordarme siquiera de su cara.

Los ojos de cervatillo de Mix se abrieron como platos y sufrió una especie de tic nervioso. O eso interpreté, ingenuo de mí, de lo contrario habría cerrado la bocota que Dios me había dado a tiempo—. El otro se lo tiene tan subido que pierde el atractivo.

Pero te gustan sus labios.

—Es por el chupete. Lo lame de un modo tan... —Un segundo, aquella voz no había sido la de Mix. Roté sobre mis talones maldiciendo mi suerte y me encontré a First y la impertinente sonrisa que bailaba en su boca.

—Por favor, no te detengas por mí. Estoy muy interesado en saber cómo termina esa frase, chico bonito.

Quise chillar. La luz del atardecer me regaló nuevos detalles de su rostro, como la marca de varicela en la mejilla derecha, el aro oscuro que llevaba en la oreja al lado de la patilla y el hoyuelo que se le marcaba en la barbilla mientras aguardaba expectante. Definitivamente, no era un guapo común, sino uno de esos tipos que tienen un no sé qué que qué sé yo capaz de conectar todas las células del cuerpo humano y dinamitarlas.

—Me temo que tendrás que quedarte con las ganas. He venido a hacer la audición, no quiero tratos de favor.

—Dirás a la audición que rechazaste porque tu respuesta a cualquier cosa que suponga que tú y yo coincidamos en el universo es una rotunda negativa.

Puto First. —He cambiado de opinión, ¿acaso es delito?

—No, aunque vestirse como Olivi Newton-John en la escena final de Grease quizá sí. Tendría que consultarlo con mis abogados.

Mierda, me había atrapado. Me arrepentí de haber seguido el consejo de Mix de disfrazarme para lucir más fresco. Al menos, me consolaba que mi amigo se hubiese solidarizado vistiéndose igual que las Pink Ladies.

Compartiríamos cuarto en el psiquiátrico. —En el anuncio no mencionaban código de vestimenta. Es un look muy común.

—El cuero es muy común.

—Tendencia en las mejores pasarelas del mundo. ¿Hemos acabado con el interrogatorio? Se me va a irritar la garganta antes de empezar a cantar.

First me observó con atención. Fue ahí donde descubrí que si se lo proponía sería capaz de leer mi código de barras interno y que bajo ningún concepto debía adentrarme en su mirada o terminaría atrapado.

—Está bien, pasa conmigo —cedió.

Mix me lanzó un beso para desearme «mucha mierda» y lo seguí. Sujetó la puerta para que entrase y, antes de hacerlo, se agachó para susurrarme al oído—: Cuando estés allí arriba, tranquilo... No tengo intención de desconcentrarte con mis labios lamiendo un chupete.

No lo iba a dejar pasar. Puto First al cuadrado.

La Noche que Paramos el MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora