Verso 6

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Jong

First nunca me ocultó el desenlace de esta historia. Fue sincero desde el inicio.

Desde la madrugada que nos encontramos en el puente de la M-40 supe que le habían diagnosticado una enfermedad terminal. Por si no me había quedado bastante claro, a las pocas semanas, concretamente el día que me mudé a vivir con él al piso de su abuela, presencié una discusión bestial con su familia. Mejor dicho, con su madre. La cosa se puso muy fea casi en el acto y yo no tenía confianza con ellos, así que me fui a la galería acristalada con las ventanas abiertas para fumar sin parar hasta que se largasen, pero los chillidos enfurecidos de la mujer traspasaban suelos, techos,tabiques y concienzudas barreras mentales.

—Escucha bien lo que voy a decirte porque no pienso repetirlo, hijo mío. Esta familia va a probar todos los tratamientos oficiales y experimentales que hay en el mercado. Empeñaremos las joyas, venderemos la casa, el coche y todo lo que haga falta hasta la indigencia con tal de viajar a Houston, Londres o dondequiera que estén los mejores médicos y solucionarlo. Tú vas a curarte y no, no es negociable.

—Mamá, sé que te niegas a ver la realidad porque me quieres y, joder, te lo agradezco, te lo agradezco en el alma, pero no voy a participar en algo que no lleva a ningún sitio. Arañar unos meses no compensará los palos de perder la esperanza una y otra vez.

—Pero tú, tú, ¿tú quién te crees que eres? No me retes, First, por las malas no. Estoy dispuesta a hacer lo que sea, ¡lo que sea, me oyes! Si me obligas, moveré cielo y tierra para declararte una persona que no está en pleno uso de sus facultades mentales y convertirme en tu tutora legal.

—¿En serio es lo que te gustaría? ¿Pasar los últimos años entre abogados y jueces peleando en los tribunales?

—¡Lo que me gustaría es que mi hijo le eche huevos, no se rinda y luche con uñas y dientes para salir adelante!

—Mamá..., no estoy en la guerra, estoy enfermo, y los expertos dicen que no tiene solución. Contra eso no puedo hacer nada más que elegir cómo quiero vivir, y prefiero que las horas de calle superen las de hospital, la música...

—¿Qué hay de cuando llegue el sufrimiento? Yo seré la que tendrá que... la que verá como mi pequeño...

—El sufrimiento no llegará.

—¿Qué insinúas?

—Que no los haré ni me haré pasar por eso.

Nunca olvidaré la cara que puso su padre en ese momento, pude distinguirla a través del cristal. El hombre se dio la vuelta, en apariencia entero, y se mordió los nudillos con la mandíbula tan dislocada que le podría haber cabido el puño entero. Luego, lloró manteniéndose erguido y evitando convulsionarse para que el resto no se percatase. Decidí apagar el pitillo e irme. Tanto drama me incomodaba. Además, la pelea no iba conmigo. Tenía mi propia basura y no estaba dispuesto a añadir más a la rebosante bolsa de mierda. Saldría, pillaría unas cuantas litronas con los colegas en el chino y volvería tan doblado que me encerraría directamente en el cuarto. Nada podía salir mal, nada excepto un chico rubio de ojos almendrados rasgados que se coló en la galería con una diadema amarilla.

—Soy Gawin, su hermano, y no me gustan los besos. —Estiró la mano en mi dirección.

—Eh..., Jong. —La estreché dubitativo.

—Así que tú eres el nuevo amigo de First.

—No diría tanto.

—¿Te ibas?

—Pinto poco aquí. —Me encogí de hombros.

—A mí tampoco me van las broncas, sobre todo las que no conducen a ningún destino. Qué pereza. —Me traspasó con la mirada y reparó en la galería—. Deberían reformarla. Darle su toque personal como pareja.

La Noche que Paramos el MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora